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domingo, 10 de abril de 2011

Cotidiano. Nuestra relación con las plantas



Nuestra relación con las plantas también es rara. Las respiramos, las comemos, las fumamos, construimos viviendas con ellas, nos abrigamos; pero no las respetamos. Son un shoping para necesidades básicas.  Hasta hay una terapia de relajación mental oriental, el ikebana, que es con plantas.
Y hablando del ikebana, lo que generalmente no se sabe es que el ikebana también es una medida de nuestro estado mental. Un día en medio de mi turbulencia mental se me ocurrió comprar una planta para hacer la terapia de cuidado de plantas, y ver si podía hacerme cargo de algo. El primer día era toda dedicación. El mundo era la planta. Estaba violando la frase “No dejes que la planta no te permita ve el bosque” Investigué, le di agua, la puse al sol, le hablé; pero fue solo ese día. Fue como si hubiese sido una relación de ocasión. Una semana después a la planta no es que le habían crecido bichos, le habían salido terodaptilos,  tenía tres dinosaurios herbívoros tratando de comerla. No le habían salido hongos, sino un plato de champignion con arroz y entrada de la casa, regado con un tinto. Y con el agua, lo único que podía salvarla era tomar un curso de dromedario.
La terminó salvando mi madre, que la adoptó. Yo me acordé dos meses después que tenía una planta, un día después de que me acordé como me llamaba y dos días más tarde que recordé donde estaba viviendo.

Quizás uno de los prolemas que tienen las plantas es que nosotros la elejimos, ellas no puede elejirnos. Esta por caso. Lo primero que debe haber pensado al verme ir a comprarla “Este me fuma al segundo día" o “Que futuro me espera con este, se creyó que el Tata Dios era una planta y se fumó siete” “Ahora hay que ver con que cera me envuelve”
Con ninguna, me olvidé que estaba

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