Nombre completo y seudónimo como escritora
Hay dos
nombres con los que me identifico, uno es el de la científica y docente y el
otro es mi seudónimo que nació como una conjunción del nombre y apellido de mis
abuelas. En esta entrevista responde la escritora así que: me llamo Lena Reniú
¿Leíste mucho?
No puedo
decir qué es mucho o poco en cuestión de lectura. Leo desde muy chica y amo
hacerlo.
¿Un libro que nos recomendarías?
Muchos!!! De
los últimos que leí recomiendo “Civilizaciones” de Laurent Binet. Una genial
distopía sobre la “colonización americana”.
¿Un libro que no nos recomendarías?
Recomiendo
siempre leer, acá va en el gusto de cada lector. Generalmente las novelas del tipo “50 sombras
de Grey” no son de mi agrado.
¿Tenés un crítico poderoso como
escritor?
Sí, mi
crítico está bastante presente. Trabajo diariamente para que no me bloquee.
¿Ese crítico ha incomodado tu labor
como creativa alguna vez?
Más de
una!!!
¿Crees que esta es una sociedad
donde los críticos de cada persona están desbordados criticando cada
experiencia sin parar?
La verdad es
que no lo veo como un fenómeno social, al contrario, creo que (a partir de las
redes) la sociedad en estos momentos tiene la característica de poseer un
sinnúmero de “opinadores seriales” que buscan imponer su “verdad” y carecen de
fundamentos. Quizás si fuesen un poco más críticos y menos verborrágicos
tendríamos experiencias más nutritivas en nuestras vidas.
¿Si crees que es así, como crees
que se puede solucionar?
No considero
que tengamos que “desactivar” al crítico que llevamos con nosotros, sino
aprender a convivir con él. A veces está bueno escucharlo.
¿Cuándo escribís conectas con la
creatividad? ¿De ser así, esa conexión te da placer?
Escribir es
crear, dejarse llevar y disfrutar el proceso.
¿Cuál fue tu mejor momento como
escritora?
Todas las
veces que me encuentro frente a una hoja en blanco.
¿Crees que mayor conexión la
creatividad puede mejorar la vida de las personas y el mundo?
Totalmente!!
La creatividad, de la forma que sea en la que se manifieste, es imprescindible
para conectarnos con nuestro interior y así poder interactuar en forma más sana
con el entorno.
¿Cómo se puede lograr eso?
Con
educación. Fomentando desde pequeños la expresión del arte en todas sus formas.
¿Si nos tuvieras que aconsejar un
libro para que leyéramos, uno solo, cuál sería?
Uf... Qué
difícil responder esta pregunta!! Recomiendo leer “El principito”. Lo he leído
muchas veces, desde mi infancia hasta mi adultez y siempre encuentro nuevas
interpretaciones. Es un libro de esos que no caducan.
¿Si nos tuvieras que aconsejar una
experiencia para que vivamos, una sola, cual sería?
Tomarte un
tiempo en soledad y ver amanecer o atardecer en un lugar donde abunde la
naturaleza.
¿Qué es Julia Cameron para vos, y
como te has relacionado con ella?
Julia es una
guía para todo aquél que se anime a transitar por la escritura creativa. Ella
es mi anti-crítico.
¿El mayor constructor de relatos
que se conoce, cuál es?
Otra vez,
vienen muchos nombres a mi cabeza: JRR Tolkien, George RR Martin, Isaac Asimov,
Margaret Atwood, JK Rowling, Julio Cortázar. Los admiro por su capacidad de
crear universos y llevar al lector a sumergirse en ellos.
¿Has trabajado de guarda parque?
No
¿Has estado trabajando en lugares
como la Antártida, como es esa experiencia?
Si, pero hoy responde la escritora, no la
científica. Jajaja
¿Te has llevado libros para leer
allá? ¿Te han acompañado?
¡Siempre llevo libros a todas partes! A los
libros hay que hacerlos viajar.
¿Nos aconsejas a todos pasar por
una experiencia como la tuya?
No me gusta
dar consejos, creo que cada uno debe explorar sus propias experiencias. Quizás
lo que para mí fue increíblemente hermoso sea una pesadilla para otro.
¿Tu labor particular como
trabajadora, en distintos y trabajos, se ve reflejada en tus textos, o tus
textos en tus otros trabajos?
Ambas cosas.
Tanto como científica, escritora y docente apelo a la creatividad. Y me ha dado
resultados muy positivos!
¿Hacen faltan más textos de comedia
y distención en el mundo, o más textos científico o ambos?
Hace falta
promover la lectura, de cualquier tipo de texto.
¿Cómo científica concebís a la
ficción como una forma de ciencia, un lugar de descubrimientos nuevos?
Como
científica disfruto de leer y escribir ciencia ficción. El lugar de los
descubrimientos es la investigación. No hay que confundir las cuestiones porque
ahí entramos en un terreno pseudocientífico que es peligroso. Debemos tener en
claro que la ficción es eso: ficción. Aunque haya novelas que tengan alguna
base científica NO es ciencia.
¿La ciencia se alimenta de la
ficción o está muy alejada de ella?
Creo que lo
respondí en la pregunta anterior, pero me extiendo un poquito. La ficción puede
basarse en ciertos descubrimientos científicos y crear universos que sean
geniales. La ciencia se basa en datos, hechos, experimentación, hipótesis y
teorías.
¿Cómo se llevan el mundo espiritual
con el científico?
¿Por qué
habría que separar a ambos “mundos”? Creo que cada humano en este planeta
convive perfectamente con esas dos facetas, algunos manifiestan uno más que el
otro, pero hasta la persona más racional que encuentres va a tener una parte
espiritual.
¿Y cómo te llevás vos con ambos?
Ambos se
llevan bien conmigo.
¿Crees que los conocimientos
antiguos y la ancestralidad, de cada pueblo y de cada persona en particular
está subestimada u olvidada en esta sociedad?
Si y no.
Creo que desde hace no mucho tiempo hay una gran parte de la sociedad que está
tratando de reconectar con las raíces, tratando de ser menos nocivos para el
planeta, de buscar ese equilibrio que supimos tener durante millones de años de
evolución.
¿Cómo escritora querés rescatar
cierta ancestralidad, propia o de colectivos de personas?
Querer
quiero!, veremos si puedo! Por ahora lo estoy intentando.
¿Hay en los conocimientos de los
antiguos soluciones para los problemas que atravesamos ahora?
Depende qué
conocimiento y qué problema. Por ejemplo en lo referido a agricultura y
ganadería no nos viene mal mirar un poco hacia atrás. Igualmente con lo
espiritual. Creo que es un momento en el que nos vendría bien reconectar con
ciertas cuestiones ancestrales. Ser un poco más orientales en nuestra manera de
apreciar la sabiduría de las generaciones pasadas y traerlas hasta el presente,
pensando en el futuro.
¿La escritura es una forma de
memoria, o de recuerdo?
De ambas
cosas, creo que la escritura es la representación de nuestras memorias,
recuerdos y fantasías.
¿Qué te produce escribir?
Placer,
reconexión y tranquilidad.
¿Y leer?
Amor, odio,
frustración, miedo, bronca, placer... Dependiendo qué es lo que esté leyendo en
cada momento. Creo que lo que más disfruto es que cada historia es única y
puedo transportarme en tiempo y espacio.
¿E investigar?
Hoy escribe
la escritora, op cit.
¿Manejas conocimientos de varias
ramas, que tienen que ver con conocer la actualidad de distintos abordajes,
hacia dónde vamos?
Tema que da
para largo y para otra entrevista.
Sos una persona que reúne en si
conocimiento y experiencias multidisciplinarias ¿Hay una nueva forma de actuar
y de pensar relacionada con lo ultidisciplinario, la amplitud, y eso es una
especie de esperanza para nosotros?
¿Está eso en tus textos o tratás
que esté?
Deberían
responderlo los que me lean.
¿Tres autoras/res que nos
recomiendes leer?
Selva
Almada, Samantha Schwebelin, Mariana Enriquez.
John
Katzenbach, Umberto Eco, Eduardo Galeano.
¿Si se hubiese juntado Borges y
Einstein y hubiesen escrito un libro juntos, que hubiese salido de ahí?
Einstein
jamás se hubiese juntado con Borges. Borges podría haberse juntado con Darwin y
Einstein con Galeano. Sería interesante leer esos libros.
¿Hay ciencia en tus textos?
Hay hechos
basados en conocimientos científicos cuando escribo ficción.
Cuando hago
textos de divulgación claramente hay evidencias científicas en ellos.
¿Hay textos literarios en tus ciencias?
No, los
textos literarios no tienen cabida en las publicaciones científicas.
¿Quién es LENA como escritora?
Alguien que
busca llegar al lector a través de sus textos, ¿no es eso lo que son todos los
escritores?
¿Escribir es una forma de
altruismo?
Para nada,
el ser humano es el bicho menos altruista sobre la faz de la tierra. Y los
escritores no están exentos de ese karma. Escribimos porque queremos que nos
lean.
¿Escribís también para ayudar de
alguna manera a los otros y a vos misma?
Escribo para
mí, qué es lo que me gustaría leer, qué historias me gustaría escuchar (gracias
Julia Cameron por hacerme entender que el primer lector es uno mismo).
Obviamente que espero que mis textos hagan algún efecto en el lector, pero no
escribo pensando en ayudar sino en entretener.
¿Tenés algún sitio donde te podamos
leer?
Todavía no.
¿Con que imagen querrías que
ilustre este entrevista?
¿Nos compartís un fragmento de tus
textos así te leemos?
Va un texto
corto, es un germen de algo que estoy gestando a partir de los talleres de
escritura.
Entrevista Alejandro Miguel
Rata Topo
El calor se torna insoportable, no puedo dormir, no me acostumbro a la luz que se filtra por las persianas blackout. Pensar que de adolescente amaba las siestas, ahora que no queda otra opción me cuesta conciliar el sueño. Son las 13 horas, afuera hay un silencio sepulcral. Sólo se escucha el ronroneo de los aires acondicionados. Ya no quedan seres vivos en la calle.
Esta
noche empiezo un nuevo trabajo, quizás por eso no puedo dormir. Miro las
pastillas recetadas en mi mesa de día y me rehúso a tomarlas. Me dejan en un
estado de semi-somnolencia cuasi catatónico, donde mi mente sigue divagando y
el cuerpo no me responde. Alguna vez leí que luego de un tiempo enterrados
descubrieron ataúdes con rasguños desde adentro. Ahora no pasa eso, el calor lo
mata todo, aun lo que está muerto.
No sé
exactamente cuándo cambió el mundo. Quizás no me di cuenta, ¿fueron años de
preparación? Luego del inicio de la década del ´20, la gente ya se había
acostumbrado a quedarse en sus casas trabajando, estudiando y soportando
estoicamente la convivencia con los demás integrantes de la familia. Todo
empezó a ser más desacelerado, los autos se movían menos por las calles, no
percibimos que el frío del invierno mermaba hasta que nos dimos cuenta de que
habíamos arrumbado las bufandas y las medias de lana en el fondo del placard.
Los negocios dejaron de hacer horario corrido, ya nadie podía escaparse un rato
de las oficinas para darse un gustito paseando por las galerías del centro.
Estudios científicos de universidades de renombre mundial determinaron que
hacer siesta incrementaba la productividad de la segunda mitad del día. Las
empresas comenzaron a obligar a sus empleados a cortar de trabajar luego del
almuerzo y retomar sus labores después de la merienda. ¡El segundo desayuno es
tan importante como el primero! Versaban los titulares de las revistas y de los
suplementos de salud de los diarios del domingo. La siesta es salud: cómo
conciliar el sueño a la mitad del día.
Y así
fuimos despertando cada vez más temprano. Al principio me conectaba a las 6,
después a las 5... ahora el horario es de 22 a 6. De 6 a 8 hacemos las compras
y demás actividades obligatorias. A las 9 es el segundo desayuno y a las 10
estamos todos en la cama. A las 19 todo el mundo arriba, a merendar y
prepararse para la jornada laboral.
Ninguno
de los trabajadores vimos venir el cambio. En la tele había algún que otro
catastrofista que nos decía que el calor era imparable, que ya habíamos pasado
el punto de no retorno, que la humanidad estaba condenada... Pero como la
humanidad siempre se reinventa se crearon las “comisiones de calor”, no para
frenarlo, sino para adaptarnos a vivir con él. El ministerio de
infraestructura, el de salud, el de vivienda, el de medio ambiente (más medio
que nunca), todos absolutamente todos tenían a sus expertos en calor para
afrontar las crisis.
Lo peor
fue el desarraigo de la gente de las ciudades inundables, la capital se mudó
cerca de las montañas, los políticos pasaron de asientos confortables en sus
oficinas a cabañas y edificios de no más de seis pisos. Al principio renegaban
de las calles de ripio, después, cuando el asfalto se empezó a agrietar, a
descascarar y la brea se quedaba pegada a las gomas de los autos y las
zapatillas, las piedritas aplastadas no les parecieron malas, sino la solución
a todos los problemas de vialidad. El precio de los 4 x 4 se fue a las nubes,
claro esto antes de que pasáramos a los eléctricos, pensar que usábamos
combustibles fósiles me hace reír y a la vez indignar: ¿Cómo pudimos ser tan
imbéciles? Si el sol siempre estuvo ahí, ¿por qué no usarlo?
Arden los
ojos, pinchan como si millones de alfileres infinitesimales se alojaran en los
párpados. Mi cara extrañamente está rosada, los pómulos estirados y resecos.
dos surcos violáceos coronan el paisaje de mi mirada. Son las 3 de la tarde de
un jueves de noviembre, sigo sin poder dormir. Afuera el sol reverbera y se proclama
como el rey solitario de la tarde.
Nací en
la década del '30, no recuerdo mucho de mi infancia en la gran ciudad. Sólo
imágenes inconexas: un puente de acero sobre las vías, un abuelo que me contaba
historias mientras pasaban los trenes. Un viaje en subte con mamá en el último
vagón mirando hacia atrás las luces del túnel que se iban dispersando sobre la
marcha. Una calle finita empedrada, llena de árboles y graffitis en las
paredes. El olor a jazmín que daba inicio a la época de las fiestas.
Una alfombra
naranja, un helado aplastado y chorreante en la cortina blanca del living, los
gritos de mamá y la risa cómplice de mí viejo.
Los fines
de semana con los primos, el disfrute de estar todos juntos sin ninguna
preocupación.
Nada de
eso quedó en pie, ningún lugar de los que pise en la infancia existe hoy más
que en mis pensamientos. Siento un nudo en la boca del estómago, no cataloga
como náusea sino como una presión constante e intensa pero no paralizante. Mis
piernas se adormecen, cosquillean y comienzan a pinchar como mis párpados.
Empiezo a
toser, la sequedad de la garganta avanza hacia la laringe, la voz se pone
ronca. A los 8 años nos mudamos a la montaña. El pediatra dijo que era la única
solución, que mis pulmones no iban a aguantar si nos quedábamos en la ciudad
que cada vez se hacía más húmeda. Yo creo que fue la mejor excusa que tuvo mamá
para alejarse de los mosquitos. Los odiaba y los combatía diariamente. Nuestro
departamento estaba en planta baja, tenía un patiecito y una terraza. Todas las
ventanas estaban tapizadas con mosquiteros metálicos que ella rociaba con un
líquido con olor a limón dulce, por la mañana y cuando caía el sol. Era un
ritual: rociar los mosquiteros, encender los aparatos ahuyentadores,
embadurnarnos con una crema medio espesa las piernas y brazos, fijarse que no
quedara el agua del perro afuera ni ningún indicio de charco bajo las
macetas... Todos los días la misma historia. Mi hermana llamaba a ese momento
" la hora de la brigada antimosquitos". Tanto miedo metía mamá con
esos bichos que la primera vez que me pico uno le dije a Mariana: me voy a
morir, no le digas nada a mamá ni a papá porque fue mi culpa. Le abrí la
ventana de la pieza al Bayo porque le gusta mirar hacia la vereda y corrí el
mosquitero para que no lo rompiera. Sabés que se pone loco cuando ve a otro
perro pasar por la calle. No le digas, ¡prometeme! Mariana se rió, me dijo que
no me iba a morir, que mamá era una exagerada, que ella a la noche abría el
mosquitero para mirar el cielo sin el cuadriculado, que no me preocupara, que
no pasaba nada. Yo le creí, era mi hermana mayor.
Se murió
en un hospital, igual que el abuelo, por la enfermedad de los mosquitos. Al
poco tiempo nos vinimos a la montaña con el Bayo, papá se quedó en la ciudad.
Nos vinimos para curar mi tos, o eso decía mamá.
La
pantalla sigue encendida, un presentador habla sobre cómo hidratar cebollas sin
necesidad de dejarlas en remojo toda la noche. La señora que lo acompaña tiene
un extraño tono verdoso en la piel, mueve su cabeza asintiendo todo lo que
explica el hombre, sus rulos parecen resortes deteriorados, tardan en volver a
su lugar de origen en el peinado. Me miró al espejo, tengo el mismo tono que la
señora de la tele. Voy hasta el botiquín y saco la botellita de vitamina D.
Hace años que el sol no toca mi piel desnuda de bloqueadores. Las ojeras azules
ya son parte de la fisonomía de mi rostro. Pienso que combinan con el verde
piel y me río. Noto los dientes amarillentos del exceso de café y tabaco. Saco
la pasta blanqueadora y el cepillo. Mis manos trabajan mecánicamente durante
los 5 minutos del tratamiento de limpieza. Arriba, abajo, arriba, abajo. Le doy
importancia a las muelas, ya perdí tres en lo que va de mi vida. Las caries se
volvieron resistentes a los químicos. Todo evoluciona, mejora, se adapta. Esta
noche voy a tener que empezar la adaptación al nuevo empleo, todavía no sé por
qué le dije que sí. Quizás porque a la reclutadora se le movían los rulos de la
cabeza como perfectos resortes cobrizos, hipnóticos como la voz del presentador
que sigue hablando de cebollas deshidratadas en la tele.
Desplomo mi cuerpo en el sillón y pienso en
ella. Me quedo en las comisuras de sus labios, rosadas y tersas contrastan con
su piel blanca. No lleva maquillaje y eso me gusta. Cerca de la nariz un grupo
de pecas tienen la forma de las pléyades, el cinturón de orión en sus pómulos
se deforma cada vez que sonríe. Me pierdo, evado la realidad en cada palabra
que pronuncia. Su voz tiene un leve ceceo, algo ronca y de un tono grave para
ser mujer. Cierro los ojos y siento que por fin el sueño está llegando, la
reclutadora me arrulla, el sillón me acuna.
Lena
Reniú
Diciembre de 2020
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