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miércoles, 18 de agosto de 2010

La Revista Dislocada de Boicati



 En el discurso que dio en La Rural, ante miles de millonarios, Boicati habló de su preocupación por los pobres y los marginados. Si aparecían los familiares del padre Mujica y le pegaban un cuetazo en la rodilla estaba bien. Era para decir “Está biennn”
Dijo que la argentina era un país vapuleado por la exclusión y la pobreza.  No era Boicati, era Eva, más gorda, con barba, y un poco decadente. No nos sorprendamos si en el mismo acto aparecía un cartel con la leyenda “Si Evita viviera seria productora, o boicatera, o boicotera”
Cuando lo escucharon decir eso algunos directores de teatro deben haber pensado que habían hallado una joya. Deben haber gritado “Hemos encontrado al nuevo Sandrini” Porque lo que dijo, donde lo dijo, como lo dijo, daba riza y lástima a la vez.  No era Boicati, era Marrone. Le faltaba decir ¡Cheee!  Era mirarlo un rato más porque en algún momento se descolgaba con un  “Me saco el saco, me pongo el pongo”

 Boicati o el Gato de Verdaguer

 Es difícil la relación que puede tener uno con el discurso que dio el presidente de La Rural. Uno lo escucha decir que está preocupado porque el 16% del país está en riesgo alimentario, el 22% sufre de exclusión laboral severa, el 27% no tiene un proyecto de vida más allá del día a día;  esa preocupación justamente  él,  que preside una sociedad rural que tiene el peor  salario básico por trabajador, la mayor carga laboral por jornalero, el mayor índice de trabajo infantil, y la mayor cantidad de trabajo en negro, y se pregunta: ¿Quien dejó subir al Negro Olmedo al palco?  ¡Volvió Minguito! ¿Quien dijo que estaba de paramales el humor nacional? ¡No es Boicati, es el plantel completo de humoristas de Hiperhumor! con el sketch de la tanguita y todo
 Porque si ese discurso lo decía el Gato de Verdaguer tirando piñitas al aire, con las manitos con los guantecitos, era lo mismo.

El cuerpo del discurso

En un texto de filosofía budista se dice que el discurso tiene que estar de acuerdo con el cuerpo, porque el cuerpo está en el presente. Las palabras pueden ser engañosas, crear una ficción, primero al que lo dice, después al auditorio, estar en otro lugar. Y los que saben de discursos aconsejan ya a esta altura, por lo que se ha vuelto el arte de discursear, no solo escuchar las palabras sino leerlas, leyendo el cuerpo. El cuerpo habla cuando las palabras dicen, y eso es lo que nos está diciendo. Dicen que para conocer realmente un discurso, ahora es necesario más que nunca conocer el cuerpo del discurso                                                  

                       

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