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sábado, 11 de septiembre de 2010

Los patos volados, con dinamita

Debe ser difícil hablar con una persona que está todo el tiempo haciendo piruetas, tumbas carneras, dando vueltas en el aire, flip flap. Que te escucha, corre para un lado, se frena, vuelve a escucharte, vuelve a correr, hace un pique, y te hace veru veru con los labios, guiñándote un ojo y moviéndote la cabeza como Giornado, mientras piensa por adentro “No me peguen soy Giordano”
Así se imagina uno las conversaciones que tienen los técnicos con Bilardo. Y aunque eso no pase en lo corporal (ya estamos por llegar a eso) parece que sucede en lo mental

¿Qué pasa por la mente de Carlos Bilardo mientras está hablando con un técnico? ¿La canción del trencito de Noel? ¿Tiene una pelotita de flipper rebotando en los redondeles que hacen luces y ruidos? ¿Están marchando los martillos de The Wall o tiene encerrado al último de los mohicanos gritando?
Pase lo que pase uno nunca sabe lo que pasa por la cabeza del otro, ni siquiera el otro. Lo seguro es que no tiene un monje meditando en un templo tibetano

Una laguna de patos emigrando

Su cabeza parece ser un laberinto en el que él parece ser el que está más perdido. Hay veces que empieza a hablar y parece que le empezaron a explotar los petardos de las fiestas antes de tiempo ahí arriba, que le empezaron a tirar solas las cañitas voladoras. Que en ese mismo momento tiene a Ricardo García imitando a Sandro. Y en sus mejores momentos a Ricardo Fort. Y si lo mirás bien tiene las alas que se le asoman de los patos que ya tiene volados. Y si lo escuchás con atención, no tiene los patos volando, tiene una laguna emigrando

Desde ese lugar no puede dirigir nada, dicho esto con todo respeto, si está emigrando con los patos que tiene volando. Pero no fue un pato volado de él, el que lo puso ahí, sino un pato volado de Grondona. Que parece una escultura a la calma y el criterio, que ahí arriba tiene una laguna de aguas mansas, y debe tener los patos lanzándose a un tsunami a cazar peces voladores

Todos somos Bilardo


Pero no los representa a ellos lo de ellos nada más, sino también a nosotros. No son la excepción, aunque lo parezcan y ahí radique su debilidad y su fortaleza. Somos todos bilardos. Son una versión extrema de una parte de nosotros, por eso nos representan. Todos tenemos el mismo río revuelto ahí arriba, que no pasa dos veces por el mismo sitio. Y no somos el pescador que hace la ganancia, el pescador es una parte de nosotros que se llama ego. Es lo que se le ve a ellos, aunque son más que eso

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