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viernes, 4 de febrero de 2011

Vacaciones de las vacaciones


Hoy cuando nos vamos de vacaciones parece que fuéramos a cumplir la misión más difícil de nuestras vidas. Volvemos  peor de cómo nos fuimos. Parece que las hubiésemos tomado en Kosovo o en el desembarco de Normandía. Necesitamos unas vacaciones para descansar de las vacaciones
Con lo primero que nos encontramos cuando salimos es que en  las vacaciones aparecen todos los elementos, calor, frío, agua, aire, tierra, en todo su esplendor
El primero es el calor, nos quemamos tanto que cuando volvemos nos tienen que esperar con un matafuego y rosearnos, como a un corredor de autos. Tenemos que pasar primero por la estación de bomberos y meternos adentro del autobomba
También aparece otro elemento, que son los desconocidos, los otros vacacionantes. Tomemos el caso de un pariente cercano mío, que es un caso testigo del vacacionante argentino medio.  Lo primero que hace, conoce desconocidos que pueden ser sicóticos, maniáticos sexuales, asesinos en serie, y comparte asados con ellos, les deja a sus hijos, les da la dirección, el teléfono, y lo peor de todo ¡Los escucha! Cosa que no había hecho nunca con nadie. Y lo peor de todo aún, no tienen nada interesante para decirle. Ahí su entorno se empieza a sorprender porque jamás los escucha y ahora lo hace con alguien que no lo conoce nadie. Y lo que es peor, lo acepta, lo comprende. ! hasta lo admira. Y el desconocido no hizo ni el más mínimo merito para eso. Por suerte eso le dura poco; hasta que llega de las vacaciones y pone un pie en su casa, donde el mundo se acomoda y el desconocido vuelve a ser lo que era, un desconocido, al que jamás le va a atender el teléfono, por más que llame de China
 La otra cosa rara que le sucede en las vacaciones es con el agua. En su casa tiene el comportamiento de un gato. La odia, se mete en el baño cada cuatro o cinco días y no se lava la cara porque es con agua. Y en las vacaciones se obsesiona con el mar, un montón de agua helada, sucia, esquiva e incomprensible, algo que no hizo el más mínimo merito para esa obsesión. Quiere llegar, se quiere meter, quiere surfear, meterse con un caballo, tirarse con el auto de un puente. El mar por su parte no hace el más mínimo merito para mantener ese idilio. Está ahí, helado, inmenso, lleno de sal y peces, peligroso; y lo que es peor de todo para él, inutilizable
El primer día se tira, lo arrastran dos o tres olas, traga agua un par de veces. El segundo día se mete un ratito hasta los pies y no lo dice pero lo piensa “Que mar de mierda ¿Para que sirve?” Al tercer día ya ni lo mira, y no vuelve a notar su presencia por el resto de las vacaciones. Se vuelve un gran vacío simbólico, una parte más de su cotidiano. Lo ignora olímpicamente, es otra parte más del mundo que no es él. Y encima inmensa. Recién cuando se da cuenta de esto, piensa “Que desperdicio” Y se va pensando en no volver nunca más.

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