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sábado, 23 de enero de 2021

El viejo José (Relato corto)


 El viejo José fue viejo desde chico, esos chicos que son ancianos desde que nacen. Cuando los chicos jugaban él los miraba. Cuando empezaron a comprar juegos él no jugaba pero los guardaba. Y de vez en cuando les cambiaba uno por otro, o les compraba alguno. Era el dueño de las cosas, pero no por riqueza, sino por actitud. Cuando las cosas se fueron perdiendo en el crecimiento de la infancia, en el salto de etapas, que son como superficies superiores en una montaña, a todos les iban quedando las cosas de la etapa anterior en la etapa anterior,  José, las guardaba todas. Se metía en las etapas bien vividas, porque una etapa para ser saltada tiene que ser bien vivida, y recogía el bochinche  de cosas que habían dejado los que acababan de pasarla.

Así fue que el viejo José llegó a viejo y se quedó ahí, en la vejez con que había nacido, y en la etapa de guardar etapas. Andaba el viejo José con un guardapolvos por las plazas, en una época había sido placero, cosa que también desapareció, y también ayudante de una carpintería, y andaba con sus guarpolvos de trabajo, con los bolsillos gigantes de los costados. Y los bolsillos del viejo José estaban vivos, se movían, como si tuvieran  un ratón adentro, una pequeña lagartija. Y cuando uno le preguntaba ¿José, que tiene en el bolsillo? Nada importante, decía, unas bolitas. Y sacaba unas cuantas bolitas. Y si le preguntaban ¿Cuántas tiene?  José se ponía a sacar, y sacar y sacar y sacar, hacia una pila de bolitas de la altura de èl delante de nosotros, como si ese bolsillo se metiera para abajo, pero para adentro él para atrás, y estuviese trayendo las bolitas esas del pasado. Si, se decía que el viejo José tenía un bolsillo mágico que guardaba todo lo que añorábamos ¿José, tiene pelotitas saltarinas? le preguntaban. Y èl sacaba diez, veinte, miles de pelotitas saltarinas, haciendo desaparecer en el bolsillo el brazo hasta el hombro. Se decía que el viejo José tenía un bolsillo mágico, pero además tenía cierto ritmo lento que le permitía no dejarse llevar por lo urgente que se iba presentando, y quedarse en el ritmo normal de las cosas. Eso decía José, en el ritmo normal de las cosas sigue habiendo bolitas, bomberos locos, bucaneros, solo que en la velocidad con la que vamos, no la vemos. No se ve nada de los costados a esa velocidad, solo el frente de un mundo que se hace más pequeño. Frenen un poco y van a ver que todo lo que buscan está en algún lugar, decía José, y metía la mano en el bolsillo y sacaba un TEG, un Ludo Matic, una Pileta Pelopincho tres veces más grande que él, y hasta un día lo vieron sacar un metegol completo, del pequeño bolsillo de centímetros. Eso sí, revolviendo  y buscando con la mano en el pequeño bolsillo, y pegando unos cuantos tirones, hasta que salió

viernes, 22 de enero de 2021

Preguntas (Relato corto futbolero)


El nueve se quedó congelado con la pelota en los pies, no se movió un centímetro más como si el referee le hubiese pitado un penal. El dos el sacó la pelota mansita de los pies, como quien saca una pelota que queda enganchada en un alambrado. La corrió muy despacio hacia atrás con la puntita del botín, la enderezó y empezó el ataque. El nueve se había encontrado con el defensor existencial, un particular dos del futbol local que le hacía preguntas existenciales y filosóficas a los delanteros. Allá, casi contra el banderín del córner, cuando lo había ido a marcar, le había preguntado

- ¿Existe la realidad o es algo que se forma en la mente?

Muchos consideraban esa jugada un hayku futbolístico, una acción que desconcentraba a la mente, cortaba el flujo de los pensamientos, los detenía, y los obligada a encontrarse con el presente. Una especie de meditación japonesa, del budismo zen, pero adaptada al fútbol. A todos los delanteros les pasaba lo mismo, dejaban de concentrarse en el partido y se quedaban pensando largos minutos en la pregunta

Mucho habían hecho los técnicos de los equipos rivales para frenar la estrategia del defensor existencial, pero el que más se había ocupado de eso, era el técnico del Atlas, un tipo también sabio, que había jugado la final del campeonato con Deportivo Archinda.  Había estado meses preparándolos, les había llevado a sus jugadores a los mejores filósofos, politólogos, sociólogos, para que les enseñaran las respuestas básicas a algunas preguntas filosóficas. Ante la pregunta del dos, el delantero iba a responder de manera más o menos automática e iba a seguir la jugada.

La primera oportunidad de esto se vio empezado el partido, cuando el nueve de Atlas se fue solo contra el dos, y el dos se le pegó cuerpo a cuerpo y le dijo

- ¿Hay matemática en el universo o es una creación de los hombres?

Esperando el detenimiento, el hayku, la maduración para el delantero, una ampliación de conciencia, y quitarle la pelota, como quien le quita un helado a un niño. Pero el dos le respondió de manera automática

-Todas las respuestas a esa pregunta son validas

Y después tiró la pelota por un costado del defensor, y la fue a buscar el otro

No entendió que había pasado, primera vez que sus preguntas socráticas eran respondidas de manera automática y desactivadas. No había logrado generar un hayku en la mente del rival, sino todo lo contrario, el hayku se le produje a él, que se quedó quieto en el lugar, como si se hubiese lesionado. Algunos compañeros se acercaron a preguntarle si estaba bien. Hizo que si con la cabeza y se puso a pensar que había podido pasar. Miró el banco de suplentes del equipo rival, vio a su técnico riendo y se dio cuenta que él estaba atrás de todo. No tuvo mucho tiempo de acomodarse, enseguida le tocó cruzar a la derecha a encerrar al siete, que se le había escapado al tres

-Lo que verdaderamente cambia la mente de las personas es la voluntad, está comprobado por neurólogos- Dijo casi llegando a él y poniendo el pie para que la pelota le rebotara y se fuera afuera

-La neurología es el paradigma actual, ley de Kun. Todos los paradigmas se justifican solos y dominan el saber de un época. Los investigadores solo selección los datos que sirven al paradigma. Pensamos en paradigmas pero esa no es la realidad- Le dijo el siete, después de levantarle la pelota y esquivarle el pie, en toda la carrera que hizo hasta el arco, con el dos existencial corriéndolo de atrás. Después de escuchar el remate de la frase los paradigmas de Kun  escuchò el grito de gol de todo el estadio.

Las sensaciones eran distintas, le molestaba que su método ya no funcionara, le molestaba ya no quitar pelotas, le molestaba mas no fabricas haykus en las cabezas de los delanteros. Pero le gustaba que todo el equipo rival hubiese tenido que ir a estudiar epistemología para neutralizarlo

Con un vendaval, de esos equipos que hacen todo enseguida, en los primeros 20 minutos, enseguida le toco salir a cubrir la subida al campo de juego del cinco, que había rebasado la línea de los mediocampistas y avanzaba derecho a él. Probó con lo que prueban todos los sabios cuando se ven rebasados en su filosofía: Latín. Se le parò de frente y le dijo

-Vini vidi

-Vici- respondió el delantero  y le empaló la pelota de sombrero, que le pasó por arriba de la cabeza y la mirada, le cayó adelante al once que había tirado una diagonal al área, y la acarició ante la salida del arquero. Dos a cero. Mientras el griterío ensordecedor del estadio bajaba hasta los oídos de ellos. El cinco le completó

-Vini vidi vici, es el mensaje que mando Julio Cesar en latín a  Roma después de haber vencido en una de las batallas en tierra neutral. Quiere decir: Vine vi venci

Y esos era lo que estaban haciendo los rivales con èl, yendo, viendo y venciendo. Era un tipo demasiado inteligente para no darse cuenta que iba a ser vencido en toda su extención, y que su método, adaptado y con variantes, ya no iba a funcionar. Aun así siguió probando

A los 30 minutos del partido, en una esquina, contra el ocho, probó la comprobadísima: Te están llamando. Señalándole a un costado de él, para buscar no ya un hayku sino una leve distracción que le permitiera pasarlo, pero el tipo ni se inmuto. Así fue cayendo en la calidad de sus métodos distractivos. A los 40 minutos probó la de hacer que se iba a atar los cordones para que todos pararan y èl y se fuera solo hacia el arco, método de campito, que había dejado de funcionar, no por malo, sino por tanto usarse. Hacía ya unos 50 años. Había tenido un leve éxito  a los 42, el de honor, con un:  Dámela. Que le había gritado al 11 rival, que sin mirar y pensando que era un compañero, le había pasado la pelota. Pero fue una tormenta de verano, se dio cuente enseguida que ya no era su tiempo cuando el 10 le amagó para ir para un lado, se fue por el otro, y el agarrado del primer amague salió corriendo para el lado contrario en dirección contraria ¿Vas al kiosco? Le preguntó de pasado el 10. Y el colofón final de su debacle fue el final de esa misma jugada que termino en penal, cuando antes de tirar el penal, como siempre se le acercó al pateador rival a distraerlo, cosa que hacia recurriendo a dichos de Levi Strauss, planteos de Freud, reformas de Gransci. Él, y eso le encantaba, en ese momento del penal usaba portulanos de los pensadores reformistas de doctrinas para peguntar si estaban bien. Cosas como ¿La revolución es cultural? ¿La economía decide las relaciones en la superestructura o la superestructura puede afectar al base económica? O cosas más simples para el pensamiento deportivo, pero no por eso no dotadas de una compleja profundidad, como ¿Aristóteles o Platón? ¿Hobbes o Rousseau? Y algunos leves conocimientos del taoísmo, y palabras aisladas del chino mandarín. Pero fue en ese penal, en el que se dio cuenta se decadencia, volvió a su más tierna infancia, a sus comienzos en las confusiones y las tretas de los campitos, a su esencia. Se le acercó y le dijo: No vale fundir. Le salió de adentro, eso significaba que había llegado hasta el fondo y no quedaba nada que había ido descartando todo lo otro en el debacle, que se había ido despojando de todo lo aprendido, de todas sus ropas, de sí mismo, y que había llegado hasta el de niño, a su más tierna infancia. Al engaño más dudoso y más llorón pero más incomprendido de todos. Porque ese: No vale fundir, si bien escondía la mezquindad que el delantero pateara despacio y errara el gol. También escondía el altruismo del cuidado de la humanidad del arquero rival, el gesto caballeresco del futbol. Y hasta una enseñanza para el propio pateador, las cosas pueden ser más suaves más simples. Cuando se escuchó decir eso, y se le vino a la mente el : No vale tomar carrera, que por suerte no se lo dijo, sobre todo porque la carrera que tomó el delantero fue de exagerada para arriba. Se dio cuenta que había sido deconstruido totalmente, y que había sido, ya no lo era

Él solo, sin mirar el penal, en silencio pero tranquilo, se fue de la cancha, con el vaciamiento de lo que era empezó el lleno de lo nuevo. No se quedó a escuchar el penal, se fue pensando sí, que en la derrota, como le había escuchado decir a un técnico un día, era donde más aprendía uno