Funciones de terceros

sábado, 25 de diciembre de 2021

Joaquín (Novela)

 

 


                    Capítulo uno

 

       En el pequeño comedor de una casa se encuentran dos personas, un hombre y una mujer, con un bebé en una cuna. El bebé está dormido.

—Mirá, se durmió Joaquinito, fíjate, se mueve ante cualquier ruido, este chico está atento a todo. No descansa un segundo. ¿Vos lo viste?, ¿vos lo viste? ¡Qué concentración! Este chico mínimo va a ser presidente, míralo.

—¿No será mucha presión que le estás metiendo de chico? —dijo la madre.

—¿Qué presión?

—En la última semana subiste tres fotos de él. Una decía “El próximo presidente”, en la segunda “El hombre que va a llegar a Marte”, y en la tercera “El próximo Messi”.

—Lo dice la camiseta. Tiene una camisetita que atrás dice Messi —dijo el padre.

—Como todos los nenes del mundo.

—Porque son impostores y al que realmente no le pesa la camiseta de Messi es a él. ¿No ves que los otros están todos agachados, encorvados? La camiseta les pesa kilos.

—Está hecha con tela liviana, querido.

—¿Todos los nenes tienen una camiseta que dice Messi? Entonces le vamos a poner una que dice: “Messi, Neymar y Luis Suárez todos juntos”. Ya me la hicieron —dijo el padre, mientras saca una camisetita que atrás dice: “Este chico es Messi, Neymar y Luis Suárez, todos juntos” y se la pone—. Le queda justa.

—En qué lugar estás poniendo a tu hijo. La semana pasada decías que jugaba bien porque había mirado una pelota. ¡Mirado! Se movió una pelota y la miró. Ahora tu hijo es la delantera del Barcelona. La mejor delantera de la historia del Barcelona.

El hombre se para, se mueve, mientras dice:

—Corrijo, corrijo, este chico es Messi, Neymar y Luis Suárez, todos juntos; y además Iniesta —saca una camisetita que tiene esa leyenda, se la pone al hijo y añade —: ¿y qué hago de mal en irle desde ya desarrollando una vocación?

—¿De presidente? —preguntó la madre.

—Claro que sí. No hay vocación de presidente, todos lo hacen sin vocación. Llegan al cargo sin experiencia, la hacen durante el cargo, se mandan todas las cagadas y cuando ya la tienen, por ley tiene que venir otro. Nosotros hicimos una ley que dice que cuando un tipo tiene experiencia para hacer algo, no lo tiene que hacer más; sino alguien sin ella, hasta que acumule los conocimientos. Luego vendrá otro y se repetirá lo mismo. Es como tener una empresa de remises: agarrar a un tipo que hace veinte años que maneja y ya se las sabe todas y decirle: vos hace mucho que manejas, tiene que manejar alguien que no sepa. Y poner alguien que no manejó nunca. ¿Va a chocar?

—En la esquina.

—Exacto. Eso lo va a arreglar el presidente Joaquín.

—¿Quién es el presidente Joaquín? —dijo la madre.

—Él —dijo el padre, señalando al bebé.

—¿No le estarás cargando mucho?, ¿no estarás poniendo expectativas en el chico de cosas que no resolviste vos? Para ser suave, ¿no estarás viviendo su vida?

—¿Quién está viviendo su vida? —dijo el padre mientras comía la papilla del bebé.

—Le estás comiendo su papilla, le tomaste dos mamaderas hoy, jugaste un rato con los ladrillitos.

—¿Qué tiene de malo que un padre sea amigo de su hijo? Ahora lo que faltaba: que esté mal que un padre sea amigo de su hijo.

—No nos engañemos. Los hombres que dicen que son amigos de sus hijos hacen algo mucho peor y más egoísta: tratan a los hijos como adultos y a ellos como niños. Les piden hacer cosas de adultos, mientras ellos hacen las de niños. Le quitan al niño su niñez, volviéndose niños ellos. No digas amigo de su hijo, decí amigo de sí mismo. Vos no querés ser amigo de tu hijo.

—¿Quién no querría ser amigo del presidente?

—¿Cuál presidente?

—Él —dijo el padre señalando nuevamente al bebé —. El próximo presidente.

—No le cargués a tu hijo una carga de expectativa tan pesada.

—¿Quién dijo que es pesado ser presidente? Puede hacer lo que quiera, puede  renunciar en cualquier momento, tiene un helicóptero para irse… Además, ¿subestimás al bebé? ¿Para vos no puede ser presidente? ¡Qué buena madre, cómo quiere a su hijo! No quiere que sea presidente.

—¿Qué madre que ama a su hijo querría que fuera un presidente?

—Si no lo hacés por él, hacelo por el país. El mejor presidente de la historia del país y vos querés reprimirlo de chico. ¿No serás una espía de otro país?

—El mejor presidente de la historia del país. ¿No se te estará yendo un poco la mano?, tiene siete meses.

—Para eso lo estoy preparando —dijo el hombre mientras empieza a leer la Constitución Nacional y continuó—: esta es la Constitución Nacional, es lo que vos tenés que defender: “ Nos los representantes…”

—Dejate de joder, no va a ser el presidente.

—Por fin mostrás la hilacha, no querés que sea presidente. ¿Quién querés que sea presidente?, ¿tu sobrino, el hijo de tu hermana?

—Pero si mi sobrino tiene dos años.

—Dos años más para armar la carrera, nos tenemos que apurar —se para, camina, piensa—. Ya mismo necesito un encuesta de imagen, acá hace falta un sondeo nacional, a ver quién mide mejor, él o tu sobrino. Ya empiezo —levanta una planilla que hay en la mesa y apunta con un lápiz que tenía en la oreja. Mira a su esposa y le pregunta—: si él se postulara para presidente, ¿lo votarías?

—Claro que sí, soy la madre.

—Yo también. Acá en este cuarto, en esta región, gana por robo, cien por ciento de los votos.

Va hasta un pizarrón que está al lado de la heladera, donde anotan las compras que hay que hacer, agarra la tiza y escribe: “Joaquín presidente vs El zángano del sobrino de mi esposa”. Luego escribe dos votos a Joaquín.

—Esta región es una pieza, y somos los padres. ¿No estarás regionalizando mucho el país?

—Ahhh, centralistaaa... Mirá la porteña. ¿No existe el federalismo, no existen las regiones, la capital es todo?

—Regionalizaste el país en una casa. Si todas las casas van a ser una región, este país va a tener 3 millones de regiones.

—Te digo más, no solo esta es una región, sino que es una región autónoma. Voy a pedir autonomía de la casa de Joaquín ya. Independencia de Moreno al 38. Nueva nación en el mundo Moreno al 38, con el presidente Joaquín.

—¿Ahora sos separatista vos? ¿Querés separar esta casa de todas las casas del mundo?

—Vos dijiste que estamos solos, que estamos aislados en el mundo, que nadie nos ayudaba, que afuera es un campo de batalla. Vos sos la separatista. Y cuando yo quiero separar esta casa ahora vos sos centralista, ahora vos querés que hagamos de todos los países uno, la representante de la globalización.

—Qué te la das de separatista si vivimos en la casa de tu vieja. Si no te fuiste de su casa, entonces ¿de qué te separaste vos? Te lava la ropa y te hace la leche. Todavía no te separaste de tu infancia. ¿De qué te vas a separar vos? Y un cuarto, una pieza, dos personas y encima los padres, no es una tendencia de presidenciabilidad.

—A ver Lucrecia, yo tengo los números acá de Joaquín: hasta ahora, en el sondeo de encuesta que hice, está ganando por el cien por ciento. Lo tuyo es una opinión, estos son números. Acá gana cien por ciento. Lo tuyo es una especulación, esto es un cómputo. Lo tuyo es prensa, esto es estadística. Estamos hablando de un estadista, este chico es un estadista.

—¡Y esa encuesta que estás anotando ahí no es una encuesta seria! Las encuestas tienen que ser objetivas y acá se ve algo de parcialidad —gritó la madre, enojada.

—¿Cuál es la parcialidad? Esta es una encuestadora seria, no está manchada por su historia, la acabo de constituir hace dos minutos.

—Uno de los candidatos dice “Presidente Joaquín”. ¡Ya dice presidente, y es el hijo de encuestador! Y el otro dice: “El zángano del sobrino de mi esposa”. Hay una leve noción de parcialidad en esos dos conceptos —replicó Lucrecia, señalando el pizarrón.

—Ahora si vas a manchar cada encuesta de opinión que hable de mi candidato…

Luego de un momento de silencio el padre comenzó a dar vueltas alrededor de la mesa y pensando en voz alta: “Presidente Joaquín, ya está, ganamos volando, ya la ví, no sé cuándo lo voy a largar a la prensa. No tiene que hacer nada que le reste imagen, olvídate del provechito después de la mamadera, no está bueno que eructe un presidente, no tiene que hacer caca. Lo siento, así es el manejo de imagen. ¿Viste alguna nota sobre un presidente haciendo caca? No, la caca en un presidente no vende; se mandan cagadas pero de otro tipo”. —De pronto sonó el timbre, pero el hombre continuó—: “ya se enteró la prensa. Vos largás un sondeo de imagen, te va bien y tenés la prensa encima, que necesidad de éxito, que necesidad de salvadores hay en este país”.

—Voy a atender —dijo la madre levantándose de la silla.

La mujer va a atender, y cuando está saliendo del comedor, el hombre grita:

—No vamos a dar notas. Joaquín no va a hacer declaraciones. Estamos esperando los cómputos finales.

Al ratito vuelve la mujer con un amigo de la pareja. El amigo saluda, entra al comedor, seguido por la mujer.

—Hey. Jorge —saludó Federico al padre del bebé—. ¿Quién no va a dar declaraciones?

—Federico, ¿cómo andas? —Respondió el padre—. Hablaba de Joaquín. Le estamos armando la campaña de presidente. El próximo presidente.

—A Joaquinito, yo lo voto, contá conmigo.

—Apa, esto ya toma otro color, otro voto, este chico es presidenciable.

—Claro que es presidenciable. Mirá lo que es, un santo. Antes de los que están ahora, tres votos le pongo.

—Tres votos, cinco ya acá. Este candidato tiene un potencial.

—¡No se puede tres votos! Es fraude, es un voto cada uno —intervino la madre.

—¡Cómo avanza esta carrera! Recién comienza y los rivales ya están hablando de fraude de Joaquín.

—¿Qué? ¿No lo vota? —preguntó Federico con sorpresa.

—Sí… sí lo vota, es la madre, pero quiere que gane otro: el primo.

—¿El primo? ¿El que conozco yo? No le gana ni mamado.

—Lo de Lucrecia es solo una opinión. Acá tengo un sondeo de imagen, una proyección de candidato, gana por el cien por cien de los votos en esta región. Vos acabás de llegar, lo votás, siguen llegando los cómputos de las distintas regiones y la brecha entre este chico y sus rivales se hace más grande.

—¿De qué diferentes regiones hablas, si no salimos de este cuarto? —preguntó la madre.

—¿De dónde sos vos? —preguntó el padre a Federico.

—De Pompeya —respondió este.

—Acaban de llegar datos de Pompeya, gana por el cien por ciento de los votos escrutados.

—Y Villa Dálmine, donde están mis viejos, que adoran a Joaquinito —agregó Federico—. Le preguntás si lo votan de presidente, te dicen que sí. ¿Cómo no lo van a votar? Mirá lo que es ese santo,

—¡Y Villa Dálmine también! ¡Queridaaaaaa! —grita el hombre a su esposa como si estuviera lejos, teniéndola al lado.

—Acaban de llegar datos positivos de Villa Dálmine, en Villa Dálmine tendría algunos votos, en Villa Dálmine parece que tiene imagen positiva. Escucháme querida, un Pérez con imagen positiva en Villa Dálmine, parecía que nunca iba a pasar, con la imagen que dejó tu tío, el estafador, cuando pasó por ahí. Estamos revirtiendo años de imagen negativa en Villa Dálmine, estamos entrando a distritos donde los Pérez no podían entrar gracias a tu tío. Este chico está haciendo historia.

—Se me pone la piel de gallina, este chico tiene un éxito —dijo animoso Federico. Y luego preguntó—: ¿y en esta región?

—En esta región arrasa.

—Esta región es esta pieza, somos nosotros tres, su entorno —dijo la madre con moderación.

—¿Viste lo que es el potencial de este chico? Todavía no empezó y ya tiene oposición, ya la oposición está criticando cada sondeo de imagen. Esta región es una proyección, somos personas iguales a todos, así que como votamos nosotros, van a votar todos. ¿O no votamos siempre más o menos como votan todos? Cosa más, cosa menos, todos votamos siempre más o menos lo mismo. Es lo más lógico del mundo que si nosotros votamos a este chico, todos lo vayan a votar. Si siempre votan todos más o menos como votamos nosotros.

—¿A Joaquinito de presidente? Todos los muchachos de la barra lo votan —afirmó Federico—. Elbita, mi esposa, lo adora, ¿cómo no lo va a votar? Cuando se entere que se postula Joaquinito se va a poner contenta.

—Más votos. Acá se está armando algo grande. Este chico tiene una proyección impresionante. Mirá, tengo la piel de gallina yo también. Los postulamos para presidente, un mandato, después que presida la ONU. Le enseñamos inglés, con la María de acá a la vuelta, que habla inglés, lo hacemos ciudadano de EEUU, se postula, y en unos años es presidente de EEUU.

—Joaquinito presidente de EEUU, yo lo voto; la Elba también.

—Federico no podés elegir al presidente de EEUU —aclaró la madre.

—Con todo respeto Lucrecia —replicó Federico—, estás en tu casa, no te quiero contradecir; Pero, ¿por qué no puedo elegir al presidente de EEUU si ellos eligen el nuestro?

—¡Que lógica impresionante, sos un Joaquinista!

—Porque así funciona el mundo —respondió la madre.

—Algo que va a cambiar Joaquín, primer presidente latino de la historia de EEUU—contestó el padre—. Ella es una Adrianista, por Adrián, el primo —continuó.

—Adriancito no le llega ni a los tobillos a Joaquinito. Adriancito te puede llegar como mucho a gobernador, pero de ahí no pasa. Yo me pondría del lado de los Joaquinita —dijo Federico.

El amigo va hasta la cuna, mira al bebé y le dice:

—Señor presidente, ¿cómo le va? —se queda pensando y se pregunta—: phaaaa, ahora que lo miro a Joaquín que le va tan bien, pienso ¿cómo será ser un presidente? —Sigue pensando y le pregunta al bebé—: ¿me va a dar un ministerio?

—¿A vos?, jefe de gabinete —respondió el padre.

—Phaaaa, ya mismo llamo a Elba y le digo que voy a ser jefe de gabinete. ¿Puedo elegir mi propio equipo, no? Porque Luciano está sin trabajo, lo meto por ahí en el gabinete.

—Luciano, tu hijo, Lucho, Luchito, ¿mi ahijado? —preguntó el padre.

—Sí.

—Me ofendes, Luciano tiene un ministerio. Va a ser ministro de economía.

—Ya corro a avisarle a Luciano.

—Paren un poco, hay tantas cosas para traerlos a tierra que no sé por dónde empezar. Paren un poco, porque a medida que hablan le suman y le suman más absurdos, y en un momento no tengo por donde meter la realidad. Vamos por partes. María, la de la vuelta no sabe inglés, sabe una palabra que la dice todo el tiempo, “ok”. Yo la sé también. No empiecen a repartir cargos, si todavía no ganaron, este chico tiene seis meses. Y Luciano, tu hijo, mi querido Luciano, que lo tuve en brazos cuando tenía días, sabe hacer muchas cosas, es un chico divino, pero no puede ser ministro de economía, se llevó contabilidad todos los años del secundario y debe contabilidad de los tres últimos, todavía cuenta con los dedos los caramelos —expuso la madre.

—¡Qué mejor para un ministro de economía que no saber contar! Si todos los ministros de economía supieron contar nos fundimos, es mejor poner uno que no sepa. Te lo digo yo, no solo va a ser ministro de economía, va a ser el mejor ministro de economía de la historia —respondió el padre.

—Mirá vos el lucho che, no sabía que tenía esa capacidad. Me siento orgulloso, no sabía que iba a ser el mejor ministro de economía de la historia —agregó Federico.

—Joaquín presidente, Luciano ministro de economía —repitió Federico—. Ya hay que llamar al cacho, hay que decirle que Joaquinito va a ser presidente, se va a poner contentísimo.

—Decile que venga, decile que venga, por ahí ganamos otro voto —dijo el padre.

El amigo se para, saluda a Joaquín con respeto:

—Señor presidente, me retiro, ya vengo. No sé cómo saludarlo, estoy nervioso, nunca estuve ante un presidente.

La madre pregunta dudando:

—¿Vos decís que el Joaquín, mi bebu, va a ser presidente?, ¿vos decís? ¿Me lo tengo que creer?

 

Capítulo dos

 

Siguen el padre y la madre con Joaquín en el pequeño comedor. Mientras ella está acomodando algunas cosas, el padre está haciendo escuchar el himno argentino a su hijo.

—¿Podés parar con ese himno nacional? Es la sexta vez que lo ponés

El padre, de pie delante de Joaquín y con la mano en el corazón, le responde:

—Para que se acostumbre. Cuando sea presidente lo va a escuchar dos o tres veces por día. Y el mundo, Lucrecia, es de quienes manejan los gestos. Y el cómo un presidente acompaña el himno nacional es todo. Si un presidente no sabe escuchar el himno nacional no sabe nada. A un jugador de la selección casi lo echan por no saber escuchar el himno nacional. El mundo es un lugar de gestos Lucrecia, no de hechos. ¿Todo te lo tengo que enseñar?

—Caradura, no sabías usar el cajero automático, te enseñé a usarlo ayer. Sacale la escarapela a ese chico, que no es 25 de mayo.

—Un presidente que cuida a su país usa la escarapela todos los días. Para un presidente como Joaquín todos los días es 25 de mayo.

Se escucha el timbre y ella va a atender. Enseguida vuelve con Federico y Cacho. Entran los tres, los dos amigos saludan al bebé.

—Señor presidente —saluda Federico.

—Señor presidente —imita Cacho.

Cacho es técnico de fútbol y está vestido de ropa de gimnasia: un conjunto Adidas antiguo, bordó y chancletas Adilet.

—¿Ya sabe Cacho? —preguntó el padre.

—Cómo no voy a saber, lo sabe todo el barrio, te felicito. El Joaquinito presidente, yo lo voto, y la Elidia, mi esposa, también.

—Elidia no es más tu esposa, se separaron hace cinco años —corrigió la madre.

—Igual lo vota, yo le digo que lo vote, lo vota, hace lo que yo le digo —refutó Cacho.

—No te atiende el teléfono y no te habla —respondió Lucrecia.

—Lo vota igual, hace lo que ella quiere, y va a querer votarlo.

—La Elidia está en España.

—Lo vota en Españaaaa —respondió el padre del bebé.

—¿Va a ser Presidente de España también? —preguntó Federico.

—La carrera de este chico no para de crecer. Si no pasa nada raro va a ser presidente del mundo.

—Me gusta cómo suena: “Presidente el mundo” —dijo Federico.

Cacho carraspea y pregunta tímidamente:

—¿Ya tienen ministro de deportes?

—Sí —respondió el padre.

—Qué lástima, le deseo lo mejor —respondió Cacho, resignado.

—Vos —dijo el padre mirándolo con alegría.

—¡Que grandeee!, llegué a ministro de deportes, y me fue mal en educación física.

—¿La carrera? —preguntó Federico.

—Del secundario, me llevé educación física de quinto año.

—Pará pará pará —interrumpió Federico—. ¿Ministro de deportes de qué país? Porque este chico puede ser presidente de tres países: Argentina, EEUU y España.

—Bueno, qué se yo, a mí me tira argentina, pero EEUU gana todas las olimpiadas. Qué joder hombre, Argentina.

—Que sea de los tres países. Si Joaquinito es el presidente, hacemos lo que queramos.

—Pará un segundo, yo como entrenador de fútbol no le puedo poner un voto a alguien que no sepa jugar al fútbol. ¿Joaquinito sabe jugar al fútbol?

El padre agarra la pelota, se pone la camiseta del Barza de Neymar, Federico se pone la de Luis Suárez. Agarran a Joaquinito en brazos y salen caminando. Joaquinito tiene una que dice: “Joaquin. El Messi de los presidentes”.

—Vamos a pasar al desván —invitó al padre.

Cacho se pone la de Iniesta y los sigue…

 

 

Capítulo tres

 

Están los tres amigos con el bebé en el pequeño desván que está al lado del comedor. Se escucha el himno del Barza, Joaquinito está en la punta del desván en un cochecito para bebés, ellos están en la otra punta con la pelota.

—No sólo sabe jugar al futbol, es un adelantado, tiene un don mágico —dijo el padre.

              —No no no, es increíble lo que hace este chico —agregó Federico.

              —Bueno, muéstrenme —pidió Cacho—. Se lo tenían guardado, ahora me llené de

Expectativas.

              El padre le tira la pelota despacio a Joaquín (que no hace nada):

              —¿Ves? —agregó el padre.

              —No hace nada —respondió Cacho.

              —Juega sin pelota. ¿Cuántos jugadores juegan sin pelota? Ya ninguno, él juega sin

pelota —explicó el padre.

              —Se me pone la piel de gallina, estamos ante algo histórico —mencionó Federico.

              —Mirá, mirá, pasa desapercibido, desaparece en la cancha, se le pierde a los marcadores, lo dejan, no está... —continuó el padre.

              —No sé, puede ser… —duda Cacho.

              —¿Vos lo marcarías si fueras su rival?

              —Y no, no hace nada.

              —Lo mismo le pasa a los marcadores, lo dejan, lo pierden. Y cuando te querés acordar, pum, te la mandan a guardar.

              Federico se agacha y le hace una reverencia, luego pregunta:

              —¿Es cierto que ya te lo pidió el Barza?

              —Hubo algunos contactos, hablé con un primo que es socio, no del Barza sino de una filial del Barza de Morón. Hablé... lo saludé... no le dije nada todavía. Así, con la mano, en la calle... de lejos... no me vio. Pero ya está, ya está... —dijo el padre. Luego patea de nuevo la pelota que pasa cerca de Joaquín. Joaquín no hace nada.

              —Es un fenómeno —dijo Federico con admiración.

              —¿Qué hizo?, ¿qué hizo? Fue tan rápido que no lo vi —preguntó Cacho.

              —Nada, no se le va a la pelota encima, no se lo come el vértigo, piensa, espera. Está esperando, hace la pausa.

              —¿Bueno, pero este chico va a ser el mejor futbolista de los historia, o va ser presidente? —preguntó Cacho.

              —Aunque nos tire el futbol, nos llama el deber. Este chico va a ser presidente —dice el padre, mientras que de fondo se escucha el himno nacional. Luego agregó—: Mirá a la madre, se hace la que no quiere, pero pone a cada rato el himno nacional.

              —¿Cómo se le dice a la madre? La primera madre supongo, si la esposa es la primera dama.

              —No sé si suena bien la primera madre, suena medio cachengue, suena como que hubo muchas madres —acotó Cacho.

              —¿Vamos a hacer campaña?..—invitó el padre.

 

 

Capítulo cuatro

 

              Los tres amigos, con Joaquín en brazos del padre, van hasta la casa de uno de los vecinos. Los tres tienen puestas camisetas del Barza, Joaquín tiene una que dice: “Joaquín presidente”. Tocan el timbre y abre el vecino, que es músico, con una trompeta en la mano.

              —¿Qué es esto?, ¿una filial del Barza? —preguntó el vecino.

              —¿Cómo le va vecino? Usted sabe cómo le va al país, usted sabe que el país necesita un cambio. Estamos haciendo una visita a los vecinos para charlar, ver que necesitan, que problemas tienen. Usted sabe que el país necesita sangre joven. Venimos con el candidato a presidente a pedirle su apoyo —djo el padre.

              —¿Cuál de ustedes tres?

              —Nosotros no. Él, Joaquín —respondió el padre, señalando al bebé.

              —¿Él? Mirá lo que es, que divinooooo. Lo voto, sí, con los ojos cerrados.

              —Muchas gracias —respondió feliz el padre. Una vez que el vecino cerró la puerta, se vuelve y les dice—: ya hicimos todo el barrio. Nos comprometieron el apoyo. Volvamos.

             

 

Capítulo cinco

 

              Luego de un año, la casa de Joaquín se había transformado en una unidad básica. El pequeño comedor es un bunker de campaña. Se ven allí el padre, la madre, los dos amigos y el vecino con remeras de Joaquín, escuchando los cómputos. El padre toma la palabra:

              — Ya hace un año que empezamos con este sueño de poner a Joaquín de presidente y la gente ha respondido como esperábamos. Hemos encontrado una brecha jurídica en la constitución que no dice que no pueden ser presidentes los chicos de un año. Y a pesar de todos los esfuerzos de la oposición, estamos acá, en los cómputos finales. Sea cuál sea el resultado hemos ganado.

              Se escucha un relator de radio que dice:

              —Según los cómputos finales el próximo presidente va a ser Joaquín.

              Todos festejan, excepto Joaquín que no entiende qué pasa.

 

Capítulo seis

 

              Cuatro meses más tarde, en el pequeño desván donde jugaban al futbol, una radio suena sola, de ella sale la voz del locutor de radio nacional que anuncia:

              —Tendencia mundial después del caso de Joaquín en Argentina se sucedieron los casos de presidentes niños en el mundo; A Washintito, el presidente uruguayo de dos años, se le sumó Junior, el presidente brasilero de tres. Después llegaron la presidenta venezolana y la boliviana de dos años. Y luego llegó el sorprendente caso de Michael, presidente de EEUU de seis meses, latino, negro y con ascendientes nativos. Cuba a la vanguardia de todos eligió de presidente a un niño que aun está en la panza. Los cubanos están sin gobierno, en la dulce espera, esperando que nazca su presidente.

              El mundo encara una nueva época donde a los periodos de derecha e izquierda, de neoliberales y populistas que gobernaban los países, se le sumó el periodo donde al mundo lo gobiernan los niños. Después de los últimos mandatarios niños de la comunidad europea, hoy va a ser la primera cumbre mundial de todos estos presidentes en las oficinas de Pixar.

 

Capítulo siete

 

              Lo que pasó enseguida en la presidencia de Joaquín aún está en los debates de los anales de la historia y los historiadores. Como era de esperarse, aparecieron distintos tipos de historiadores a contar distintas historias. Y también aparecieron historiadores a contar la historia de los historiadores, e historiadores y libros a contar la historia de los que cuentan la historia de los historiadores y cómo la cuentan. La mayoría de los libros que se guardan de la presidencia de Joaquín son libros sobre los historiadores de la presidencia de Joaquín, y lo que más se conoció de su época, fueron sus historiadores, que tenían que dar a conocer la época. Se la conoció como “La época de los historiadores que dan a conocer la época”; y no porque no pasó nada, pasó mucho. Pero en esa sociedad, de a poco, la historia, comenzó a ser la historia de los que miran la historia. Y el relato, más que los pequeños relatos de las grandes cosas, empezó a ser los grandes relatos de las pequeñas cosas. Pero aún se guardaron, perdidos en algunas bibliotecas, algunos libros de la época del presidente Joaquín, narrados por historiadores revisionistas, o historiadores de la nueva historia, lo que era una contradicción, porque si era nueva no era historia.

              A pesar de que lo habían votado, y lo habían votado con furia y con pasión, con energía, tanto como para llevarlo a presidente; al país y a los periodistas les costó acostumbrarse a un presidente bebé, más allá de que buena parte de sus presidentes anteriores no eran mucho más maduros que él. La primera conferencia de prensa fue una demostración de esa paciencia que iban a necesitar todos para comenzar ese periodo. En la primera conferencia de prensa de Joaquín, este estaba sentado en la mesa de conferencias de la sala de conferencias de la casa de gobierno; literalmente sentado en la mesa (los bebés se sientan en las mesas). Y todos los periodistas que querían quedar bien con Joaquín desde el principio, en vez de sentarse en las sillas, hicieron lo que hizo él, se sentaron en la mesa. Esa conferencia se conoció como “La conferencia de las mesas”. Algunos periodistas ya opositores optaron por mostrar su disconformidad y hacer lo que no se debía, para sentar posición, y en ese caso lo que no se debía era lo que se debía, sentarse en las sillas. Confusos y tratando de salir de lo establecido, se sentaron en sillas. Enseguida saltó uno

Periodista de El informador:

              —Nos corren por izquierda. Ahora todos se sientan en la mesa como el presidente y nosotros quedamos como la derecha, tradicional, que se sienta en la silla. Y nuestro periódico siempre fue de izquierda. ¿Quién es este presidente que viene a dar vuelta todo?, ¿quién es usted presidente que viene a dar vuelta todo? —mientras el periodista hablaba Joaquín se había acostado y lo miraba para atrás, boca abajo. Y continuó—: ¿usted quién es presidente?

              —Joaquín.

              El presidente dijo Joaquín y eso se conoció como su primera palabra. El auditorio estalló en aplausos. El presidente bebé ya tenía al auditorio en el bolsillo. La conferencia no siguió mucho más prolija. A la segunda pregunta, una pregunta técnica, larga, llena de datos y críticas que hizo un periodista opositor el presidente se durmió. Muchos lo tomaron como una señal que la pregunta lo aburría, el periodista era aburrido y su periódico aún más. Cuando el periodista terminó de preguntar —y se hizo silencio en el auditorio—, lo único que se escuchó fueron los ronquidos de Joaquín. El periodista se retiró airado y el auditorio de nuevo estalló en aplausos. Ante un auditorio completo que tomó esto como un gesto de no tener en cuenta a la oposición y sus planteos, en realidad lo que había pasado es que Joaquín acababa de comer y tenía que dormir.

              De todos modos, en las sucesivas reuniones del presidente con periodistas opositores, mandatarios internacionales, ante preguntas incómodas el presidente siempre se durmió, lo que se tomó como que no le hacía caso a la oposición, o se oponía a la oposición. Con la presidencia de Joaquín su padre inventó un nuevo concepto, muy criticado en esa época: “La oposición de la oposición”. Pero ya vamos a hablar de eso más adelante. Y en realidad lo que sucedía, con esta “extraña característica pernoctaría” del presidente —como lo definió uno de sus opositores—, era que las preguntas opositoras, al ser argumentativas e intelectuales, y estar llenas de números, citas y cifras, eran demasiado largas, y lo dormían. O porque de todos modos se tenía que dormir en algún momento, y como la pregunta no terminaba nunca, era lógico que se iba a dormir durante la pregunta.

              La tercera pregunta fue la del primer periodista favorable al gobierno de Joaquín. Cuando el periodista le dijo: “Señor bebé Joaquín”, y el presidente lo miró. El periodista en vez de preguntarle a él, que era la idea de la conferencia, les preguntó a los asistentes:

              —¿No es más lindo?, ¿no es un bebe más lindo?

              Y en vez de responderle él, como era la idea de la conferencia, le respondieron todos:

              —¡Siiii!

              Cuando iba a hacer la cuarta pregunta, dijo al presidente:

              —Excelentísimo señor presidente.

              Y Joaquín lo miró y le sonrió; nuevamente en vez de preguntarle a él, le preguntó a todos:

              —¿No tiene una sonrisa más hermosaaaa?

              Y de nuevo le respondieron todos:

              —¡Siiii!

              La quinta pregunta fue más extraña, porque el periodista mirándole los brazos regordetes preguntó:

              —Miraaa esos brasitossssss. ¿Esos bracitos tan lindos, son de él?

              —Esperemos que sí —respondió el Encargado de seguridad. Y acto seguido llamó por el handy—: averiguar si los brazos del presidente Joaquín son de él, si alguien le cambió los brazos. Repito, hay algo raro con los brazos del presidente, algunos dudan que sean de él.

              La sexta pregunta produjo un escándalo mayor, cuando el mismo periodista después de mirarlo sonreír y decir algo poco entendible, preguntó, de nuevo no a él, sino a todos:

              —¿No está para comérselo?

              Y todos los periodistas le respondieron:

              —¡Siiiiiiiiii!

              La seguridad se movió cómo un relámpago. El jefe llamó por el handy mientras en el mismo movimiento se movía hacia el periodista.

              —Conflicto, conflicto de seguridad del presidente, atentado, se quieren comer al presidente. Repito, urgencia, atentado, se quieren comer al presidente —dijo el Encargado de seguridad.

              En dos segundos cinco encargados de seguridad se tiraron sobre el periodista, que fue acusado de ser un terrorista, proponiendo un atentado. Y no en mucho más tiempo fue puesto preso. Así, entre incomprensión, siestitas y escándalos terminó la primera conferencia de prensa del presidente. Su gobierno fue acusado del primer caso de ataque a la libertad de prensa. La prensa fue acusada de querer comerse al presidente desde el primer día. Y el organizador de la conferencia de prensa fue acusado de no estar a la altura de las circunstancias y tuvo que renunciar. Esa fue la primera renuncia del periodo del presidente Joaquín, luego vendrían muchas más. El gobierno comenzaba mal, salvo por un detalle que se les pasó por alto a todos, menos a uno. Al otro día un periodista Joaquinista, claro, escribió: “Esa fue la conferencia de prensa más genuina, sincera y democrática de la historia del país. La conferencia fue tan democrática, que las preguntas en vez de ser dirigidas al presidente iban dirigidas a todos. Se acabaron las épocas de los presidentes dando largas conferencias sin que nadie pudiera opinar, de presidentes hablando y hablando. Este presidente no habló nada, dejó que hablaran todos, los escuchó, los miró, sonrió, y durmió tres cuarto de la conferencia. Bienvenido Joaquín. Un presidente que no nos miente. Y ante los que dicen que no dijo nada, les voy a decir lo que decían otros, hechos, no palabras. Este presidente habla con hechos”

              En los titulares de los diarios sensacionalistas de los días posteriores, salió en primera plana

“Joaquín, un presidente maduro”.

“Se quisieron comer al presidente”.

“El primer periodo del presidente Joaquín empieza con la problemática del hambre, un periodista se lo quiso comer”.

“Gran enfrentamiento entre el presidente y la prensa. Un periodista le propuso a todos los otros comerse al presidente”.

"Desastre económico del gobierno de Joaquín, es cada vez más grande el flagelo del hambre. Los periodistas en la conferencia de prensa intentaron comerse cualquier cosa".

“¿Qué se esconde detrás de todo esto? La gran duda: ¿los brazos del presidente, son del presidente?”                                                                                                                                                                                                             

              De todos modos los padres de Joaquín se quedaron contentos Ellos querían pasar la primera conferencia. Y ese debate surgió en la primera reunión de gabinete.

 

Capítulo ocho

 

 

              La primera reunión de gabinete se produjo en la Casa Rosada, que modificada a pedido de la madre de Joaquín se había transformado en la Casa Celeste. Ella se lo dijo clarito a los pintores: “Rosada si era nena, celeste si era varón”.

              En la Casa Celeste estaban reunidos el papá de Joaquín, la madre (la primera madre), y Federico, Jefe de gabinete.

              —¡Esto va viento en popa, este nene es una luz! ¡Miren cómo está el presidente!  ¡Miren cómo está el presidente! ¡Miren cómo duerme ese nene presidente! —dijo con orgullo el padre.

              —Dejalo dormir, no durmió nada este chico —contestó la madre.

              —No no no no, a partir de ahora nada de dormir para el chico. No está bien que un presidente duerma. Hay lío cuando se duerme un diputado en alguna sesión y él es el presidente. ¿Se está chupando el dedo?, ¿qué imagen estamos dando querida? Justo lo que la oposición quiere. Van a decir que tenemos un presidente que se chupa el dedo.

              —Es un bebé.

              —Si no es un bebé para presidir la nación, no es un bebé para chuparse el dedo.

              —Es un bebé y se chupa el dedo.

              —Tenemos que elegir un par de ministros más. ¿Hay ministro de salud? —preguntó el padre.

              —No —respondió Federico.

              —Habría que llamar a algún prestigioso médic… —estaba diciendo la madre.

              —Tu prima, la Jacinta, la de la vuelta, ¿sigue curando el empacho? —interrumpió el padre.

              —Sí —respondió.

              —Listo. Ella.

              —No es médica.

              —¿Cura el empacho?

              —Sí

              —¿Te curó el empacho?

              —Sí...

              —Listo, puede curar. ¿Qué hace el ministro de salud?, cura.

              —Jacinta también tira el cuerito, cura el mal de ojo, las quemaduras... —agregó Federico.

              —No sabía que supiera tanto,  ¿se especializó?, ¿tiene un máster?. Hay que darle algo más importante, ¿qué es más que ministro de salud?

              —No hay más. Pero, ¿la Jacinta ministra de salud, manejando las medicaciones de todos?

              —Es especialista —garantizó Federico—. Siempre tiene una pastillita para darte; vos te quejás, y sabe lo que tenés y lo que te tiene que dar.

              —Te medica. Eso está mal.

              —Listo, es nuestra mujer. Llamala, contratala —sentenció el padre.

              —Esa mujer se medica —objetó la madre.

              —Qué más queremossss querida, qué más queremossss; ¿qué el ministro de salud  huya de las medicaciones? Si trabaja con eso, más vale que sepa del asunto.

              —Mucho, se empastilla de más —agregó la madre.

              —Listo, es lo que necesitamos, tiene que saber mucho de pastillas; y ¿quién más sabe de pastillas que quien las ha tomado todas?

              —Juntas.

              —Mejor todavía.

              —A la vez.

              —Sabe cuál se puede mezclar y cuál no.

              —Con alcohol.

              —Todavía mejor, medicina vieja, aún usa el alcohol. Antes en la medicina era fundamental el alcohol, el whisky.

              —En un fiesta llena de gente desnuda, acostada.

              —El médico trabaja con gente desnuda y acostada, qué mejor.

              —Todos a la vez…

              —Hace todo junto, es práctica, es lo que necesitamos.

              —Está muy recuperada Jacinta, hace mucho que no hace eso, se cuida y cuida a todos —concilió Federico.

              —Listo, es lo que necesitamos, es nuestra mujer. Pasemos al segundo problema: Ministro de educación.

              —Pará, pará; Jacinta es de nuestra familia.

              —Todo queda en familia, ¿qué dice el dicho?

              —En política que todo quede en familia no está bien.

              —No le hagas caso a todo lo que te digan. ¿Qué dicen del país? Que es una gran familia. Los argentinos son hermanos, los brasileros son primos, a los ancianos les decimos abuelos. La gente en la calle te dice padre. Todo es una familia

              —No sé si está bien que todo quede en familia en una presidencia —refutó la madre antes que el padre cambiará de tema.

              —Segundo problema. ¿Qué necesitamos?, ¿ministro de educación? María, la de la vuelta, la que habla inglés, necesitamos a esa.

              —No habla inglés, habla una palabra “ok”, y yo también la sé —intervino la madre.

              —Habla varios idiomas. Dice “oui” en vez de decir “sí”.

              —Eso es francés —mencionó Federico.

              —No habla francés, dice una sola palabra —aclaró la madre.

              —La cantidad de palabras no definen lo que sabe de un idioma, sino que hable ese idioma, y francés habla, ¿oui? —sentenció el padre.

              —¿Vos también hablas francés? —preguntó asombrado Federico.

              —Ya sé, pero yo tengo que ocuparme de otras cosas —contestó el padre.

              —Bon jorno, me dijo María un día —recordó Federico.

              —Italiano. ¿Cuántos idiomas maneja? No lo tenía de la María.

              —Un día la escuché decir Tokio, habla japonés —agregó Federico.

              —Decir el nombre de una provincia de un país, que está en su idioma, porque da la casualidad que los países ponen los nombres de sus cosas en su idioma, no es hablar ese idioma —replicó la madre.

              —Japonés también —confirmó el padre.

              —Hace poco en vez de país le escuche decir: ispa —dijo Federico.

              —Nooo,  ¿inventó un idioma nuevo?; me asusta —dijo sorprendido el padre.

              —Dar vueltas las palabras ya se usa, es una argentinismo —aclaró la madre.

              —Pasame el tomate, pasame, me dijo en la verdulería —mencionó Federico.

              —¿Habla capicúa? Hay que darle más que ministra de educación: un premio nobel. ¿Manejamos los premios noveles?

              —No —contestó la madre.

              —Tenemos que manejarlos, ¿un grammy?

              —Los Grammys generalmente se dan por cantar, no por hablar en capicúa.

              —No importa, ya se nos va a ocurrir; listo, ministra de educación la de la vuelta.

              —¿Así lo vas a presentar ante los periodistas? ¿Ministra de educación la de la vuelta?

              —Es cierto, la prensa es muy exigente —respondió pensativo el padre.

              —Menos mal —coincidió la madre.

              —Necesitamos controlar la prensa. ¿Federico, todavía lo seguís viendo al Pepe, el que te dice cómo se escriben las cosas? Que te dice, eso va con h, con v corta. Que te corrige cuando hablas.

              —No lo vi más, insoportable.

              —Hacete amigo de nuevo, se va a ocupar de la prensa —le pidió el padre a Federico.

              —¿Ponés a controlar la prensa alguien que te corrige las faltas? —preguntó la madre.

              —La prensa está llena de faltas.

              —No de esas.

              —No lo vi más, porque habla solo él, no escucha a nadie, y cuando está él no puede hablar nadie más —contestó Federico.

              —Es nuestro hombre, cuando está él no habla nadie más, no los va a dejar hablar, no va a hablar nadie más que él.

              —¿Y lo que él diga? —preguntó la madre.

              —Es inofensivo, solo habla de él, no va a hablar de los pequeños problemas que podemos tener por acá —respondió el padre.

              —Y solo se habla de lo que él quiere —agregó Federico.

              —Maneja la agendaaa, que más queremos, es nuestro hombre. Ese tipo hace rato que viene manejando la agenda, necesitamos alguien que maneje la agenda.

              —¿No estaremos siendo poco exigentes con los cargos? —preguntó la madre, nuevamente.

              —¿Qué más querés?, ¿ser exigente?

              —Qué se yo, es lo que se estila.

              —¿Y cómo salió eso?

              —¿Qué cosa?

              —La exigencia. Siempre fuimos exigentes con los cargos, las especialidades, siempre pusimos gente muy capacitada, con mucho curriculum, gente que sabía mucho del tema, ¿y cómo estamos?

              —Bueno, bien no —dijo con sinceridad la madre.

              —¿Y cómo nos dejó parado la gente que sabía mucho del tema?

              —Bueno, no bien, pero no ha de ser por culpa de ellos —disculpó la madre.

              —¿Y de quiénes va a ser la culpa si son ellos los que manejaron todo?

              —Es inmanejable, ellos mismos lo dicen —respondió la madre.

              —Dejame entender la lógica de ellos: te dicen que les des a manejar algo porque saben mucho de manejar, y nos piden que le demos algo que no van a poder manejar, finalmente te dicen que no lo pudieron manejar.

              —Puesto así... —dubitó la madre.

              —¿Cómo querés que lo ponga? Nooo, dejame los que no saben nada, que esos deben saber.

              —¿Vos escuchaste los que nombraste hoy acá? —preguntó la madre.

              —Listo, ¿algún cargo más? —interrumpió Federico.

              —No, ya está, tenemos el mejor cargo de todos, nuestro hombre. A ella en cultura —dijo el padre mirando a la madre.

              —No me quieras comprar ahora —replicó la madre.

              —¿Les leo las encuestas de Joaquín? —volvió a interrumpir Federico— Están en el diario de hoy.

              —Por favor.

              —Imagen positiva: 95 por ciento.

              —¿A quién no le va a gustar un bebé? —contestó la madre.

              —Tenemos la totalidad de las mujeres, casi todos los adultos mayores, que se sienten sus abuelos; buena parte de los hombres, que les gustan mucho los bebés que no son suyos, y como el bebé este no es suyo, para ellos es inofensivo. —especificó Federico.

              —Esto va viento en popa —dijo satisfecho el padre.

              —Hay una sola franja donde Joaquín perdería: los bebés. A los bebés no le gustan los bebés, son su competencia.

              —Fácil —dijo el padre—, prohibamos los bebés.

              —¿Vos te escuchás a veces lo que decís?

              —Claro que sí, me gusta escucharme.

              —Te encanta el absurdo,  ¿cómo vamos a prohibir los bebes?

              —¿Que pasaría?

              —No gran cosa, desaparecería el país, ya no nacería nadie, y no habría más personas.

              —Es un costo que puedo asumir por el bien del país.

              —¿Por el bien del país vos aceptas que desaparezca el país?, ¿vos te escuchás?

¿Vos pensás que hablar es juntar un palabra con otra?

              —Che, amigo, no sé si está bien ya prohibir algo. Van a decir que empezamos prohibiendo —dijo con sabiduría Federico.

              —Bueno, está bien —aceptó el padre.

              —Tu hijo es un bebé, es el presidente, si prohibimos los bebés, prohibimos al presidente.

              —Dejémoslo así —aceptó el padre—. Es difícil esto.

              Mientras charlaban se despertó Joaquín y empezó a chuparse el dedo del pie.

              —No no noo, que no se chupe el dedo del pie. No está bien que un presidente se chupe el dedo del pie.

              —Demuestra elasticidad, flexibilidad para resolver las situaciones, el lenguaje corporal habla —apuntó Federico.

              —Bueno, está bien —dijo el padre—. ¿La segunda conferencia de prensa cuándo es?, ¿ahora?

              —Sí —respondió la madre.

              —Vamos —apuró el padre.

 

Capítulo nueve

 

              Si la primera conferencia de prensa fue particular, la segunda lo fue más. Empezando por decir que apenas comenzada Joaquín se durmió, y hubo que hacer silencio para no despertar al bebé. Tener cien periodistas callados, haciendo señas de silencio mientras el bebe dormía dio mucho que hablar. Y esa señal de silencio que hizo la mamá de Joaquín apenas se durmió fue tapa de todos los diarios al otro día, como afirmaciones como:

"La Mamá del presidente silencia a la prensa", "El presidente es un mamero".

              Aprovecharon en el equipo de Joaquín y mientras dormía el presidente, pusieron a hablar al canciller, su primo de dos años, Martín.

              —Martín, le pregunto bajito así no se despierta Joaquín —preguntó el periodista de “El opositor”—, ¿cómo piensa llevar las relaciones internacionales?

              Ver al periodista preguntando casi susurrando y al niño de dos años, canciller, haciéndole burla con la lengua e inflando los cachetes, también fue la comidilla de todos los diarios al otro día. “El diario opositor de Joaquín” que se acaba de fundar hacía algunos días, publicó al día siguiente: “Mientras el presidente se duerme, el canciller de burla se la prensa”; con una imagen de Joaquín durmiendo, y de su primo inflando los cachetes. “El diario antijoaquin" que se había fundado la semana anterior, publicó al otro día una foto de Joaquín durmiendo, con la leyenda “El presidente dormido”. Una revista médica, también para algunos en manos de la oposición, sacó en portada a los días “¿Cuánto duerme el presidente? ¿El presidente está bien, o tiene algo?” Una revista médica cercana al pediatra de Joaquín publicó a los días “El presidente es un bebé, los bebés duermen”. La misma revista médica opositora publicó después de un breve monólogo inentendible de Joaquín ante los micrófonos titulado: “¿Por qué el presidente habla así? ¿El presidente tiene algo que no se le entiende?" Le respondió la asociación nacional de fonoaudiológica, institución cercana al pediatra de Joaquín, con la respuesta lógica: “Es un bebé”.

              La conferencia siguió normal, si se le puede decir normal, cuando el presidente se despertó. A la pregunta del periodista de El opositor, de sí estaba durmiendo bien a la noche, Joaquín respondió poniendo cara extraña. El periodista preguntó:

              —¿Por qué pone cara extraña? ¿No le gusta la pregunta? Noten que al presidente no le gusta la pregunta.

              Esta vez el bebé respondió poniendo cara más extraña y haciendo ruido de estar haciendo fuerza.

              Otro periodista preguntó:

              —¿Lo está haciendo esforzar mucho este país, presidente?

              Los guardas se alarmaron de nuevo y el jefe de seguridad llamó por el Handy:

              —El presidente tiene algo, está sufriendo un atentado, atentos todos. Algo está atacando a presidente.

              —Tiene gases —intervino la madre.

              —Ataque terrorista, nos están atacando con gas. Todos a rodear al presidente, a sacarlo —dijo el Jefe de seguridad sin escuchar a la madre.

              En segundos estaba toda la seguridad del presidente sacándolo por la puerta de atrás.

              —¡Tiene gases! Es normal —insistió la madre.

              —Controlen todas las salidas que hay un ataque de gas sobre el presidente. Repito, el presidente huele mal, lo están atacando con gas.

              Los encargados de seguridad se llevaron al bebé, la madre salió atrás de ellos, y así terminó la segunda conferencia de prensa del presidente.

Capítulo diez

              Un capítulo aparte es lo que pasó con los presidentes modernos de este periodo moderno de presidentes. Cuba había elegido un presidente no nato, el presidente en la panza de una mujer embarazada. Esto es lo que sucedía en las conversaciones de los visitantes del Palacio de Gobierno cubano.

              El enviado chino habló con la secretaria:

              —Quiero hablar con el presidente Cubano.

              —Es embarazoso —dijo la secretaria.

              —¿Les da vergüenza?

              —Se podría decir que la cosa está en gestación.

              —¿Recién está formándose la presidencia?

              —Ser presidente para él es un parto.

              —No entiendo.

              —Espere que lo hacemos llamar.

              La secretaria llamó y apareció una mujer embarazada. El enviado chino se paró y exclamó:

              —¿Es una mujer? Pensé que era un varón.

              —No lo sabemos.

              —¿Cómo no lo sabemos?

              —No lo sabemos.

              —Tiene panza.

              —Como todos.

              —Claro, claro, pero es una mujer.

              —Bueno, eso no se sabe.

              —Está embarazada la presidenta.

              —Por favor, esperemos que no.

              —Ya es muy tarde para esperar que no —dijo el enviado chino, mirándola—. Está embarazada.

              —¿Quién? ¿El presidente o la presidente?

              —Es una mujer.

              —¿Usted lo sabe?, dígaselo al pueblo, aún está esperando para ver qué es.

              —Es evidente.

              —Para usted.

              —¿El pueblo no sabe que es una mujer? —dijo el enviado chino señalando a la mujer embarazada, que lo miraba de frente y de pie, sonriendo y acariciándose la panza.

              —¿Cómo saberlo?

              —Es tan evidente.

              —Usted es mag…

              —¿Por quién me toma usted? Son esas nuevas modas en que cada uno elije su sexo. Pero ve usted que está embarazada, puede elegir su sexo, pero… cómo lo digo… está grávida.

              —¿La situación? ¿Cuál es la gravedad?

              —¿Qué usted no lo ve? —dijo enviado chino.

              —¿Estamos hablando en chino?

              —Soy chino. ¿Qué no ve que es una mujer embarazada?

              —¿Usted lo dice por ella?

              —No, por mí.

              —¿Usted, señor, está embarazada? Esto se pone de lo más raro.

              —Claro que lo digo por ella.

              —Ahora veo la confusión. Ella es la madre del presidente.

              —¿Y el presidente?

              —Ahí está —dijo la secretaria señalando a la mujer. El enviado trato de mirar atrás de ella.

              —¿Dónde?

              —Ahí.

              —¿Atrás de ella?

              —No, ahí. Está embarazada de él, ahí está, es el presidente.

              —¿Aún no ha nacido?

              —Está en la dulce espera.

              —¿Está en la panza y ya lo eligieron?

              —Es una apuesta.

              —Enorme. Esto rompe con los candidatos conservadores. Aun no nació y lo eligieron. Qué carrera política impresionante, tiene una gran proyección.

              —Esperamos mucho de él.

              —Sobre todo esperan.

              —Bien, usted se venía a reunir con él, le vamos a tener que pedir si lo puede esperar.

              —Cómo no, esta reunión se tiene que hacer sí o sí.

              —Lo agendo para... digamos cinco meses, que es cuando va a nacer.

              —Antes de irme una pregunta: ¿si no nació y no tiene nombre, cómo hicieron para postularlo de presidente?

              —La campaña de este presidente fue un escándalo de folletería. Fue en la época de elegir nombres, los padres le iban poniendo distintos nombres y eso iba a los folletos. Los folletos decían: “Vote a Martin, Julio o Mariano, para presidente”

              —El folleto era una elección.

              —Una cosa extraña.

              —Una elección para una elección, me gusta —dijo sonriendo el enviado chino.

              —“Vote a Juana, Jorge, Ariel o Gonzalo”. “Este año, para presidente: Julieta, Damián o Jorge”

              —Generalmente el volante te define un poco más.

              —Candidato no faltaba.

              —Bueno, lo espero, la espero, a Jorge, Mariano, Julieta, quizás Martina.

              —Quien sea.

              —Muy moderno todo —concluyó el enviado chino.

 

Capítulo Once

 

              El gobierno de Joaquín había empezado mal, pero fue mejorando con los días. Con el tiempo, en el país se acostumbraron a que había un presidente bebé, y algunos índices empezaron a mejorar. Era cierto lo que decían, no se podía estar peor de lo que se estaba, y no podían hacer las cosas peor que los gobiernos anteriores. Tanto lo había dicho la gente que lo empezaron a creer; y por si sola, sin necesidad de intervención del presidente, hicieron mejorar al país. La gente no lo supo, pero durante la presidencia de Joaquín se gobernó sola. Las cosas mejoraron por acción de las personas. El país creció. El presidente iba a la escuela, se portaba bien, no daba problemas; y su fantasioso padre encaraba enormes empresas que no funcionaban, pero que quedándose a mitad de camino con lo logrado, eran bastante constructivas. Terminó la primera presidencia, lo reeligieron a la edad de cuatro años, y el país tuvo su primer presidente niño, cuya medida más escandalosa fue nombrar a Papa Noel como jefe de gabinete, pero no mucho más que eso. A los ocho lo reeligieron de nuevo, y fue en el periodo que trato de abolir las matemáticas, pero no prosperó la propuesta. Dijo su padre que todo país necesita matemáticas. Y a los doce lo volvieron a elegir. Hasta ahí el presidente iba cumpliendo con sus etapas y el país con sus metas, y todo estaba bajo el prisma de la niñez del presidente. Los préstamos a los organismos internacionales, el padre de Joaquín los consideraba regalos, porque quien le iba a prestar a un niño, era casi ilegal, y algunos organismos a regañadientes aceptaban regalar. Los ataques muy enconados se consideraban violencia infantil, y así varias cosas por las que el país se beneficiaba por la edad de su presidente. Si cometía un error se lo perdonaban. Es un presidente joven, decían. La industria creció porque los argentinos descuidados de su presidente, que no les daba problemas, ni proponía nada, se pusieron a trabajar. La minería, el turismo. El país se hizo fuerte en la industria del juguete, con un presidente especialista. Hasta que llegó la cuarta reelección para el presidente adolescente Joaquín. Como modas o tendencias instaladas en todo el continente americano y quizás el mundo, el resto de los presidentes de los otros países también eran adolescentes; ahí vino el gran problema. A los 16 años Joaquín fue reelegido presidente. Fue el primer presidente adolescente y tuvo su primera conferencia de prensa al día siguiente.

 

Capítulo doce

 

              La primera conferencia de prensa del quinto mandato de Joaquín lo encontró con aparatos, granos, una barba suave, el pelo largo desenmarañado; todo un monstruo. Le habían renunciado tres asesores de imagen, pues no había asesor de imagen que pudiera con la estética adolescente de Joaquín, todas las explosiones genéticas, sus caprichos y modismos. El primer periodista de “El opositor”, el de siempre, abrió la conferencia, ante un Joaquín, que lo miraba masticando un chicle, poniéndose el dedo en la nariz.

              —Señor presidente Joaquín.

              —Sí.

              —Ganó cinco elecciones, cada vez con menos, la ultima la ganó por el dos por ciento. ¿Se va a volver a presentar?

              —No voy a responder.

              La reacción sorprendió a todos, y fue la señal para todos los periodistas de la recién llegada adolescencia del presidente. Los votantes no lo sabían, no habían llegado hasta esa reflexión, pero los funcionarios eran personas que respondían a sus épocas, los niños eran más precipitados, los adolescentes más pasionales, los adultos más calculadores, los ancianos más tranquilos y más sabios, o más mezquinos. El presidente bebé era un adolescente, y eso se iba a ver pronto en la próxima pregunta.

              —El presidente de Brasil, su amigo...

              —No es más mi amigo, rompimos relaciones con Brasil.

              —¿Usted se peleó?

              —Se peleó, se amigó, se peleó, se amigó, lo odia, lo ama. Es adolescente. ¿Ustedes quieren saber cómo están nuestras relaciones con Brasil? Ayer al medio día éramos casi un mismo país, charlaron por teléfono y a la tardecita éramos enemigos de Brasil. Hablaron con otros mandatarios, y a la noche le declaramos la guerra a Brasil, hubo una charla con el presidente de Brasil casi enseguida, y concluimos que Brasil era lo más importante que le había pasado a argentina en la vida, manifestamos que le declaramos la guerra a todos lo que le dictaminen la guerra a Brasil —explicó la madre de Joaquín.

              —¿Así que con el presidente de Brasil tenemos una relación...?

              —Adolescente —dijo la madre.

              —Como le decía entonces, el presidente de Brasil dijo...

              —No me interesa nada de lo que pueda decir —interrumpió Joaquín.

              —Le tiene que interesar, es un aliado estratégico.

              —Aliado estratégico es Guyana —refutó Joaquín.

              —Pero si es chiquita, que nos puede…

              —Es el mejor país del mundo —interrumpió nuevamente Joaquín al periodista de El opositor.

              —Se hizo amigo del presidente de Guyana —explicó la madre.

              —Ya pasó esto con Ecuador —recordó el periodista.

              —Ah, sí, fue muy amigo del presidente de Ecuador. Ahora están peleados. Es amigo del presidente de Brasil.

              Mientras esta conversación avanzaba, los periodistas tomaban nota de todo; y los titulares de los siguientes días no iban a ser muy beneficiosos para Joaquín. Paralelo a eso los encargados de seguridad iban viendo como a un Joaquín nervioso, estresado y adolescente le iban brotando unos granos en la cara, y se empezaban a hablar por handy y señalar al presidente. Sin duda, esta conferencia de prensa iba a terminar como todas: la madre defendiendo a Joaquín, la prensa atacándolo, y la seguridad sospechando de un atentado, retirando al presidente de urgencia. Tanto había pasado esta situación que algunos sospechaban que era un plan del padre que todo terminara así, mientras que otros decían que tenía que ver con el ritmo circular de las cosas, que siempre se repetían del mismo modo pero cada vez un poco peor, hasta que todo se desvanecía en intenciones.

              De pronto Joaquín impulsivamente irrumpió diciendo:

              —Terminó la conferencia.

              —Recién empezamos —dijo el periodista de El opositor.

              —Debe estar cansado —justificó la madre.

              —No vamos a hacer nunca más una conferencia —dictaminó Joaquín.

              —Esto es una ataque a la prensa —respondió el periodista de El opositor.

              —Vamos a hacer conferencia todos los días —dijo el muchacho cambiando de parecer.

              —Ahí me gusta más —respondió el de El opositor.

              En ese momento brotó otro grano en la cara de Joaquín y el jefe de seguridad intervino:

              —¡Atentaron contra el presidente, está pasando algo raro con su cara, le están saliendo cosas, hubo un ataque químico, repito, saquen al presidente y busquen al agresor!

              Lo rodearon cuatro guardias de la seguridad personal, lo levantaron en andas, y antes de sacarlo, vieron una adolescente amiga de Joaquín en primera fila que estaba comiendo una mezcla energizante de granos, maca y productos naturales. El jefe de seguridad gritó:

              —Eso es lo que le está haciendo mal, esos son los productos, esa cosa rara que tieneeeee. Ahí está la terrorista, saquenlaaaa.

Dos guardias levantaron a la niña y la madre dijo:

              —Déjenla, es su novia.

              Fue la manera en que todo el país se enteró que el presidente Joaquín tenía una novia. Todo volvió a la normalidad en segundos, y el resto de la conferencia transcurrió con la bonita nota de color de la novia de Joaquín sentada al lado de él, y todos los periodistas hablando de su novia. Eso mejoró en mucho la alicaída imagen del presidente, y para muchos ese fue un plan de su padre. Los momentos sociales de los funcionarios, noviazgo, casamientos, influían en la mirada de la gente y los votos. No faltó quien dijo que detrás de esta casualidad estaba la mente brillante del padre de Joaquín, y que en el país ya nada era casualidad. La conferencia de prensa terminó con los adolescentes dándose un beso entre aplausos y vitoreos de todos los periodistas.

 

Capítulo trece

 

              La segunda cumbre mundial de los presidentes adolescentes sorprendió a los custodios con todos ellos vestidos con el mismo atuendo, como si fuesen una tribu urbana. Nunca los presidentes de la región tuvieron tantos parecidos y tantas diferencias, como en su época de presidentes adolescentes. De todos modos, no dejó de ser una época profunda e interesante. La posterior reunión de gabinete entre la madre y el padre dio cuenta de ello:

              —¿El presidente de Brasil abrió la cumbre tocando la guitarra? —preguntó el padre de Joaquín.

              —Un divino —dijo la madre.

              —Era una cumbre mundial.

              —La música es un lenguaje universal.

              —¿Hicieron un asado? Lo hizo el presidente de Perú.

              —Un asadiitoo.

              —Con el parqué.

              —Con algo hay que prenderlo.

              —¿La presidenta chilena en vez de exponer cantó Canción con todos?

              —Y la cantaron todos —respondió la madre de Joaquín.

              —¿El presidente de Bolivia dio un seminario de cajón peruano?

              —La múuuusica queridoo.

              —¿Por qué da el cajón peruano si es boliviano?

              —Porque el presidente peruano estaba haciendo pancartas.

              —¿Qué era, una cumbre mundial o una feria hippie?

              —¿Acaso una cumbre mundial no es una feria hippie?

              —¿A todo esto, el presidente ecuatoriano que hacía? Me informaron que casi no estuvo en la cumbre.

              —Malabares en el semáforo de la esquina de la casa de gobierno.

El padre puso el grito en el cielo:

              —¿Qué es eso? ¿Una cumbre o un circo? Fuimos el hazmerreir del mundo.

La madre también puso el grito en el cielo:

              —¿Qué cumbre mundial no es un circo?, ¿qué cumbre mundial no es el hazmerreir del mundo?

El padre miró la pancarta que aun estaba en el piso y preguntó:

              —¿Para qué son estas pancartas con las que salen a las calles?

              —Para pedir por el cambio climático.

              —Si era una cumbre para tomar resoluciones por el cambio climático, ¿para qué van a pedir, si son ellos quienes toman las decisiones?

              —Es la época en que entienden la representación así, enfrentando a los que deciden.

El padre volvió a poner el grito en el cielo y dijo:

              —¡Ellos son los que deciden!

              —¡Ellos no representan nada y lo sabes muy bien! Las cosas se deciden solas. Es impensable pensar que una persona sola va a decidir sobre cuarenta millones. Vos lo conoces a Joaquín, no puede decidir que va a pedir para comer, va a decidir sobre cuarenta millones —contestó la madre.

              —¿Qué dicen las pancartas? —preguntó el padre mientras tomaba una y procedía a leerla—: “Gobernantes. Acciones ya para parar el cambio climático”

              —¡Ellos son los gobernantes y ellos les piden a los gobernantes! ¿Ellos saben que son los gobernantes?

              —¿Lo sabe alguien? —preguntó la madre.

              La discusión entre el padre y la madre no evitó que esa se conociera como una de las mejores cumbres de todas. Y a pesar de que las relaciones entre todos los países quedaron rotas y al borde de la guerra, la cumbre se conoció, como uno de los últimos aciertos del gobierno de Joaquín. Pronto llegó el tercer año del quinto mandato. La crisis económica y la crisis de los veinte de Joaquín, donde el mandatario se puso negativo y escéptico.

 

Capítulo catorce

 

              Fue así como Joaquín llegó a la adultez, terminando su quinto mandato. Arrastraba una presidencia adolescente signada por el conflicto, un país atravesado por él, y un periodo adulto donde esas amarguras y distanciamientos se iban a consolidar. Eso se vio en la última reunión de gabinete del equipo de Joaquín, sin el presidente, que estaba ausente del país hacia dos meses porque había salido de mochilero. Sus padres y el resto del gabinete se reunieron a organizar la campaña de reelección del presidente mochilero ausente. Joaquín ya no quería ser presidente, pero a veces las decisiones de las personas no dependen de ellas, sino de las necesidades del entorno. Y el enorme entorno de Joaquín, que se había construido alrededor de él, necesitaba que Joaquín siguiera siendo presidente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capitulo quince

 

              Pronto llegó el cuarto año del quinto mandato del presidente, la crisis económica del país, y la crisis de los veinte del presidente, donde el mandatario se puso negativo y escéptico. En el primer acto público el presidente dijo:

              —Argentinos, estuve leyendo las cifras de la economía, tengo un solo consejo para darles: huyan del país.

              Pronto todo el país se empezó a acostumbrar de la crisis de los veinte del presidente, sus problemas y su ánimo. Junto con él, todo el gobierno era generacional, porque todos los legisladores tenían veinte años. Eso hizo pensar a algunos politólogos de que los gobiernos eran generacionales y se veían teñidos por las características de la edad de los gobernantes. Gobernantes con una mirada de su edad, que gobernaban para su edad. Fue la época que más universidades se abrieron y mayor cantidad de fábricas se inauguraron. La juventud está relacionada con salir a estudiar o trabajar, la era de las oportunidades, y el presidente Joaquín, junto con todos los legisladores, trabajaban en dar oportunidades.

              Así como la época del presidente niño fue la época en que se mejoró la salud (porque los niños están relacionados con la salud), el periodo del presidente adolescente se trabajó mucho, y quizás mal, las relaciones internacionales, porque la adolescencia es la época de las relaciones. En algunos periodos de presidentes ancianos es la época en que crecen las cárceles, porque es la edad en que han hecho todo, han acumulado, se han cansado de las personas, están escépticos, y más concentrados en cuidar lo suyo que en construir para todos.

              Ese año sobrevino la nueva elección. El padre de Joaquín y los participantes en la campaña se vieron ante la particularidad de hacerla para un presidente escéptico y crítico, lo cual no hubiese sido problema si fueran oposición; pero eran gobierno, y la crítica era a su propio gobierno. Para sorpresa de su padre, la crisis de Joaquín, la queja, el desdén con que hablaba y ese tono de estar de vuelta de todo, conectó a Joaquín de manera especial con los votantes y para sorpresa de todos ganó la sexta elección. El presidente ganaba su sexto mandato. Eso hizo pensar a todos en las figuras consolidadas y la ausencia de figuras: ¿por qué solo era Joaquín y no surgía un candidato nuevo?, ¿por qué los candidatos están condenados a ser los mismos una y otra vez y las propuestas las mismas una y otra vez?, ¿por qué a la gente le daba la sensación de haber estado eligiendo a los mismos candidatos desde años inmemoriales? Por estas razones y otras (algunas que nadie conoce de por qué ganan los candidatos), Joaquín ganó su quinta reelección seguida. A partir de ahí se profundizó la crisis económica, la crisis de Joaquín, el desgaste de su gobierno, y el presidente Joaquín empezó a gobernar mal, o mejor dicho, a no gobernar. Estaba todo el día en su cuarto sin salir, en las reuniones de gabinete decía “me aburro”, en las conferencias de prensa le repetía la misma pregunta a los periodistas, inauguraba salas de video juego, rompía relaciones. Pero lo que es más importante, se peleaba con todos, con los gremios, con los estudiantes, con los países, con los maestros, con los empresarios, se peleaba todo el tiempo con todos. Esto era totalmente normal en una persona de su edad, era la época de peleas en la vida de Joaquín, pero él estaba en la presidencia. Su padre, su madre y su gabinete no sabían qué hacer; aunque pronto llegó una idea loca que podía salvar la presidencia. Esa presidencia y todas.

              En una reunión de gabinete Federico propuso algo que dejó atónito a todo el mundo:

              —Tengo la solución —dijo Federico.

              —Listo, esto está arreglado, Federico tienen la solución. ¿Por qué no pensamos antes en Federico?, ustedes no son soluciones, son problemas —respondió la madre.

              —Cuando dijo: tengo la solución, flasheé en que en algún lugar de Federico estaba la solución, como cuando haces esos crucigramas, que das vuelta la página y está la solución.

              —Por ahí si lo damos vuelta tiene en la espalda la solución.

              —Sí, la solución a su vida —dijo la madre.

              —Que bueno que todos vengamos con la solución a nuestra vida en nuestra espalda, como esos crucigramas —respaldó el padre.

              —Palabras cruzadas, que lindas que son las palabras cruzadas —dijo Federico.

              —Sopas de letras de letras, miren si cada uno de nosotros fuera un sopa de letra, que hay que ir solucionándola —añadió el padre.

              —Autodirigidos, me gustaría ser un autodirigido —dijo Federico.

              —Y a mí en estos momentos, cuando se ponen a hablar ustedes, me gustaría ser un mandala —dijo la madre.

              —Muy lejos no estás, con todos esos colores que tu pusiste —le respondió el padre.

              —Concéntrense, estamos hablando del futuro de Joaquín, y del país —replicó la madre.

              —Sí, perdón, tenías la solución Federico querido —retomó el padre.

              —Es lógico, como no lo pensé antes, es simple —prosiguió Federico.

              —A ver —inquirió la madre.

              —Ustedes quieren de nuevo el presidente bebé, que Joaquín vuelva a ser un bebé y presida el país, como en las buenas épocas —empezó repondiendo Federico.

              —No tan así —respondió la madre.

              —Así, exactamente —replicó el padre.

              —Una máquina del tiempo —prosiguió Federico.

              —¿Cómo? —preguntó sin entender la madre.

              —Conseguimos una máquina del tiempo, subimos, volvemos en el tiempo, tomamos el presidente bebé y lo traemos —continuó Federico.

              —No suena mal —respondió el padre.

              —Ustedes están mal —dijo la madre.

              —Yo pensé que ibas a proponer algo más complejo, como psicoanálisis —dijo el padre.

              —O hipnosis —agregó Federico.

              —Esto se podría, hasta se podría, mirá lo que te digo —dijo el padre.

              —Las máquinas del tiempo no existen —replicó la madre.

              —Ahora contradecís a Einsten.

              —No se trata de Einstein.

              —Ayer mismo un hombre, de los que van puerta por puerta tocando timbre y vendiendo, nos tocó timbre y nos ofreció una máquina del tiempo —los interrumpió  Federico.

              —¿De los que venden peines, medias y macetas? —preguntó el padre.

              —Sí.

              —¿Ahora venden máquinas del tiempo?

              —Se van para arriba, mejor dicho para atrás y para adelante —respondió Federico.

              —¿Le compraron?

              —Siempre le compramos.

              —¿Dónde está?

              —En el estacionamiento, el estacionamiento por tiempo, la volvemos constantemente para atrás en el tiempo para que no salga tan cara.

              —Acabás de solucionar el gran problema que tienen casi todos los automovilistas con el estacionamiento medido.

              —Es una buena medida.

              —Paren paren paren, de nuevo están hablando absurdos. Seguramente ese hombre los estafó —intervino la madre.

              —Querés venir a verlo, para para para, ahora vas a decir: “Si no queda otra”.

              —Si no queda otra.

              —Y ahora: “¿Cómo sabes lo que voy a decir?”

              —¿Cómo sabes lo que voy a decir?

              —La estuve usando, avanzando hacia adelante en el tiempo, viajes cortos, minutos, días.

              —¿Por qué no hiciste viajes más largos? —preguntó el padre.

              —A mí cuando salgo de viaje en el tiempo no me gusta irme tanto tiempo de casa.

              —Vamos a verla —invitó el padre.

              —Si no queda otra.

              —Sabía que ibas a decir eso —dijo Federico.

              —¿Vos ya sabes todo lo que va a pasar en estos días? —preguntó el padre.

              —Sí.

              —Mantente callado, nos gusta el misterio real de la vida.

              —Que son bastante repetitivas y circulares, tanto misterio… —iba respondiendo la madre.

              —...No hay —finalizó la frase Federico.

              —No hay…No completes lo que digo y dejá de saber mi futuro.

              —¿Querés que hablemos del pasado?

              —No, a ese lo conozco.

              —Bueno, a la máquina del tiempo. Háganla entrar al garaje y abordémosla —apuró el padre.

              —El que me trajo la máquina del tiempo me dijo que la iba a llevar donde se podía usar —finalizó Federico.

 

Capitulo dieciséis

 

 

              Ya en la máquina del tiempo la madre, el padre de Joaquín y Federico, comenzaron a observarla. La máquina del tiempo tenia forma de reloj, o mejor dicho, era un gran reloj. Los asientos eran números, el del piloto era el uno, el del segundo era el dos. Y justo para ellos, como si hubiese estado hecha en forma especial, había un tercer asiento que era el tres. El asiento del cuarto a bordo obviamente era el cuatro. La ventana de atrás tenía forma de signo “menos”, la ventana de delante de signo “más”. Las de los costados tenían forma de signos de “igual”. Algunos piensan que la máquinas del tiempo, las conocidas, estaban en tiempo presente, y por algún capricho del destino iban al pasado o al futuro. Pero, como dijimos, esta máquina del tiempo que les habían llevado funcionaba mal. O sea que no estaba en el presente, sino en el medio. Se subía por el presente, y las ventanas de los costados que tenían el signo igual, estaban en el presente, pero las de atrás que tenían el signo “menos” estaban en el pasado, y las de adelante que tenían el signo “más” estaban en el futuro, con lo cual la máquina estaba en el presente, el pasado y el futuro. Al subir miraron hacia adelante y vieron como era su vida un minuto después, miraron hacia atrás y se vieron como era su vida un minuto antes. Al mirar al costado pudieron verse en ese mismo momento. O sea que al subir en la máquina vieron tres imágenes distintas de ellos. En la ventana de atrás se vieron subiendo, en la de adelante se vieron ahí mismo sentados charlando lo que iban a charlar en un minuto. Entonces se dijeron que esa máquina del tiempo estaba fallada porque venía con delay, como vienen los audios y las imágenes de algunos partidos. Y con tantos signos y números llegaron a la conclusión de que la máquina no era un reloj solamente sino una calculadora y se lamentaron de no haber llevado al ministro de economía, el hijo de Federico. Cuando sintieron que habían reflexionado demasiado jalaron la palanca hacia atrás, y la parte de la sala de control, donde estaban ellos, se dio vuelta completa hacia la ventana del signo menos y empezó a retroceder; ahí fue cuando Federico hizo lo que le dijeron los vendedores de la máquina del tiempo que no hiciera: preguntar la hora. Y como Federico a veces hacía lo que no tenía que hacer, apenas la máquina del tiempo salió disparada para atrás preguntó alegremente:

              —Che, ¿qué hora es?

              —Son las tres de la tarde de ayer —repondió el padre.

              —¿Cómo ayer? Te anda mal.

              —No no, perdón, las cinco de la tarde de hace dos años —corrigió el padre.

              —Ahora anda peor —respondió Federico.

              —Él es un desastre con los horarios, no tiene reloj. Te la digo yo, las diez de la noche de hace diez años —intervino la madre.

              —¿Cuánto hace que se le paró ese reloj? —preguntó Federico.

              —No no, perdón, las dos de la mañana de hace quince años. ¿Adonde tenías que ir? —preguntó el padre.

              —Ahora tengo más tiempo del que pensaba. Cuando subimos a la máquina les iba a decir de volver a la tardecita, pero ahora tengo quince años y medio día —contestó Federico.

              Fue la madre la que primero se dio cuenta:

              —Ah no nooo, estamos mirando la hora en el reloj de la máquina del tiempo, que estaba volviendo el tiempo —dijo ella.

              —Uy, que cagada —dijo el padre, con los dedos en las agujas del reloj que estaban mirando, adelantándolo veinte años—. Lo estaba poniendo en hora.

              —Por eso nos dijo que no teníamos que preguntar la hora acá, íbamos a ver que era otro tiempo e íbamos a querer adelantar el reloj. Volvimos al tiempo del que salimos —aclaró la madre.

              —Querido, que pérdida de tiempo —respondió Federico.

              —Ni se te ocurra decir adentro de una máquina del tiempo que estás perdiendo tiempo, son orgullosas —advirtió el padre.

              —Esto se pone raro, vamos a resolverlo de una vez por todas. Volvé a tirar la palanca para atrás, ahora no preguntemos la hora ni tratemos de poner esta máquina en hora —propuso la madre—. ¿A quién se le ocurre poner una máquina del tiempo en hora?

              —Bueno querida, pensé que…

              —¿A quién se le ocurre pensar que porque una máquina del tiempo adelante o atrase por eso anda mal? El objetivo de la máquina del tiempo es adelantar o atrasar.

              —¿Su objetivo es andar mal? —preguntó Federico.

              —Andar mal para ella es andar bien —respondió la madre.

              —Esto está muy raro —contestó Federico.

              —Estamos en política, ¿qué no es raro? Vuelve a correr la palanca, vamos para atrás, a buscar a nuestro bebé presidente —propuso el  padre.

              El padre tiró de la palanca y la máquina retrocedió de nuevo veinte años en el tiempo, pero esta vez sin que ningún de ellos preguntara la hora ni tocara el reloj de la máquina. Y acá vamos a hacer un apartado para contarles como retrocedía esa máquina del tiempo, que no era como todas las máquinas, ni como la idea de retroceso que tienen todos en su cabeza. Baste decir, para que se den una idea de lo que sucedía, que la máquina en el tiempo estaba en el garaje vacío, en el medio estaba solo la máquina, que ocupaba una pequeña parte del lugar. Lo importante era la forma que tenía la máquina del tiempo desde afuera: era igual a un perro gigante de metal. Tenía patas de perro, cabeza de perro y cola de perro. La cabina iba en la parte del tronco. Y la postura en la que estaba era la de un perro sentado. Cuando entraron ellos al tronco de la máquina, la máquina se elevó y tomó la forma de un perro parado en sus cuatro patas, con la cabeza erguida, orgullosa. Ahora bien, los que tienen la idea de máquinas del tiempo retrocediendo con dignidad y orgullo, altiva, suave, flotando, haciendo un leve zumbido de máquina de encerar, elevándose centímetros del suelo para no desplazarse en el suelo hacia atrás, sino para hacer que el suelo se desplace hacia adelante debajo de ella, se equivocaron; no fue así como retrocedió esta máquina del tiempo. Por el contrario, los que tenían la idea del otro típico retroceso histórico de las maquinas del tiempo conocidas, con aparatosidad y desorden, haciendo ruido de máquina de cortar pasto o moto de 50 cilindrada con escape recortado, moviéndose sobre sí misma como una luna enloquecida, girando sobre sí misma con vértigo, y adentro moviendo a su tripulantes como en un lavarropas, también estaban equivocados. Esta máquina del tiempo no se movía así, sino de un modo más extraño. Primero se paró como un perro, y cuando pusieron la palanca hacia el pasado, se agachó como un perro cuando se pone en alerta, y empezó a retroceder con la cabeza hacia adelante como un perro cuando tiene miedo, lo que los llevó a conclusión de que la máquina no retrocedía, sino que reculaba en el tiempo; o para decirlo mejor, no viajaba hacia el pasado sino que rajaba del presente. Característica que por suerte nadie sabía, porque si todos llegaban a saber que la máquina del tiempo rajaba del presente, se hubiese llenado de pasajeros. Esta máquina del tiempo-perro, que más que retroceder reculó, o como dijeron mejor, rajó, en un momento se dio vuelta, apuntó la trompa hacia el pasado, agachó el cuerpo y rajó a todo lo que daba aullando sin orden ni dignidad, casi hasta el final del galpón. Adentro no sintieron nada de esto sino solo que retrocedía en el tiempo. Y hay algunas cuestiones para decir y preguntas para hacerse sobre este retroceso. Máquina del tiempo, que como andaba en reversa, no era una versión primaria o la primera versión, sino una reversión. O, lo que es más complejo, y después lo comprendieron los padres de Joaquín, una Máquina Editora del Tiempo, que es otra cosa mucho más compleja, extraña y moderna; pero que necesitaba para ser manejada manos responsables, que no eran el primer padre, ni mucho menos Federico.

              Pero a eso vamos a volver más adelante, ahora vamos a hablar sobre como esa máquina del tiempo retrocedió por segunda vez en el tiempo y vamos a desmitificar otro mito de los viajes en el tiempo. ¿Cómo retrocedía la máquina del tiempo? No siempre igual, avanzando en el tiempo, tranquila, para llegar al tiempo pasado. Como con los otros vehículos que dependen de las rutas, la máquina del tiempo también dependía de sus rutas, y la ruta en la máquina del tiempo era el tiempo, o las décadas, o las eras, si llegara a viajar más lejos; por eso avanzó rapidísimo al principio porque el país había avanzado muy rápido en el tiempo en los últimos años de las presidencias de Joaquín, y se había modernizado. Hubo un tiempo, en el pasado que el país se había estancado y la máquina del tiempo andaba a paso de hombre, porque había como una especie de congestión de tránsito. Y fue en ese tiempo o esa parte del viaje en el que el primero que se quejó fue Federico:

              —¿Qué pasa que no avanza? Estamos siempre en el mismo año.

              —En este año el país se frenó y anduvo mucho más despacio —respondió la madre.

              —Es como una congestión en el tiempo —agregó el padre.

              —¿Qué lo congestiona? —preguntó Federico.

              —El país está enfermo —respondió el padre.

              —¿Y ahora? —volvió a preguntar Federico.

              Y fue el padre el que lo anticipó:

              —Agárrense, agárrense, que vamos a agarrar un periodo neoliberal, vamos a retroceder muchísimo en el tiempo.

              —Ahí viene —señaló Federico.

              —Querido, prepará el freno de mano que vamos a retroceder tanto, que vamos a pasar de largo —dijo con precaución la madre.

              Y fue así que cuando tomaron el periodo neoliberal la máquina del tiempo retrocedió a una velocidad asombrosa, hasta que el padre gritó “Set” (que era el freno), y el perro se echó (siempre se echaba a tiempo), y frenó. Cuando se abrieron las puertas ellos habían llegado al tiempo al que querían ir, solo les bastaba que ir a la presidencia, tomar al presidente Joaquín bebé, volver a la máquina del tiempo, y llevarlo al futuro.

              La máquina del tiempo, como si fuera algún novio de la antigüedad, algún amigo del infancia o un político opositor hablando de la gestión oficial, dijo “acabo de llevarlos al pasado”. Bajaron los tres viajeros y veinte minutos después estaban con el presidente Joaquín bebé de nuevo en la máquina, preparándose para viajar en el futuro. Este no iba a ser como el viaje anterior, iba a ser un poco más difícil. Es fácil volver al pasado, retroceder, no avanzar, no madurar, dar vuelta en círculos, repetir lo mismo que ya se había hecho. Lo que es difícil es poner proa al futuro, y estar en el presente; dos cosas que tenían que hacer los cuatro viajeros. Cuando se sentaron y pusieron la palanca hacia el futuro lo que apareció fue una enorme biblioteca, pero la máquina no se movió. Comenzaron a ver libros y eran todos libros sobre el futuro: el avance, la tecnología; y sobre estar en el presente: meditación, yoga, budismo. Se podía retroceder fácil en tiempo, volver al pasado, pero era mucho más difícil avanzar y estar donde se debía estar; y eso requería que leyeran y crecieran a nivel de la conciencia. Se pasaron tres días enteros leyendo, mientras por todos lados buscaban al presidente Joaquín, o eso creyeron ellos, porque el tiempo avanzaba distinto en todos lados. Y después de entender muchas cosas, y de modificar muchas actitudes, pudieron poner dirección al futuro. Desde adentro se vio la máquina avanzar y el tiempo correrse hacia atrás, mientras que desde afuera, desde la parte del perro de la máquina, se vio a este erizar los pelos y salir hacia adelante, correr hacia la otra punta del galpón, como si estuviese por atacar a alguien. Lo que llevó a los padres a la conclusión que se avanzaba en el tiempo con fuerza, casi con bronca; o más bien que no se avanzaba en el tiempo, sino que se atacaba al futuro, y que el porvenir más que aceptarlo, se lo invadía. Se avanzaba de esa forma en el tiempo. Antes de frenarse, les dio a entender que había llegado al presente porque se comenzó a sonar el bolero “Reloj no marque las horas”.

Antes de parar en el tiempo justo, la máquina dio dos o tres vueltas por ahí, para encontrar donde estacionar en el lugar justo, que visto desde afuera, era el enorme perro de metal que era la máquina del tiempo dando vueltas para poder echarse a dormir; hasta que finalmente se echó. Lo que los llevó a otra conclusión, de que la máquina del tiempo no llegaba al presente, o no paraba, sino que se echaba; o como dijeron algunos poetas muy amigos del presidente, la máquina del tiempo se acostaba sobre el presente, se posaba en la actualidad o se actualizaba; o como dijeron otros, se reinventaba. Y a eso habían ido ellos, a reinventar la realidad. O como había dicho el padre en otro de sus conceptos celebres: Realizarla.

 

 

 

 

Capítulo diecisiete

 

              Cuando llegaron los padres de Joaquín con su hijo bebé, el presidente Joaquín, a la Casa Celeste y entraron al despacho presidencial, se encontraron a Joaquín adulto de veinte años junto a otro hombre, muy parecido a él, pero entrado en años, rodeados de un montón de personas.

              —Acaba de venir el Joaquín del futuro. Soy yo, pero cincuenta años más adelante —dijo el Joaquín de veinte años, mientras el hombre saludaba haciendo una reverencia.

              —Que bueno que se están juntando todos en esta familia, nosotros trajimos al Joaquín del pasado; vos de hace veinte años —dijo la madre con alegría.

              —Siempre en el pasado —respondió Joaquín de veinte años.

              —Vos siempre soñando con el futuro. Tenés que tener los pies en el presente —le respodió su madre.

              —Me venís a traer del pasado. No me recuerdes el pasado, correme a ese nene —le respondió este último.

              —Vamos a hablar tranquilos, estamos viviendo una coyuntura política difícil —intervino el padre.

              —Sí —respondieron al unísino la madre y Joaquín de veinte años.

              —Te necesitamos Joaquín, necesitamos todo lo que fuiste, todo lo que sos, todo lo que vas a ser. Necesitamos estar todos juntos, inclusive todos los Joaquines de todas las épocas. Trajimos al Joaquín del pasado para que te aconseje.

              —Es un bebé —contestó Joaquín.

              —Es sabio —respondió la madre.

              —¿Yo no? —preguntó Joaquín.

              —Vos sos él —respondió el padre.

              —Era él.

              —¿Cómo que eras él?

              —Fui él, ahora cambié —respondió Joaquín.

              —Bueno, es evidente querido, preocupante sería si seguieras siendo él —intervino la madre.

              —Pero tampoco sos él —dijo el padre señalando al Joaquín del futuro.

              —Voy a serlo —contestó Joaquín.

              —¿Entonces quién sos? —preguntó la madre.

              —Podría ir siendo el que fui: él; y el que seré: él. Estoy en un espacio de tiempo entre él y él. Soy un espacio de tiempo.

              —Basta de ponerlo raro con el tiempo, acabamos de bajar de la máquina del tiempo —se apresuró en intervenir la madre.

              —Bueno, bueno, bueno... vamos a organizarnos. Tenemos al Joaquín del pasado, al del presente y al del futuro. Vamos a empezar a usar la amplia gama de conocimiento que nos da eso. —Luego miró al Joaquín del futuro y le dijo—: Joaquín del futuro, soy su padre, un gusto conocerlo en esta época,  ¿de qué vino a hablarnos usted?

              —Del pasado —respondió Joaquín de setenta años.

              —¿Usted viene del futuro a hablar del pasado? —preguntó el padre.

              —Vengo a advertirles sobre el pasado.

              —¿Qué sabe usted del pasado?, está en el futuro —replicó el padre.

              —Les vengo contar cosas sobre el pasado.

              —¿Por qué no nos habla del futuro? ¿Qué sabe usted del pasado?

              —Leí... me contaron.

              —En ese momento se abrió la puerta y entró el Joaquín de los diez años, con Federico, que lo había ido a buscar en la máquina del tiempo.

              —¡Que parecido a mí  es este chico! —exclamó Joaquín de veinte años.

              —Soy vos a los diez años —dijo el chico.

              —¿Para qué llegué a los veinte? Me dijeron que a los veinte la cosa se ponía difícil. Te presento al Joaquín bebé, o sea vos, diez años antes de vos; yo, el Joaquín de los veinte, lo que sería vos, diez años después de vos; y el Joaquín de los setenta, nosotros, pero mucho después.

              —¿Él es nosotros? —preguntó el Joaquín de diez años.

              —Y nosotros somos él —respondió el Joaquín de veinte.

              —¿Pueden simplificarla? —pidió la madre.

              —¿Y ellos? —preguntó el Joaquín de diez años.

              —Ellos son nosotros, nosotros somos ellos, vos sos el, él es yo, yo soy aquellos, aquellos son él —respondió el Joaquín de veinte años.

              —Paremos un poco, esto es un quilombo de conjugaciones. Vamos a ponerlo más simple,  ¿a qué viniste Joaquín del pasado? —preguntó el padre al Joaquín de diez años.

              —A hablarles del futuro —respondió este.

              —Bueno, estamos listos —dijo el padre.

              —Que él hable del futuro, yo hablo del pasado —propuso Joaquín de setenta años.

              —Estamos mal con los tiempos, vos que estás en el futuro, estás en el pasado. Y vos que estás en el pasado, estás en el futuro. El que tiene veinte años vive pensando en el futuro, nosotros fuimos hasta el pasado a buscar el presente. ¿Qué está pasando acá? ¿De tantos viajes se rompió el tiempo? ¿Hubo una brecha?

              En ese momento se abrieron de golpe las puertas del despacho principal y entraron una serie de periodistas, documentalistas, directores. El secretario, que entró arrastrado por la turba, se disculpó:

              —Me desbordaron, ¿los hago entrar?

              —¿Qué otra posibilidad cabria? —respondió el padre—. Que pasen. ¿Y ustedes de qué tiempo son?

              —Yo soy historiador, estoy haciendo la historia de Joaquín, les quiero hacer unas preguntas.

              —Le respondo yo —se adelantó Joaquín de setenta.

              —¿Usted quién es? —preguntó el historiador.

              —Joaquín a los setenta años —respondió.

              —Usted no me interesa, trabajo con el pasado —respondió tajante el historiador.

              —Yo soy Joaquín —replicó este último.

              —Pero no es el tiempo de Joaquín que manejo —insistió el historiador.

              —Yo vengo a hablar del pasado —explicó Joaquín de setenta años.

              —Prefiero hablar con el pasado —refutó el historiador.

              —Yo quiero hablar del presente con Joaquín —Intervino un periodista.

              —Le respondo yo, soy Joaquín de hace diez años —dijo el niño.

              —Yo busco primicias, no puedo hablar con alguien de diez años —le respondió con rapidez el periodista.

              —Usted quisiera hablar conmigo entonces, le cuento del futuro —ofreció Joaquín de setenta años.

              —Me ganaría el Pulitzer —respondió entusiasmado el periodista.

              —Yo puedo hablar con vos, niño —dijo el historiador.

              —Bueno, yo atiendo al historiador —dijo Joaquín de diez años.

              —Perdón, perdón, se están olvidando de mí, estoy haciendo un documental —interrumpió un documentalista.

              —Usted hable con el Joaquín del presente —decidió el padre.

              En ese momento un señor que estaba ahí entró en trance y habló:

              —Soy el Joaquín de una vida pasadaaa, vine a hablar con todos los otros joaquinees.

              —Che, cierren la puerta, que no entren más Joaquines. ¿Qué es esto?, ¿la conferencia mundial de Joaquines? —dijo con voz fuerte el padre.

              —Es tu hijo, respetale la identidad —lo contradijo la madre.

              —¿Qué identidad? Está con un despelote de identidad. ¡Qué tiempo loco! —le replicó el padre.

              —Vengo a hablar del presenteeee —dijo con voz brumosa Joaquín en trance.

              —¿Alguien quisiera hablar de algo que maneje? —preguntó con desesperación el padre.

              Afuera se escuchó el ruido del pueblo, recién en ese momento se dieron cuenta que había una manifestación que estaba tratando de echarlos de la Casa de gobierno.

 

Capítulo dieciocho

 

              Afuera, debido a la crisis económica, una manifestación se había reunido en la plaza frente al balcón, con pancartas y al grito de: “¡Que se vaya Joaquín!”. La policía los dejó hacer. Los manifestantes llegaron hasta casi tirar las vallas. Uno de ellos tomó un megáfono y gritó hacia el balcón de la Casa Celeste:

              —¡Queremos que cambien el color de esta casa, que vuelva a ser rosada!

              Era un manifestante particular, con una capacidad de discurso propio. A pesar de que la multitud era amplia y simple, los que hablaban eran manifestantes particulares, con formas individuales e inteligencias cultivadas en la soledad. Por lo que su potencia como manifestantes que era la cantidad, en esta situación se convertía en debilidad a la hora de uniformarse. Aunque su profundidad era mayor y el modo de expresarla más alto, la manifestación de lo que necesitaban los aunaba a todos; algo simple, muy simple: una  expulsión, que se fuera el presidente. Es de pensar que de todas las variantes y variedades contemporáneas e históricas que han tenido las manifestaciones, todas siempre se habían reducido a una sola cosa, la invitación inesperada del viaje de alguna persona, o el abandono del espacio; se podía decir entonces que casi todas las manifestaciones históricas tenían una finalidad turística. Y como todas las manifestaciones en la historia se habían reducido a un solo objetivo buscado, la expulsión, se podía decir que todas las manifestaciones habían sido siempre una sola manifestación, que no había hecho más que repetirse una y otra vez, de distinta forma, pero siempre la misma: simplemente apurar la presencia; y en esto, las manifestaciones no se habían diferenciado demasiado de las visitas a las casas, donde los dueños en algún momento quieren que se vayan sus visitantes y hacen lo posible para lograrlo; igual que las manifestaciones, las veladas nocturnas, donde los dueños de los restaurantes en algún momento, hecho el negocio, quieren que se vayan sus comensales, y hacen lo posible para lograrlo; las charlas casuales en la calle donde alguno de los interlocutores en algún momento quiere que se vaya el otro; y así un sinfín de experiencias que se caracterizan por el comienzo formal del intercambio, pero la finalización indefinida. Somos participantes de un sistema cultural y social que las más de las veces se ha caracterizado por las expulsiones, y la historia del hombre no es más que la historia de las expulsiones, las llegadas y las partidas. Y en ese sentido, el que se vaya Joaquín no se diferenciaba de todas esas experiencias, era una más de todas esas experiencias similares, o la misma repetida de distintas maneras hasta el infinito. Y eran así  porque nos habíamos acostumbrado que así debían ser, no porque así lo indicara su naturaleza; porque los manifestantes en vez de gritar “que se vaya Joaquín”, podrían haber gritado “que se forme Joaquín”, “que se tome un descanso Joaquín”, “que se psicoanalice Joaquín”, “que tome té a la noche Joaquín”, “que empiece a meditar Joaquín”, “que conozca mejor los barrios Joaquín”, “que se haga acompañar por alguien más Joaquín”, “que se pase una tarde de pileta Joaquín”... y así hasta el infinito. Son tantas las posibilidades y experiencias que se le pueden pedir al otro. Pero no, ese día, el manifestante que se subió a un escenario improvisado, con un megáfono en la mano, gritó: ¡Que se vayaaa Joaquínnnn!

              Y como las experiencias no tienen coincidencias, es decir, cuando un grupo de personas más pide una cosa, menos la logra; Joaquín de veinte años fue hasta hasta el baño que estaba en el medio de la Casa Celeste. Es decir, más adentro de donde estaba; Joaquín no solo no se iba, sino que se quedaba más, o se metía más adentro. Y como a veces lo que defendemos, buscamos o pedimos a gritos, es contrario a lo que somos; allí, parado arriba del tambor, el manifestante —un intelectual de veinticuatro años—, vocero de una multitud de 3 millones de personas —tales eran los que estaban en la plaza y sus aledaños—, gritó:

              —¡Queremos un presidente con más años, queremos experiencia en el país. Un presidente que sepa ser presidente!

              Sin pensar que Joaquín había estado veinte años en la presidencia y era el que más experiencia tenía de todos; y que el mismo representaba a la juventud, pedía contradictoriamente madurez. Sin saber también que él era un joven representando, pidiéndole a otro joven representando, que ahora los representara alguien mayor. Sin pensar, que él pidiendo por él, pedía contra él. Así de compleja era esa situación y la de todos los manifestantes que lo seguían y lo tenían de vocero con esas contradicciones y errores; algo que no pensó ni uno solo de todos los 3 millones de manifestantes, que estaban siguiendo a un error o una contradicción, porque eso era una urgencia, y en la urgencia se simplifica y todo se vuelve parecido y las contradicciones no se piensan porque hace falta más la acción que la reflexión. Y porque para muchos, y durante mucho tiempo, y acá no lo ponemos en duda, manifestarse es hacer algo, moverse, sin importar que, porque lo que se haga, cualquier cosa, va a mover algo, en un orden de cosas detenido.

              —¡Queremos se vaya el presidente joven, queremos alguien mayor! —repitió el hombre joven.

              En ese momento Joaquín, el mayor, el Joaquín que había venido del futuro pero quería hablar del pasado, el Joaquín de setenta años, salió al balcón y eso cambió todo. La política es el mundo de los gestos y el Joaquín mayor lo sabía. Levantó las manos, arqueó los brazos, hizo un gesto de contenerlos a todos, y dijo: “Pueblo”.

              Y nadie sabe porque, con ese solo gesto, con la visión de su presidente como un hombre mayor —porque era tan igual a Joaquín, que a nadie le quedaba dudas que ese que salía al balcón era el mismísimo presidente Joaquín— y con la palabra “pueblo” —el pueblo a veces necesita existir, no necesita demasiado, solo que lo nombren, que lo llamen por teléfono, que lo saluden, que le firmen un autógrafo, que levanten una mano, así es como somos, seres de necesidades de confirmación, que algunos dicen que la vida no es más que una gran búsqueda de confirmación todo el tiempo, y que en este momento, todos los ciudadanos que hay en el mundo, no son más que un montón de simbolismos indefinidos buscando definición. La vida es la lucha por la definición— este mandatario de setenta años, su Joaquín que la última vez que lo habían visto tenía veinte, obró de alguna manera mágica en todos, se sintieron confirmados, y vitorearon.

              Pero nada de esto terminó ahí —ojala hubiese terminado ahí—, y ese es otro problema. Si bien la mayoría de los movimientos que se hacen son por el espacio, ocupar el espacio del otro, o que el otro abandone nuestro espacio, y en ese sentido buena parte de los movimientos son un error, porque el mundo es un lugar amplio con espacios para todos, y más amplio es y con más espacio el universo. Y la historia de los hombres es la historia de los espacios, y quizá según algunas miradas pesimistas los hombres no son más que piezas con las que juegan los espacios, o títeres de un juego mayor que tiene que ver con distancias, y que a buena parte de los hombres todo el tiempo se le está pidiendo que abandonen. Entonces la historia de las personas seria la historia de los abandonos. También les pasa a los hombres que no saben cuando abandonar, cuando terminar algo. Así que los hombres no saben usar los puntos finales, o más que nada, y esto les pasa a todos, no saben parar, o como se dice ahora, no saben soltar. Para esta mirada la historia de los hombres es la historia de las continuidades truncas. Y esto les pasa a todo, todo el tiempo, y esto le pasó a la multitud ese día, que en vez de irse a la casa una vez que se sintió satisfecha, se quedó. Porque el joven de la tarima, aquel que representaba a los 3 millones de manifestantes, que era uno solo cuando hablaba, pero era la voz de 3 millones, dijo:

              —¿Usted, quién es?

              —¡Yo soy Joaquín! —respondió.

              Y eso levantó rumores y conversaciones entre todos los manifestantes, que esa misma tarde habían visto a Joaquín como un joven de veinte años, y ahora, unas horas después, lo venían como un anciano de setenta años. Y dos manifestantes que había ahí delante conversaron entre ellos, y en esa conversación, creo que representaron sino todas las conversaciones de esa muchedumbre, a muchas.

              —¡Cómo envejece el poder!

              —¡Increíble!

              —Cómo envejece el poder, este chico hoy mismo, tenía cincuenta años menos.

              —Vos entrás a un cargo y a las dos horas quemaste seis etapas, por eso le dicen cargo, es una carga.

              —Cómo envejece el poder.

              —Cómo envejece el poder.

Y el Joaquín de setenta años que había salido al balcón, aclaró:

              —¡Son el Joaquín del futuro, vengo de cincuenta años adelante!

              —¿A qué viene?, ¿a contarnos el futuro? —pregunto el vocero del megáfono.

              —¡A hablarles del pasado, soy historiador! —respondió Joaquín de setenta.

              —¡No tiene lógica! —refutó el vocero.

              Y como el opositor tenía como fin oponerse y la función de esa manifestación de 3 millones de persona era realizar una contraposición, pero más que nada buscar cambios, y principalmente lograrlos. Y al ver que lo pedido ya estaba satisfecho, pero el que se opone no cambia tan fácil su posición, así también como el que apoya, porque es más fácil destruirse económicamente que cambiar una postura simbólica. Al ver que lo que pedían ya estaba logrado antes de pedirlo, se vio obligado a pedir otra cosa. El vocero gritó:

              —¡Queremos un presidente más joven, un niño como antes!

              Sin decir nada el Joaquín de setenta años salió del balcón, enseguida apareció el Joaquín de diez años. La multitud lo reconoció y todos se sorprendieron, al presidente lo habían visto unas horas antes diez años más grande, unos minutos antes cincuenta años mayor y ahora tenía diez años menos que la mañana. Los manifestantes empezaron a hablar entre ellos:

              —Se hizo una cirugía.

              —Cómo rejuvenece el dinero.

              —Este chico tenía diez años más hace unas horas. Y cincuenta menos hace unos minutos.

              —Qué bien está el presidente.

              —Qué capacidad de cambio.

              Pero el vocero de la revolución no se quedó callado, y puesto a pedir, viendo que se le concedía fácil todo lo que pedía, y eso lo hacía pensar que tenía alguna especie de poder, pero también que tenía que pedir algo que no le pudieran dar, dijo:

              —¡Queremos al presidente niño de nuevo, al Joaquín bebe!

              Y el Joaquín de diez años se metió hacia adentro del balcón, y a los segundos salió el Joaquín bebé en brazos de su madre. Y la manifestación que había visto hacia unas horas al Joaquín de veinte años, hacia unos minutos al Joaquín de setenta años, hacía unos segundos al Joaquín de diez años, y ahora veía al Joaquín bebe, levantó un rumor de sorpresa, pero no por mucho tiempo, apenas un ratito, estaban en política y por lo tanto acostumbrados a ver cualquier cosa. Y el manifestante, ya confiando seriamente en sus poderes, y asustado de sus responsabilidades, pensando, como todos los lideres, que él era la razón de todas las cosas que sucedían, y sospechando de que cada cosa que pedía le era dada, seguro de que si pedía un dragón también iba a parecer un dragón en ese balcón, y tentado de pedir algunas deseos que no se le habían concedido de chico, como por ejemplo la figura del equipo rival con la camiseta de su equipo, pidió lo único que pensó que no le podían conceder, para poder oponerse y que tanto movimiento tuviera su razón de ser:

              —¡Como cada edad tiene su sabiduría, su razón de ser, su motivo y su verdad, no nos sirve uno por vez! ¡Queremos a los Joaquines de las distintas edades todos juntos para gobernar el país! —y la multitud vitorió. Ahí fue cuando los joaquines, todos juntos, salieron al balcón, los de distintas edades, lo cuatro Joaquines, uno al lado del otro.

              —Bueno, me rindo, me voy —dijo el manifestante, bajándose de la tarima y yéndose enojado.

              Para los que creen que esto calmó a la multitud, no fue así. Los manifestante no se conformaron con las vista de los joaquines y pidieron por la modificación del país y sus situaciones materiales, el cambio en su nivel de vida, la valoración de sus esfuerzos, la tranquilidad de sus días. Fue así que los cuatro Joaquines entraron de nuevo a la Casa Celeste y deliberaron. Y a pesar que entre ellos no pudieron ponerse de acuerdo, conocieron mucho más de sí mismos, de sus etapas, de su pasado, su futuro; también de su conciencia, su lógica, sus motivos y sus deseos. Nadie puede negar que esa reunión de los joaquines de cuatro épocas distintas de la misma vida reunidos en una sala solos, era un encuentro de autoconocimiento, un trabajo de conciencia; y los Joaquines, después de esa reunión salieron más sabios y maduros, sobretodo el Joaquín que los representaba a todos, que era un concepto o la totalidad de sus experiencias, u otra cosa, y en esto no pudieron ponerse de acuerdo los especialistas: qué era Joaquín; puesto que estaban todos los Joaquines ahí, que era la sola cosa que era todas esa cosas, o la sola parte de todas esas partes. Pero para entender esto muchos dijeron que hacía falta poder entender la ausencia de dualidad o el concepto de totalidad, así que se conformaron con decir que todos esos eran Joaquín, que había sido un encuentro muy positivo del presidente consigo mismos, y lo dejaron ahí.

              El futuro del país y los pedidos de los manifestantes se debatieron un rato más tarde en una sala contigua, con quienes habían estado debatiendo todo esto los últimos años: la madre de Joaquín, el padre, y su amigo Federico. Y para arreglar esto, como muchas veces en política, el trío —que tenía su cuota de sabiduría en la madre, de creatividad en el padre, de aceptación en el amigo, pero no todas juntas en uno solo—; y más que nada —y esto ellos no lo sabían—, tenían sobre las espaldas las intenciones de años de movimientos en ese sentido (las costumbres o como le dicen los modus operandi), que en el caso de la política era no conceder lo que las multitudes pedían (nunca se concedió que las multitudes eran más sabias que las elites, ni se reconoció que todos los grandes errores históricos los habían cometido las elites), sino complicarla más y buscarle la vuelta para hacerle creer que le daban lo que pedían para luego darles otra cosa. Y esos tres, si bien reunían en sí mismos, todas las características y condiciones para darle a la multitud lo que pedía, y todas las condiciones para solucionar los problemas y hacer más felices a las personas, hicieron el camino más difícil y buscaron una solución alternativa, que más que alternativa era diferente a lo que se necesitaba. El primero que habló, como siempre, fue el padre:

              —Tenemos una crisis entre manos.

              —Tenés —aclaró la madre.

              —¿Y si le damos lo que piden? —preguntó en tono conciliador Federico.

              —Puede ser —dijo el padre.

              —Listo —respondió rápidamente la madre.

              —Piden un cambio, repentino, revolucionario...—expuso el padre.

              —¿Te diste cuenta? —dijo suspirando la madre.

              —Piden alguien nuevo en quien confiar. Tenemos que sacar a Joaquín de escena —dijo con pesadez el padre.

              —Me da lástima —respondió la madre.

              —Le hacés un favor... pobre chico. ¿Sabés lo que es gobernar este país? —dijo con aire de sabiduría el padre.

              —¿Ahora te das cuenta? Hace veinte años que… —dijo la madre sin terminar la frase.

              —No entiendo cómo pudo estar… —dijo el padre.

              —¿Me estás haciendo un chiste? —le interrumpió la madre.

              —¡Un presidente nuevo! —dijo con voz luminosa el padre.

              —Vos —le respondió Federico—. Así todo queda en familia, como siempre.

              —No, yo no —contestó el padre—. Tiene que ser alguien que tenga muchísima aceptación, alguien moderno, una figura nueva, que toda la gente adore sin excepción.

              —¿Y quién es ese alguien? —preguntó Federico.

              —No alguien... algo —respondió con seguridad el padre.

              —Me da miedo como suena eso —dijo con voz temblorosa la madre.

              —¿A qué te refieres con “algo”?, ¿un robot? —preguntó con incredulidad Federico.

              —No no, pero un algo. Los alguienes ya estamos muy desgastados. Siempre gobernó alguien, pero nunca gobernó algo.

              —Hay tantas cosas que no gobernaron —dijo la madre.

              —¿Algo como la tostadora? —volvió a preguntar incrédulo Federico.

              —No, la tostadora no, nos quemamos —respondió el padre.

              —¿La licuadora? —siguió Federico.

              —Será una mezcolanza —rebatió el padre.

              —¿La freidora? —volvió a la carga Federico.

              —Estamos fritos si mandas a la freidora —respondió el padre.

              —¿Cómo va a gobernar el país un objeto? —intervino la madre.

              —Sería un país objetivo —aseguró este.

              —No jodas Jorge, los objetos no tienen vida —respondió la madre.

              —Yo me refiero a algo que tenga vida —respondió el padre.

              —¿Un elefante? —especuló Federico.

              —No me tientes.

              —Un elefante sería increíble, seríamos su manada. Los elefantes tienen orejas grandes, saben escuchar, respetan a los ancianos, tercera edad agradecida —ejemplificó Federico.

              —¿Cómo vamos a poner a un elefante a gobernar, ustedes se escuchan? —preguntó con total incredulidad la madre.

              —Me gusta lo del elefante —dijo el padre con cierto grado de entusiasmo—, pero me refiero a otro algo. Esto va muy rápido, mucho trabajo, mucha responsabilidad, mucha locura, mucha seriedad, nada de juego.

              —Cómo te gusta la joda —dijo la madre.

              —Hay que poner las cosas un poco más lentas, hay que parar la pelota —propuso el padre.

              —¡Un perezoso! —dijo Federico con entusiasmo.

              —Lo estaba por decir —coincidió el padre.

              —Sería todo mucho más tranquilo y más lento —agregó el amigo.

              —Los estoy grabando, así se escuchan después —les dijo la madre.

              —También podría ser una tortuga —mencionó Federico.

              —No lo creo —refutó el padre—, está muy pegada a los clichés... “ehhh, sos una tortuga le dirían”. Y sí, necesitamos un cambio profundo, necesitamos algo grande, bien grande, que conforme a la gente.

              —Un dinosaurio, a la gente le encantan los dinosaurios —dijo como tocado por una idea luminosa Federico.

              —Me gusta, un dinosaurio presidente —dijo pensativo el padre.

              —Ay, por favor —dijo la madre.

              —Los nenes lo adorarían —apuntó Federico—. Y los grandes lo respetarían. Lo podemos ir a buscar con la máquina del tiempo.

              —No me digan que lo están pensando —dijo incrédula la madre.

              —Pero los dinosaurios tienen un problema —pensó en voz alta el padre.

              —¿Que están extintos? —ironizó la madre.

              —No, además de ese —le respondió el padre.

              —¿En que podrían fallar los dinosaurios? —preguntó serio Federico.

              —Dado que se extinguieron... en todo —respondió la madre.

              —En que no se han adaptado demasiado al cambio, son demasiado grandes como para cambiar tan rápido. En política cambia todo muy rápido —contestó el padre.

              —Habías dicho que querías algo grande —dijo Federico.

              —En estos tiempos las cosas cambian muy rápido todo el tiempo, necesitamos algo con mucha adaptación al cambio, que se adapte al ambiente —definió el padre.

              —Un camaleón —propuso Federico.

              —Sí, eso —aceptó el padre—. Tenemos que llevar a la presidencia a un camaleón.

              —O algo que aunque haga lo que haga de todos modos lo adoren y respeten, porque ya tiene ganado el respeto. Y que de todos modos, no haga muchas cosas mal, que esté por naturaleza acostumbrado a hacer las cosas con bondad —sugirió la madre.

              —Vos lo dijiste. Y tengo pensando algo —dijo el padre.

              —No me digas que… —balbuceó la madre.

              —Sí, un perro —confirmó el padre.

              —¡El perro de Joaquín! —exclamó Federico.

              —Exactamente —reafirmó el padre.

              —Increíble —dijo la madre meneando la cabeza.

              —Traelo —le dijo el padre a Federico.

              Federico salió y al ratito entró con el perro de Joaquín, un perro callejero llamado Fofi, que era de un carácter adorable, siempre alegre, guardián, bueno, servicial.

              —Todos lo van a aceptar de presidente —dijo el padre entusiasmado.

              —Vos estás mal —le respondió la madre aún sin dar crédito a lo que Jorge había propuesto.

              —Mirá lo que es, ¿vos no lo aceptarías? —preguntó el padre.

              —¿A Fofi? —preguntó Federico—, ¡cómo no lo voy a aceptar. Mirá lo que es Fofi. Fofiiiii!

              —¿Y vos? —preguntó el padre dirigiéndose a la madre.

              —Sí, pero no se trata de eso.

              —Listo —dictaminó el padre—, ofrecemos a Fofi de presidente. ¿Cuánto te pensás que mide la imagen positiva deFofi?

              —Toda —respondió con seguridad Federico.

              —¡Cómo saberlo! —planteó la madre.

              —Lo sondeé —se respondió a sí mismo el padre—. En este país las que están mejor vistas son las mascotas, este país es mascotero. ¿Viste cómo viven los perros de la calle?, ¿cómo comen?

              —Mejor que yo —respondió Federico.

              —¿Viste como respetan las personas a los perros? No le podes hacer mal a un perro que se mete en tu casa.

              —Por suerte —añadió la madre.

              —¿Y vos pensás que todos esos que toman esa postura no van a votar a un perro presidente?

              —Yo lo voto —afirmó Federico.

              —Vos votás lo que sea —le dijo la madre a Federico.

              —¿Vos pensás que todos esos que dicen que los perros son mejores que los humanos —cuando le ponés a elegir un perro por sobre los humanos—, qué van a tener que hacer?

              —Votar a un perro —sentenció Federico.

              —Exacto, la elección está ganada. Golpe de shock, asumimos la crisis —dijo con certeza el padre.

              —Cosa que no hace nadie —añadió Federico.

              —Llamamos a elección anticipada —continuó el padre.

              —Cosa que no hace nadie —reiteró Federico .

              —Dos golpes de shock, presentamos a Fofi como candidato, tres golpes de shock, ganamos las elecciones y seguimos. Fofi no puede perder.

              —¿Cómo sabés? —cuestionó la madre.

              —Ya lo medí, imagen positiva del 95 por ciento.

              —Perdón Fofi, yo lo adoro a este perrito, sabés que yo lo saqué de la calle, pero qué va a hacer un Fofi en la presidencia, ¿en que nos puede beneficiar el pobre? Perdón Fofi, no puedo hablar mal de vos.

              —Lo mismo que te pasa a vos le va a pasar a los periodistas, no van a poder hablar mal de él.

              —Si, pero, ¿qué puede hacer fofi?

              —Fofiii, de todo, mira: “Fofi, ¿dame la patita?”. Ves, me la da.

              —Bueno, sabemos que puede saludar, sirve para las reuniones internacionales —dijo ya un poco convencida la madre.

              —Absolutamente, en las reuniones internacionales lo único que hacen es saludarse, después no hacen nada más, se juntan al pedo. Bueno, eso Fofi lo puede hacer, puede saludar. Mira: “Fofi, dame la patita”. Ahí está. Puede ser canciller.

              —¿Y las otras funciones del presidente? —preguntó la madre.

              —Hacen todo los ministros, nosotros lo sabemos —respondió Federico.

              —¿Y las otras cosas? —insistió la madre.

              —Fofi es guardián —resondió nuevamente Federico—, suena el timbre y ladra.

              —Exactamente, es guardián, va a cuidar el país. Si alguien lo quiere invadir, Fofi le salta. Puede ser General. El presidente es el general del país, y tiene que cuidar que nadie ajeno se meta a llevarse nuestras cosas —agregó el padre.

              —Decile a varios presidentes eso —pidió Federico.

              —Sí, pero Fofi cuida en la noche —argumentó la madre.

              —¿En qué momento del día pensás que invaden los países? —preguntó el padre.

              —No sé —se limitó a contestar la madre.

              —En la noche —le contestó este último.

              —Esconde medias, el Fofi —añadió Federico.

              —Eso essss, sabe esconder cosas, es ideal para la economía —dijo el padre.

              —Encuentra cosas, porque es medio perdiguero, es un perro de marcaje —siguió Federico.

              —Ahí está también, sabe encontrar cosas, ideal para la justicia.

              —No sé —dijo la madre.

              —Ya lo tengo todo pensado —expuso el padre.

              —Eso es el que me da miedo —dijo la madre.

              —Tengo el plan, los afiches, el eslogan: "¿Quién no querría a su mejor amigo de presidente?, Fofi presidente" —dijo el padre.

              —Ingenioso, pero solo con esloganes no se ganan las presidencias —cuestionó la madre.

              —¿No? —preguntó suspicaz el padre.

              —Bueno, sí —aceptó la madre.

              —Salimos, presentamos a Fofi de candidato a presidente, y ya sin dejarlos pensar, a todo su gabinete —explicó el padre.

              —¿Nosotros? —preguntó la madre.

              —No, un gabinete de perros —respondió la madre.

              —¡Brillante! —exclamó Federico.

              —¡Tanto que encandila! —Exclamó con ironía la madre.

              —¿Es bueno o no? —preguntó satisfecho el padre.

              —Lo decidiste todo vos,  ¿para qué nos reunimos? —preguntó insatisfecha la madre.

              —Para decidir el gabinete, entre todos —respondió el padre.

              —Solo perros —dijo ella.

              —Lobos si querés también —contestó el padre.

              —Eso sería llevarlo a otro nivel —intervino Federico.

              —Déjalo con perros —propuso la madre.

              —Empecemos… ministro de deportes

              —El galgo del Omar —propuso Federico—. ¿Quién sabe más de deportes que un galgo? Es deportista.

              —No, es debatible, eso está mal —cuestionó la madre.

              —No empecemos con las carreras de galgos —previno el padre.

              —¿Y el caballo de Ariel? El que corre en Palermo, deportista reconocido.

              —Eso también está mal.

              —-¡El perro del Alberto, el cusco! —recordó de pronto Federico.

              —¿El que se vuelve loco con las pelotas? —preguntó el padre.

              —Sí, una vez que la agarra no se la sacás más.

              —Ahí tenés, esto es un acierto. ¿Quién sabe más de deportes que los perros que se enloquecen con las pelotas?

              —¿Con que haya corrido atrás de la pelota como desesperado alcanza para que alguno pueda llegar a ministro de deportes? —preguntó la madre.

              —¿Qué te parece? —preguntó a su vez el padre.

              —Bueno, sí —respondió ella.

              —Y ojo que muchos fueron muy buenos. Listo, sigo la línea. Ya está, El tincho, el cusco del Alberto, ministro de deporte. ¿Ministro de justicia? A manejar la policía… El perro de mi hermana, el perro policía.

              —¿Un perro policía a manejar la policía? —preguntó la madre.

              —Es lo más normal del mundo,  ¿cuánto hace que la policía trabaja con perros policías?

              —Pero no como jefe —respondió esta.

              —Y se llama Matute —agregó el padre.

              —Me convenció por el nombre —dijo Federico—. ¿Y para agricultura?

              —Tu labradora —respondió el padre.

              —La pitu, noooo. ¿Qué sabe de agricultura? —interrumpió la madre.

              —¿Qué sabe? Hace pozos en todos lados. La agricultura básicamente es hacer pozos —le contestó el padre.

              —Sí, no es mucho más que eso —dijo humildemente Federico.

              —Para enterrar cosas —agregó la madre.

              —Y la agricultura es enterrar cosas —acotó el padre.

              —Y no le busques más vueltas —concluyó Federico.

              —Está capacitada, elegida. ¿Quién va a saber más de agricultura que una labrador?

              —Un topo —dijo Federico.

              —Solo perros —le contestó el padre—. ¿Qué sabe un topo Federico?

              —Mucho más que nosotros —respondió Federico—, conoce todo el proceso de la agricultura desde abajo. El topo es sabio, conoce las raíces.

              —No puedo creer lo que estoy escuchando —dijo la madre.

              —¿Transporte? —preguntó el padre.

              —El siberiano Fedor, el de acá a la vuelta, trabajaba en transporte, tiraba un carro de nieve —propuso Federico .

              —El Yac que lleva siempre un pajarito en el lomo que le come los microbios, hizo más por el transporte que ese siberiano —objetó la madre.

              —Es ideal para transporte y canciller, porque nos va a mejorar las relaciones con Siberia —dijo el padre.

              —¿Para qué nos sirven las relaciones con Siberia? —preguntó la madre.

              —Nunca se sabe —respondió este.

              —Ese siberiano no hace nada, lo anda llevando todo el día alzado el nene del medio de la familia —refutó la madre.

              —Le gusta andar en coche —recordó Federico.

              —¿Maneja? —preguntó el padre.

              —No lo sé —respondió Federico.

              —¿Cómo va a manejar? —dijo con tono burlón la madre.

              —Pero va sacando la cabeza por la ventanilla, mirando y ladrando, es como un guía. Les va diciendo por donde van pasando —respondió Federico.

              —Listo, le gusta andar en coche, lo dejamos en transporte. Y lo pondremos a organizar el parque automotor —afirmó el padre—. ¿Ganado y pesca? El pastor alemán de la otra cuadra, que es cruza con labrador, reúne las dos características.

              —Sí, ese que parece un oso —estuvo de acuerdo Federico.

              —¿Cultura? —prosiguió el padre.

              —El caniche de la vieja de al lado —propuso Federico.

              —¿Qué sabe de cultura? —preguntó la madre.

              —Trabajó en un circo con “Los perros saltarines”, sabe de espectáculos.

              —Ni sabía lo que hacían —refutó la madre.

              —Cómo subestimás a los perros, guarda que son el próximo gobierno —le cuestionó el padre.

              —Si yo los adoro. Mejoré la situación de los perros en todas las presidencias de Joaquín —se defendió la madre.

              —Demostralo —le dijo el padre con voz firme.

              —Bueno, estoy de acuerdo, el caniche a cultura —aceptó finalmente ella.

              —¿Y para manejar la prensa? —preguntó Federico.

              —Tengo el ideal, el Rufo, el perro de enfrente —dijo confiado el padre.

              —¡El Rufoo! No Lo puedo creer —exclamó la madre.

              —Me lo sacaste de la lengua —apoyó Federico.

              —¿Qué sabe el Rufo de prensa? —preguntó la madre.

              —¿Le decís vos? —dijo el padre mirando a Federico.

              —Decile vos —respondió este.

              —El Rufo se pierde siempre —contestó el padre.

              —Todos los días. ¿Qué puede saber de información un perro al que le falla la información básica?, donde vive, por ejemplo.

              —¿Cuál es la función básica de la prensa? —respondió el padre—: ser leída.

              —Sí.

              —¿Y cómo lo encuentran siempre al Rufo? A través de publicaciones en afiches y redes sociales.

              —¿Qué tiene que ver? —respondió la madre.

              —Podemos decir que el Rufo es el ser más leído que existe —dijo con certeza el padre.

              —Siempre estamos leyendo cosas del Rufo, se perdió, despareció, apareció, se perdió —agregó Federico.

              —Es más leído que la prensa, a la que ya casi ni leen. El Rufo tiene más prensa y sabe más de prensa que la prensa misma —continuó el padre.

              —Los que lo devuelven le leen la cadenita, lo leen hasta a él mismo —apoyó Federico.

              —Es inverosímil —cuestionó la madre.

              —El Rufo a prensa. Tenemos candidato a presidente, tenemos gabinete —concluyó el padre.

              —Un éxito —apoyó con contundencia Federico.

              —¿Industria? —preguntó el padre.

              —Un dogo —contestó rápidamente Federico.

              —¿Por qué un dogo? —preguntó la madre.

              —Tiene lógica. Un dogo, perro nacional, cuidando la industria nacional.

              —Un dogo que ande en Torino —añadió Federico.

              —Los dogos no andan en auto —aclaró la madre.

              —Perro nacional, auto nacional, bien —apoyó el padre.

              —Y que coma dulce de leche —incluyó Federico.

              —E invento argentino. Dulce nacional, perro nacional y auto nacional.

              —Y use birome —sumó Federico.

              —Otro invento argentino, me convenciste. La industria, el mercado interno, lo nacional, queda en buenas manos.

              —¿Hablan en serio? —preguntó la madre con notable gesto de incredulidad.

              —Esto es pan comido —habló con confianza el padre—. Está ganado. ¿Quién se va a oponer a una lista donde haya labradores, caniches, perros callejeros, pastores alemanes, perros policías, galgos?

              —Bueno... dicho de ese modo... —dijo convenciéndose la madre.

              —¡Ya la quiero votar! —exclamó satisfecho Federico.

              —¡Todo el mundo votaría esta lista! —exclamó a su vez orgulloso el padre.

              —¡Y la votaría ya! —gritó con entusiasmo Federico.

              —Para eso lanzamos elecciones anticipadas —acuñó el padre.

              —¿Y a todo esto donde queda Joaquín y sus veinte años de presidencia? ¿No pensaste en tu hijo? —interrogó la madre.

              —Nunca ves todo completo, es por él que lo hago —aseguró el padre.

              —¿Cómo va a mantener el poder Joaquín? Ya no se va a hacer lo que él dice.

              —¿De quién es el perro? —hizo la pregunta retórica el padre.

              — De Joaquín —fue la respuesta de la madre.

              —¿A quién obedece y no hace caso a nadie más? —siguió interrogando el padre.

              —Joaquín —fue nuevamente la respuesta de la madre.

              —Listo, es simple: Fofi al gobierno y Joaquín al poder. Va a seguir decidiendo Joaquín a través de su perro.

              —Sos un genio —dijo efusivamente Federico.

              —Que no tiene mucha diferencia con un loco —dijo escuetamente la madre.

              —Más confianza che, lancemos esto —pidió el padre.

              —Señor Fofi, señor futuro presidente, para servirlo —habló con deferencia Federico a Fofi.

              —Es un perro —les recordó la madre.

              —Un señor perro —le corrigió Federico.

              —Como digan —aceptó finalmente la madre.

 

 

Capítulo diecinueve

 

              Así fue, que para salir de la crisis, todo el gabinete de Joaquín y la mesa chica presentaron la renuncia de Joaquín, convocaron a elecciones anticipadas, y presentaron una lista. Un perro presidente y un gabinete de ministros, todos perros. Fofi, un perro callejero candidato a presidente. El eslogan decía: “Fofi, el callejero, presidente. Tiene calle”.

              Junto con Fofi se lanzaron como ministro de transporte, el siberiano, el ruso Fedor, con consignas como “En transporte, Fedor, el siberiano, te lleva”. En prensa el Rufo, presentado con eslóganes como “Para volver a leer prensa, Rufo, el perro más leído de todos. Lo viven publicitando porque se pierde”. Y así con los otros.

              La campaña fue rápida y la elección se llevó a cabo enseguida; la oposición intento copiar el sistema y presentó un lista de gatos, mascotas que si bien eran queridas, no lo eran tanto como los perros. Los gatos se clasificaban por su color, y el color daba la característica al carácter, así que hubo gatos de varios colores y la lista se llamó “Lista multicolor”. Como caso particular mandaron de canciller a un gato negro, para que le trajera mala suerte a los países competidores. Ese gato en particular traía muy buena suerte, y tenía muy buena energía. Un gato colorado, llamado Fuego, fue presentado como ministro de minería. Y una gata totalmente blanca y de muy buen carácter, encabezó la lista en presidencia. Como ministro de economía fue postulado el popular Gato con Botas, “un gato que no pone las garras donde no deben”, versaron los afiches.

              La campaña de las dos listas de perros y gatos, de acuerdo a muchos de la prensa, fue una pelea de perros y gatos.

              Partidos menores presentaron listas de otros animales. Hubo una pintoresca lista de pájaros, que ocupó un muy decoroso tercer puesto en la elecciones generales: con palomas, colibríes, gorriones, un pájaro carpintero en el ministerio de trabajo, un hornero en la secretaría de vivienda y una conocida paloma de la paz de candidata a presidente (decisión que les dejó lugar para los eslogan en contra, como los de la gente de Fido: “No seas paloma, votá a Fido”). Proponían una cotorra de canciller, un pájaro carpintero en pesca, y un tero que sabía esconder bien las cosas, en economía. Una gallina de nombre Turuleca, bajo el eslogan “La gallina turuleca tiene huevos”. La paloma de la paz no ganó la presidencia, pero años más tarde ganó el premio Nobel de la paz.

              Hasta hubo una lista con una serie de mascotas atípicas —que ocupó el cuarto lugar—, que contaba como principal característica con una tortuga de candidata a presidente, de nombre Manuelita; que aprovechando la fama del ícono de Pehuajo, obtuvo todos los votos de esa ciudad.

              También hubo una quinta lista, la cual consistía en una extraña serie de mascotas peces, llamada Lista Anticorrupción, que contaba con un barrefondo o coridora bronceada como candidato a presidente. Se la presentaba con el eslogan “Para barrer con la corrupción, vota al barrefondo Traganel”. Y para el ministerio de trabajo presentaba un pez  limpiadrios. Aunque el pez figura de esa lista era Rozado, el salmón, que siempre había nadado contra la corriente y tenía experiencia en cosas difíciles. En cultura por supuesto presentaban un pez payaso. Dentro de sus propuestas había una muy particular que era la de  suprimir la secretaría de pesca y prohibir la pesca. Si bien no ganaron, en su honor, esto último les fue concedido y la secretaría de pesca dejó de existir.

              Las elecciones se llevaron adelante dos meses después de la renuncia de Joaquín. La lista de los perros, lista oficialista, ganó con un 41 por ciento, justo al límite. Sacó un 22 la de los gatos. Un 20 la de los pájaros. Un 11 por ciento la de los peces. Un 5 por ciento la de las mascotas exóticas, y el otro porcentaje se dividió entre otras listas y votos en blanco. La crisis estaba superada.

              Para muchos fue una jornada de elección atípica; para otros, amantes de la naturaleza, fue una jornada maravillosa. Para otro grupo, acostumbrado a la política, fue una jornada más, como tantas que ha habido en política. La política era una cosa rara.

 

Capítulo veinte

 

              En el resto del mundo tomaron nuevamente el caso argentino, no quedándose atrás y alzándose extraños gobiernos. En todo el mundo soplaban vientos de cambio, y de nuevo las cosas, cómo con el presidente bebé, comenzaban en argentina. Un país de la ex Unión Soviética lanzó una presidencia con perros guardianes. EEUU presentó su atípica lista con animales americanos, que solo habitasen ese país. Su gabinete tenía coyotes, águilas, osos, un dinosaurio vuelto a la vida; y, para ganar el voto latino, un correcaminos, en una claro guiño de acercamiento a México.

              Sudáfrica presentó un gobierno con leones, chitas y panteras. Hubo un país de áfrica, con muchos años de lucha y falta de entendimiento, que aprovechó la volteada y lanzó un gobierno completo de elefantes. Países pequeños, buscando sorprender en el mundo, lanzaron gabinetes enteros de insectos, con presidentes insectos. Así fue que Mónaco dejó de ser principado y lanzó un gobierno de hormigas trabajadoras, pero —como no podía ser de otra manera—, manejadas por una reina; por lo que de todos modos continuó siendo un reinado. Haití, un país turístico por excelencia, presentó un simpático gobierno de grillos y de vaquitas de San Antonio, bajo el eslogan “Visita el país de la suerte, y su gabinete de vaquitas de san Antonio. Haití, un país que te va a traer suerte”. Una provincia de EEUU, Nueva York, Quens, presentó una gobernación y un gabinete de provincia de arañas de todo tipo. Poniendo al frente de la secretaria de ganadería una araña pollito. Holanda a la vanguardia de los avances presentó un periodo sin gobierno, confiando en la buena voluntad y el entendimiento simple de la gente. Y cómo no podía ser menos Francia presentó un periodo de prueba de cuatro años con 600 mil presidentes, 600 gabinetes y 600 mil regiones.

              Así el mundo se entregaba una época de distintos tipos de gobiernos y pruebas

 

Capitulo veintiuno

 

              Hubo países que presentaron variaciones en la estructura, pero no cambiando el presente, sino la conformación de sus ministerios. Alemania volvió todos los ministerios, ministerios de trabajo. Fue así como tuvo diez ministerios de trabajo. Cuba ordenó cinco ministerios de salud. Francia se decidió por siete ministerios de cultura. Hubo un país que decidió no tener ministerios. Hubo dos países que se decidieron por presidencias rotativas, un día por cada ciudadano,  hasta alcanzar a todos. Dos países presentaron un plan de presidencia por productividad, el presidente iba a tener que alcanzar una meta de logros, y si no los alcanzaba elegían a otros.

Pero si bien variaron mucho las decisiones y formas, en la mayor parte se impusieron variantes del sistema presidencialista.

 

Capitulo veintidós

 

              El gobierno de los perros en argentina no fue un desastre como muchos esperaban, ni tampoco muy diferente a los otros gobiernos en materia de decisiones de estado; y esto debido a que muchas de las decisiones no las tomaban los gobiernos, sino más el rumbo de los acontecimientos, los acuerdos previos, o el ejercicio de pequeños organismos y trabajadores que trabajaban para los gobiernos. Eran estos los que que con los hechos de todos los días definían los rumbos y la decisiones, más que las grandes palabras de los grandes decididores. Y para muchos ni siquiera ellos, sino las cosas cotidianas de todos los días que formaban a las personas, las relaciones, los gobiernos y los países. Las pequeñas cosas cotidianas definían el verdadero rumbo de todas las cosas. Y eso fue lo que comenzó a cambiar y obrar para bien con el gobierno de Fofi, el perro de Joaquín, el último de los gobiernos de Joaquín. Porque con los perros todo el tiempo en la prensa, en la tele, en la calle, la gente empezó a tomar cosas de ellos, como se dice a copiarlos, y sin quererlo parecerse. Decía un refrán que los perros se parecen a sus dueños; con el gobierno de Fofi se invirtió esa ecuación y los dueños empezaron a parecerse a sus perros. La gente se volvió más cercana, cariñosa, amable, servicial, fiel y noble. Empezaron a tener cada uno lo mejor de los caracteres de los perros, y las cosas empezaron a mejorar en el país.

              El periodo de Fofi duró un año de hombre, que son siete años de perro, pero ese periodo obró muchos cambios en las personas y en las mascotas.

              Y ese año fue el último de los gobiernos de Joaquín. Lo cierto es que las cosas siguieron más o menos como siempre, tanto en esa nación como en el mundo. Solo, que en un periodo de tiempo, gobernó una familia completa el país, que también era una familia. ¿Fue para mejor o fue para peor? No estamos para decirlo, solo para decir que fue diferente.

              No se volvió a ver a Joaquín ni a su familia en el país. Hay quienes dicen que nunca existieron, hay quienes dicen que van a existir siempre. Otros dicen que se fueron en la máquina del tiempo al pasado, o al futuro. Hay quienes dicen, por su parte, que hay que dejar de exagerar. Y hay quien dice que, como algunos de los miembros de la familia de Joaquin y otras familias, cada uno debe gobernar su vida con sabiduría.