Funciones de terceros

domingo, 27 de noviembre de 2022

El bastión de cristal. (Obra de teatro del dramaturgo Marcelo Raúl Maggiolo)


Comedia dramática en 4 actos


Sinopsis 

Kimberly, una simpática chica trans, es contratada para cuidar a Delia, una  mujer con deterioro cognitivo progresivo. Al principio la relación es conflictiva, hasta que se perciben como iguales frente a la discriminación social, lo que les  permite hacerse amigas y convivir juntas durante el inminente periodo de  aislamiento obligatorio en medio de la pandemia mundial.  ____________________________________________________________ 

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Personajes  

• Delia: una mujer de clase media que empieza a manifestar sus primeros  síntomas de Alzheimer. Cercana a cumplir 80 años. Vive sola, sus hijos  están radicados en el exterior desde hace años. 

Presenta un leve deterioro mental, confusión temporal (no sabe si es de  día o de noche), incapacidad de concentrarse, incapacidad de hacer  operaciones matemáticas sencillas, olvidos, irritabilidad, enfado,  soledad. A veces acompañado de alucinaciones. 

• Kimberly: es una joven mujer trans, con la capacidad de recuperarse de  situaciones complicadas y seguir avanzando hacia el futuro. Es 

agradable, positiva, tolerante y flexible. Ve los obstáculos como  oportunidades. 

Personajes secundarios  

• Dr. Di Pietro: medico con una admiración excesiva hacia su persona. A pesar de esta característica es sumamente empático con sus pacientes. • Noelia (secretaria) es joven y hermosa, es la nueva esposa del Dr. Di  Pietro, antes su secretaria, Se muestra todo el tiempo como una alumna  obediente. 

• Alicia: es la sobrina de Delia, una mujer de 70 años, es algo menor que  Delia. Trabajó de portera en un Internado de menores. Es una mujer  sencilla, servicial. Actualmente vive en Belén de Escobar, al nordeste de  la provincia de Buenos Aires, en una de las zonas productoras de plantas  y flores de Argentina. 

• La Rogelio: un hombre de 60 años aproximadamente, buen amigo, lleva  puesta una pulsera con los colores de la bandera LGBT y una remera  femenina con brillos. Pronuncia la “s” como la “z”. Contrasta su  sensibilidad con sus rasgos masculinos.  

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PRIMER ACTO: LA VISITA AL MÉDICO 

[Está Delia sentada, con una sobrina que la acompaña, esperando que llegue  el Doctor y comience a atender. Delia se muestra levemente cansada a pesar  que es temprano, aproximadamente las seis de la mañana. Entre bostezos y  quejas se siente que llega el Doctor con su familia.] 

[Llega el Dr., sin guardapolvos, junto a su secretaria con un bebe de meses.] 

Dr. Di Pietro: Buen día —la saluda con un beso— ¿Cómo le va Delia? Tanto  tiempo. ¿Cuándo fue la última vez? ¿Cuatro meses? 

Delia: Cinco, doctor. Todavía no había sido papá de nuevo usted, y ahora esta  belleza está tomando la mamadera en el cochecito. ¡Mi vida, es un angelito! 

Secretaria: Mire, Delia, cuando nació el papa dijo “acaba de nacer el doctor Máximo, que va a seguir con el legado familiar”. 

Dr.: Así dije yo. Imagínese, mi abuelo médico, nada menos que decano de la  facultad de Medicina, mi padre médico. mis tres hijos mayores médicos.  Bueno, y la mamá se está por recibir de médica también así que no puede ser  otra cosa que médico. 

Secretaria: Pase Delia al consultorio. Con toda esta movida de viajar los  sábados anoche atendimos en Colón, hoy en Junín hasta las cuatro de la tarde  y después viajar nuevamente hasta Pilar.

Dr.: Me va a tener que tener un poco de paciencia Delia, conecto el equipo y  me fijo si tengo por acá un guardapolvo de emergencias  

Delia: Sí, sí, cómo no doctor. ¡Está más delgado usted! Le queda mejor. 

Dr.: ¿Sabe que sí? Nueve kilos menos. Con todo esto de ser padre otra vez a  los 52 años y tener una esposa de 25 años, imagínese. —dice con picardía— 

Secretaria: el doctor esta más delgado, y yo después del embarazo no quedé con kilos de más. Lo que sí, usted no sabe cómo se me cayó el cabello. 

Dr.: Me hiciste acordar, fíjate si quedaron peptonas de colágeno y las  queratinas de minerales, —dice a la secretaria mientras le toca la cabeza a  Delia— a simple vista acá hay algo de alopecia. 

Secretaria: Mire Delia, le aseguro que son maravillosas. A mí se me caían los  mechones con cada cepillado y ahora estoy fabulosa, tengo mejor que nunca  el cabello. Acá tiene para varios meses. —le da un paquete — 

Delia: Gracias. 

Doctor, ¿No tiene algo para las piernas? 

Sobrina: tengo la culpa yo doctor, resulta que cuando vine de Escobar me vine  a pasar unos días con mi tía Delia y no se me ocurre mejor idea que traerle seis plantas de rosas… 

Delia: ¡Unas rosas así de grandes! —hace ademanes indicando tamaño— esas  de tallo largo, las que se usan para los ramos. 

Sobrina: si, tía; pero que pasó: de tanto estar escarbando la tierra en el jardín  le agarró problemas en el nervio ciático. 

Delia: Usted no sabe doctor, tenía que dormir sentada. Así de hinchadas se me  pusieron las piernas, y bueno, me tuvieron que dar diuréticos. Encima que no  podía dormir porque hay una casa que están arreglando al lado y los albañiles  tienen gallos de riña. 

Sobrina: Toda la noche la despertaban y después no se podía dormir, si  descansa un poco no siente tanto los dolores. 

Dr.: Hay una medicación que es justo para las personas que duermen y se  desvelan a la mitad de la noche. Se la puedo recetar. 

Delia: ¿Y no me puede dar nada para caminar derecha? 

Dr.: —Mira a Delia a los ojos— ¿Sabe qué pasa Delia? Usted lleva años de  desinversión en su cuerpo. Tiene una displasia de caderas, y por lo tanto una  pierna esta más larga que la otra, ¿Me entiende? La pierna derecha esta así — pone rígida la pierna, hacia adelante— y la otra tiende a agacharse, entonces 

el cuerpo tiene que adoptar esta postura para poder mantener la cabeza  erguida. ¿Me entiende? Por eso la cadera hace como un efecto de rotación  para compensar —imitando la postura de Delia—.  

Sobrina: También… solo a mí se me ocurre traerte un problema. A Delia le  encantan las plantas, tiene el patio que es un paraíso. 

Delia: Ay, si a mí me hubieran llevado de chica a un médico como usted… yo  no estaría así. —llorisquea lábil—.

Dr.: Pero usted me contó que cuando era chica la trataban en el hospital de  niños en Buenos Aires. 

Delia: Bueno, yo tuve un problema: de un día para otro me dio un ataque de  clancia1, así le decían en esa época. Tuve mucha fiebre y hasta perdí el conocimiento, tenía dos años y hasta me tuvieron que enseñar a hablar de  nuevo. 

Sobrina: Los padres la llevaban al hospital de niños, primero todos los días y  se quedaba en mi casa, luego día por medio, después una vez por semana y  así, hasta los 15 años. 

Dr.: Y en el hospital la veían todo tipo de médicos especialistas… 

Delia: El de piel, el cardiólogo, y así. Todos, todos, y a mí lo único que me  recetaron fueron unas plantillas y una talonera. 

Dr.: Y eso me imagino que cada tanto la deben renovar. 

Delia: Sí, hace poco me hicieron unas nuevas de siliconas. 

Dr.: ¿Ahora hace poco?  

Delia: Sí, cuando nació mi nieto. Me acuerdo porque me las hice acá en Junín,  me trajo mi marido en el auto… bueno, mi ex marido. Yo tengo auto, pero no  manejo, siempre dependo de otros. 

Dr.: Pero en su pueblo debe haber gente que haga plantillas, de última se va  ahora mismo a la farmacia de acá en la esquina y las encarga. 

Delia: gracias doctor, si no fuera por usted no sé cómo haría yo, vió… mis hijos  están en el exterior. Hoy me trajo mi sobrina, pero ella vive en Escobar y cada  tanto se da una vuelta. 

Dr.: No se ponga así Delia. Mire, en este papelito me va a escribir su nombre  completo. —Delia escribe—. 

Dr.: Muy bien, y ahora escríbame su fecha de nacimiento. 

Delia: Sí, doctor. El 22 de octubre de mil… —se confunde y se empieza a poner  nerviosa— ay, espere. Tengo setenta, y… voy a cumplir 80. 22 de octubre de  1970… no, no puede ser…. 

Sobrina: No te hagas la viva, que sos más grande que yo. 

Delia: Es que no me acuerdo… de mil novecientos… de 1491… no me sale. 

Dr.: —hace un silencio, mirando a Delia y a la sobrina— es 1941, el 22 de  octubre de 1941. 

La otra vez me comentó que su hija estaba pasando problemas sentimentales  con su marido. Es curioso, muy parecido a lo suyo. Le voy a dar una medicación  para la angustia, porque está pasando por un proceso de miedo más incertidumbre. Usted, Delia, me contó que esta operada de los ovarios, ¿No? 

Delia: Sí doctor, a mí me “vaciaron” y… 

1 Por eclampsia: convulsiones generalizadas

Dr.: ¿Y no le dieron una terapia hormonal reparatoria? 

Delia: No doctor, ¿Sabe qué pasa? Cuando yo iba al ginecólogo, mi marido… bueno, mi ex marido me acompañaba y se ponía a charlar con todos porque  los conocía. Él es comerciante así que siempre andaba apurado, y bueno, yo  para no demorarme no preguntaba. 

Dr.: El médico debería haber recetado una medicación que se da en estos  casos. Y dígame, ¿cuánto hace que no se hace un control ginecológico? ¿Se hace une revisación una vez por año? 

Delia: La verdad que tendría que haber ido, hace dos años mi hija me iba a  acompañar, pero como andaba con problemas con el marido, se fue dilatando  y fue quedando. 

Dr.: Usted va a tomar estas pastillas, que tienen un complejo vitamínico B; esta  otra que es calmante; esta reemplaza al tramadol que es muy fuerte para  usted, además es un opioide; este complejo de minerales y fósforo para los  problemas de memoria, media a la mañana, media a la noche; esta es para la  estabilidad psíquica; metimazol para ese hipertiroidismo que hace que no  tenga fuerza en la voz y haga ese temblequeo, y vamos a ir pensando en algún  tipo de acompañante que pueda asistirla. 

Delia: Bueno Doctor, muchas gracias. 

Dr.: Nos volvemos a ver en 15 días. Le voy a preparar las recetas, aguárdeme un momento. 

[Sale el doctor del consultorio y quedan Delia y Alicia esperando a que  regrese] 

Delia: Qué se piensa este, que voy a venir cada dos semanas, todo porque no  me salía la fecha de nacimiento. ¿Cómo era? 

Sobrina: 22 de octubre de 1941. 

Delia: Ahora lo voy a escribir muchas veces y le voy a mostrar que sí lo  recuerdo. 

Sobrina: Bueno tía… ¿y vos sabes qué día es hoy? 

Delia: Hoy… no me acuerdo. Así no se puede, ¡así no se puede! —dice  enojada—. 

[SE APAGAN LAS LUCES]




SEGUNDO ACTO: EL VELORIO 


[Aparece en escena una casa funeraria. En la sala de duelos hay un señor de  unos 60 años esperando, mira la hora a cada rato y está algo impaciente. Llega Kimberly con un saco plateado y peluca también plateada, en el rostro  tiene glitter, siendo su ropa de trabajo como camarera en un antro LGBT] 

Kimberly: Ay, pero qué desgracia, me acabo de enterar. 

La Rogelio: mi ciela, ¡cómo se te ocurre venir así! Si eso te pones para venir a  un funeral ni quiero pensar cómo te vas a producir para el desfile del Orgullo. 

Kimberly: y sí, estoy un poco llamativa… 

La Rogelio: me imagino la cara del taxista cuando lo contrataste para venir a  una casa velatoria. 

Kimberly: Dijo “¿¡A dónde!?” cuando le dije que iba a un velorio, y se quedó con la boca abierta. —Kimberly imita el gesto del taxista—. 

La Rogelio: Me imagino. 

Kimberly: y bueno, qué querés, si me acabo de enterar. Estaba fajinando las  copas en el boliche cuando me encuentro con la gorda Marilyn y me contó lo  que había pasado. Imagínate el escándalo que hice, lloré y me agarró como un  ataque de nervios. El pibe este, el de seguridad… 

La Rogelio: el chongo, el que está divino —Interviene diciendo—. 

Kimberly: sí, Alan. Bueno, me llamó un taxi, qué me iba a cambiar ¡No había  tiempo! Imagínate, desde el boliche Amérika hasta Isidro Casanova y después  desde ahí hasta Bernal; ni en pedo llego, encima me sale una fortuna ¡Me vine  como estaba! 

La Rogelio: estás divina… divina. Desubicada como aceituna en un pan dulce  pero divina.

Kimberly: cállate, maldita —le pega jugando—. Esa lengüita venenosa… por  algo te dicen Anabel: mitad anaconda, mitad cascabel. 

La Rogelio: pero mirá que morirse así… Yo, en cambio, estuve todo el día en la  feria. A la mañana hizo 6 grados, me cague de frío. Al mediodía pensé que iba  a mejorar, hasta se asomó el sol, y cuando termine de sacar el ultimo churro  bañado en chocolate, se largó a llover. Un viento tal que se me volaba el  gazebo. Al final solo vendí un churro y un licuado en todo el día. 

Me duele la panza de comer churros recalentados. Imagínate que no los voy a  tirar. Churro a las doce, churro a la noche, la panza inflada como un globo.  ¡Sueño que cago churros! 

Kimberly: Yo no comí nada. 

La Rogelio: servite, están tirantes, pero con un poco de café se dejan comer. —Le acerca un vasito descartable con café—. 

Ah, y te cuento… el viernes nos rajan de la pensión. Ya vino el sobrino, que es  ese gordo pelado que anda por ahí, y avisó que venden la casa. 

Kimberly: ¡pero a quién le van a vender esa tapera! Si se llueve toda ¿viste  como la arreglaron la última vez? ¡Con silo bolsa! 

La Rogelio: pobre doña Ventura, ella la cuidaba, la pintaba para que no se note  la humedad y los sobrinos se la rematan. 

Kimberly: vos al menos te podés ir a vivir a la casa de tu hermano, al fin y al  cabo es de los dos. Eso sí, no vas a poder llevar a tus amiguitos de visita. 

La Rogelio: no importa, estoy saliendo con un señor jubilado que tiene un  departamento en la avenida principal —se ríen— 

Kimberly: en cambio yo no tengo a nadie… mi mamá se volvió al Chaco cuando  yo nací. No quiso saber nada conmigo, me dejó en el hospital con mi papá.  Había tenido muchos problemas en el embarazo, lo sé porque en mi  documento había una estampita de San Ramón, el santo de las parturientas… Ramón Hilario Gómez me bautizó. Ramón por el santo, Hilario como mi viejo. 

La Rogelio: ¿pero vos no te llamás Kimberly? 

Kimberly: Sos bruta Rogelio, —se sonríe y le acaricia la barbilla— ese es el  nombre que me puse cuando me hice el documento nuevo, como la chica de  esa serie… ese programa… ¡Blanco y Negro!, Kimberly Gómez. 

La Rogelio: ¿Y tu papá? 

Kimberly: Mi viejo me crió con mi abuela, en Moreno. En la villa vivíamos. ¿sabés cómo le decían a mi barrio? Bolsillo de pibe, porque estaba lleno de  bolitas; de bolivianos. Un día, cuando yo tenía 9 años, íbamos al acto del 25 de  mayo con otros pibes del barrio, me acuerdo porque ese año se murió mi  abuela. Bueno, ese día cuando volvimos con mi viejo, entramos a la casa y nos  habían robado todo: la cama, la mesa, el ropero, hasta las lamparitas. Nos  fuimos con mi viejo a la comisaria llorando y nos acompañaron los vecinos. 

Cuando volvíamos, mi viejo me dice “decime, las zapatillas que tiene puestas el Lionel ¿no son las tuyas?” Y el padre del Lionel tenía puestas las alpargatas  de mi papá

La Rogelio: habían sido ellos… ¿y ustedes que hicieron? 

Kimberly: y, cuando le preguntamos nos dijeron que si … y nos amenazaron  con que si no nos íbamos nos iban a prender fuego la casa con nosotros  adentro. 

La Rogelio: ¿y entonces? 

Kimberly: y entonces nos fuimos a la casa de una media hermana de mi viejo.  Al principio todo bien, nos preguntaba a cada rato si nos íbamos a ir a otro  lado. Frente de esa casa se juntaban pibes más grandes que consumían paco y  se juntaban en patotas. 

La Rogelio: ¿Querés otro churro? —Interrumpe—. 

Kimberly: no, mejor algo para limpiarme las manos. 

La Rogelio: unas toallitas humedecidas tengo en el bolso  

Kimberly: te sigo contando —continúa—. Bueno, una tarde los pibes esos nos  re cagaron a palos a otros pibes y a mí, y nos dijeron que a la noche nos iban a  pasar a buscar para ir a robar y que si no íbamos lo mataban a mi viejo. 

La Rogelio: ¿Y fuiste a robar? 

Kimberly: ¡Noooooo! les conté a mi viejo y a mi tía. Nos echó de la casa… dijo  que desde que llegamos solo le traíamos problemas. Esa noche mi viejo se  descompensó, y cuando llego a la guardia había muerto. ¡Nooo! Robar no. Mi  papá me contaba que antes él trabajaba de operario en el ferrocarril, y cuando  conoció a mi mamá tenían casa y trabajo. Pero en el ferrocarril se robaron todo y después los echaron a los empleados… nosotros vivimos en el asentamiento  después que el tren cerró. Sólo pasaban los de corta distancia. Con los chicos  jugábamos a ponernos entre las vías y un tren te pasaba por acá y otro por acá,  o le tirábamos piedras, pero robar nunca. 

La Rogelio: ¿y qué hiciste sin familia? 

Kimberly: esa noche hacía calor. Caminé… caminé sin saber a dónde ir, hasta que me dormí en el banco de una parada de colectivo frente a la autopista. 

Al principio pedía. Iba a alguna panadería y me daban los recortes. De noche  dormía en un colectivo abandonado. Una vieja que era vagabunda me cuidaba, me decía “la calle no es lugar para vos, sos muy chico”, así que le contó mi  historia a una asistente social y me llevaron a un hogar de menores. 

Era lindo el hogar. Era mejor que vivir debajo de la autopista, eso sí; desde el  2 de enero al 30 de diciembre había fideos moñito, menos el 31, que hacían  asado. Le tengo un asco a los fideos moñito. 

Había una monja que había tenido poliomielitis y por eso era renga. Nosotros  le decíamos “ahí viene hondo playito, hondo playito” —imitándola— 

Al menos pude sobrevivir… si me hubiera quedado en la villa, no creo. La  Brenda murió por violencia de género; la Gladys, que era la más buena, esa se  murió de pulmonía porque andaba con unos zapatos con unos agujeros así en  pleno invierno; y la Pocha, la más chiquita de mis amigas, en una tormenta  murió electrocutada con un cable pelado. 

La Rogelio: perdón que te corte, ¿habrá baño acá? es que por culpa de los  churros tengo unos retorcijones… 

Kimberly: seguro tiene que haber, debe ser esa puerta. 

La Rogelio: dejá, dejá, ya se me pasó. 

Kimberly: me haces acordar a mí cuando en el hogar iba a clases. Me aburría,  no entendía nada y fingía dolor de panza para salir de la clase. Me acuerdo que  frente al instituto había una librería que vendía libros y juguetes. Yo me pasaba  las horas mirando la vidriera. Estaban Donald, Mickey y Pluto. La portera a  veces me llevaba a su casa, me había preparado una habitación, y los fines de  semana, que había retiro de monjas, me iba hasta Escobar con su familia.  

El día de mi cumpleaños me hizo un regalo: un Mickey de goma, igual a los de  la TV, pero yo no me puse contenta porque yo quería a Minnie, con sus  vestiditos y sus moños. 

Cuando cumplí 14 me consiguieron trabajo de cadete, en Tribunales.  Trabajaba con los abogados, y ahí supe que existía una organización para  personas como yo. Empecé a ir a las marchas y a las reuniones, me dejé el  cabello largo y me empecé a arreglar. De día era un empleado de saco y  corbata y de noche podía ser yo misma. 

La Rogelio: yo siempre supe que era homosexual. 

Kimberly: yo no soy homosexual, no me gustan las mujeres. Siempre sentí  diferente, todos mis amigos jugaban a Bonanza y yo quería Jugar a Señorita  maestra.  

La Rogelio: si querés podes vivir en la casa de mi hermano conmigo en las  habitaciones del fondo, al fin y al cabo, también es mía porque era la casa de  mi mamá. Como dos hermanas. 

Kimberly: te agradezco Rogelio… sin pensión y dicen que con esto del COVID van a cerrar todo: las ferias, los boliches, el bar… voy a considerar irme al  interior. Hay una tía de la portera del hogar que necesita cuidadora  domiciliaria. Imaginate que con mi situación no será fácil conseguir otro  trabajo. Me voy a Junín, por ahí tengo suerte y consigo un viejo con 500  hectáreas de campo que no tenga ganas de complicarse la vida.  

[SE APAGAN LAS LUCES]




TERCER ACTO: LA CONVIVENCIA 


[Kimberly y Delia están conviviendo en la misma casa. Kimberly usa un  vestuario más tranquilo, aunque vestida sencilla conserva su elegancia, usa  una peluca bien peinada] 

Kimberly: —sobre una silla con un plumero— Mire Delia, si usted quiere  sacamos todas las copas y la vajilla de este mueble, porque tiene grasa y  pelusa. Le ponemos papel de diario así le queda todo ordenado y limpio. 

Delia: No me vayas a tocar una copita que es chiquita y es la que uso para  hacer los alfajores de maicena, es la medida justa y además es el único  recuerdo que tengo de mi madrina. 

Kimberly: ¿Cuál? ¿Una chiquita a la que le falta el pie? 

Delia: No me la vas a tirar porque te juro que no sé lo que te hago. Kimberly: La tiré —se ríe sabiendo que cometió un error al no preguntar— 

Acá esta, acá esta. ¡No pasa nada!, la ponemos otra vez en su lugar. ¿Vió? Acá no ha pasado nada. 

Delia: ¡Esta es MIII casa, YO mando en esta casa! ¡Y esas son mis cosas y no  quiero que mientras yo viva ustedes toquen mis cosas! —dice muy molesta— 

Kimberly: Bueno Delia… yo te vengo a cuidar. Mirá, te traje una macetita de  regalo. Son pensamientos, están hermosos, es lo único que me traje de la  pensión aparte de mi ropa. La voy a poner acá en la ventana para que nos tiren buena onda. 

Ya vas a ver que nos vamos a hacer amigas ¿Querés tomar el té? ¿O te preparo  una lechita? ¿Vas tomar la lechita? Mirá qué rico está el tecito con leche. 

Delia: ¡Pero metételo en el culo al tecito! Yo no te quiero a vos. Me voy a ir de  esta casa. 

Kimberly: ¿A dónde te vas a ir? Mirá que yo en esta ciudad no conozco a nadie. 

Delia: A cualquier parte, a otro país. Vas a ver cómo me van a extrañar cuando  yo no esté. 

Kimberly: Pero si estábamos lo más bien conversando ¿Por qué ahora estás  enojada conmigo? 

Delia: Estoy pensando que vos sos la que anda con mi marido. Vos te querés quedar con todo. Esta casa y todo lo que esta acá es mío, lo hice trabajando. 

Kimberly: Ay Delia, —ríe— confunda, pero no ofenda. Esa mujer puede ser mi  abuela. ¡Pero no Delia! ¿Sabe los chongos que me invitan a salir en el boliche? Todos musculosos, tatuados; y bueno, para qué le voy a contar, son jovencitos. Discúlpeme, pero su marido es un señor mayor. 

Hace un tiempo que me estoy escribiendo con el hijo de un diputado, estudia  arquitectura. 

Delia: Y tu novio, o como se llame ¿Te acepta así? 

Kimberly: ¿Así como? 

Delia: Así, vamos. ¿Te pensás que no me doy cuenta? Estaré mal de la  memoria, pero no me chupo el dedo ¡Así! 

Kimberly: Ah, obvio. Élsabe que soy una chica trans. Hace años lo sabe, cuando  me conoció en un boliche del ambiente, donde van las locas a bailar. 

Delia: Eso tendría que haber sido yo: puta, ¡Re puta! La más puta de todas. Kimberly: ¡Ay Delia! Yo no soy eso. 

Delia: Como la amante de mi marido… bueno, de mi ex marido. En cambio, yo  lo único que hice fue cocinar, lavar, planchar… 

Kimberly: Me hiciste acordar que dejé la ropa en el tender, la voy a entrar  porque en cualquier momento se larga a llover. 

—Sale a buscar la ropa, pero luego vuelve a entrar a los gritos— 

Kimberly: ¡Ay, qué susto! Hay un gallo que está arriba del tapial y cuando voy  a agarrar la ropa, se me viene y me quiere picotear. Menos mal que alcance a  cerrar la puerta. 

Delia: Ese gallo era de los inquilinos de la casa de al lado. Un día se fueron y se  llevaron todo, menos el gallo. Hay veces que no me deja pegar un ojo en toda  la noche. 

Kimberly: Usted no sabe cómo me corrió, así —hace gestos con los brazos,  como aleteando— 

Delia: ¡Pero servime la leche, que me dejas acá esperando! ¿Qué hay para  comer? Traé algo de pan o vainillas, ahí en el mueble de allá hay galletitas. 

Kimberly: Ponete el repasador así ¿Ves? Así no te volcás el té encima. ¿Está rica?... ¿Está rica? —repregunta—. 

[Delia la mira enojada y no contesta] 

Kimberly: ¿Qué pasa Delia que no me contestás?  

Delia: —Continúa en silencio y empieza a buscar algo en la mesa— Kimberly: ¿Qué buscás Delia? 

Delia: Los dientes, perdí los dientes de abajo. 

Kimberly: ¿Se te habrán caído? —Ojea el piso en busca de los dientes, al no  ver nada se mete debajo de la mesa—

Kimberly: ¿Por dónde anduviste Delia? Hace un rato andabas revolviendo en  la pieza. 

Delia: Qué te importa, vos ocupate de lo que tenés que hacer y dejame a mí tranquila —se pone incordiosa—. ¡Quiero que entiendan, quiero que dejen  tranquila! 

Kimberly: Pero te vengo a cuidar Delia… 

Delia: Voy a hablar con mi hijo para que te diga que no vengas más. Ese es  otro… me cobran la jubilación y no me dan el dinero. 

Kimberly: Sí lo dejó, acá tenés el dinero. Te mandó para pagar los bidones de  agua y para el kinesiólogo que viene una vez por semana. 

Delia: Decime ¿Cuándo nací yo? ¿En qué fecha? 

Kimberly: Ay, no sé Delia, esperá que me fijo en el documento. Delia: Cuidadito con tocar mis cosas, sólo mis hijos. 

Kimberly: Te voy a preparar la pastilla, acá tenés un vaso de agua. Delia: Agua, pastillas, tecito, remedios ¡podrida estoy! 

Kimberly: Bueno Delia, qué querés, ¿Un whisky? —dice irónica—. 

Delia: —reacciona de manera inesperada, aceptando la propuesta—. Mejor  abrí el aparador, que hay una botella de licor de chocolate. 

Kimberly: Dale, nos tomamos un chupito. Mirá, acá están los dientes Delia, y  también el control remoto. Hace dos días que estoy mirando el canal de cocina,  creo que me aprendí la receta del puré duquesa de memoria. Los habías  dejado en el aparador. 

Delia: —se sorprende— ¿¡Yo!? No, no sé quién habrá sido. 

Kimberly: Lo importante es que apareció todo, así que vamos a brindar. 

Delia: Dame al menos algo rico, algo que me haga sentir alegre… aunque sea  por un ratito. 

[Se toman varios tragos en vasos chiquitos] 

Kimberly: Sabe que después del accidente; porque yo tuve un accidente muy  grande, resulta que cuando dejé de trabajar en Tribunales me ofrecieron trabajar en un peladero. Y bueno, yo dije sí, y con la plata que me pagaban yo  me hice el curso de peluquería. Una noche me fui a trabajar directamente del  boliche, serían las 5 de la mañana. Había una neblina tal que me llevé puesto  un camión con la moto. 

Cuando me llevaron al hospital pensaron que estaba muerta, pero no. Lo que sí, el brazo ni lo siento, acá tengo discapacidad del noventa por ciento, y  tampoco siento los sabores ni los olores. 

Delia: Te tendrían que haber jubilado. 

Kimberly: Me querían jubilar, pero yo dije no, “deasela” (por désela) a otra la  jubilación, yo voy a trabajar igual. 

Delia: Un brindis por las mujeres trabajadoras.

Kimberly: Brindemos Delia. 

Delia: El licor me dio un poco de sueño. 

Kimberly: Vamos Delia que te acuesto, vamos a dormir. 

[SE APAGAN LAS LUCES] 


CUARTO ACTO: SORORIDAD 


[Se oye el canto del gallo varias veces. Kimberly enciende la luz y se levanta  a buscar un vaso de agua, cuando se tropieza con Delia que está deambulando por la casa] 

Kimberly: ¡Ayyy, Delia! Qué susto ¿Qué hacés levantada? 

Delia: Es que… me… estoy toda… —rompe en llanto—. 

Kimberly: Te hiciste pis… no pasa nada. Esperá, estás toda mojada. ¿Sabés qué pasa? Te metiste a dejar la ropa en el lavadero y se salió la manguera de  desagote del lavarropas, está todo lleno de agua. Quedate quietita, no te vas  a caer. 

Delia: Me quiero morir, no quiero vivir más así ¿Por qué tengo que pasar por  esto? 

[Se escucha otra vez el gallo] 

Kimberly: ¡Encima ese gallo de mierda que no para de romper las pelotas!  Bueno Delia, vení que te cambio, vos quedate acá en la cama mientras yo seco  todo esto. 

Delia: Retame, retame. Hoy me porte muy mal —se golpea las manos—. 

Kimberly: No, Delia, no hagas eso —le da un beso en la frente—. Te mandaste  una de cowboys —se ríe—. 

Delia: ¿Cómo hacés vos para estar de buen humor todo el día? 

Kimberly: No sé, es un don. Cuando todo está mal, yo sueño: sueño que soy  una artista, una actriz famosa, tapa de revistas, que la gente me para en la  esquina para pedirme autógrafos, entonces yo firmo y después me voy en un  auto con chofer, y me voy así, saludando como una diva. 

Delia: En cambio yo, no puedo soñar, se murieron todos los sueños que yo  tenía.

Kimberly: Entonces hay que buscar sueños nuevos. Venga, siéntese acá Delia, que le voy a traer una camiseta limpia. 

Delia: Me gusta la bordada, la que me mando mi hija. 

Kimberly: ¡Pero será posible! está sucia con… ¡Con caca! Es que el gallo se sube  al tender arriba de la ropa, y nos caga la ropa recién lavada. 

Delia: Me pasé la vida esperando, primero el matrimonio, la familia perfecta;  había que aguantar, así nos habían enseñado. Luego vinieron los hijos, y postergué todo por ellos. Dejé de trabajar para ser una buena ama de casa, cuando se hicieron grandes se fueron del país… y me quedé viviendo con un  extraño. Había guardado todos mis sueños para después, y el después fue  demasiado tarde. Ahora estoy sola, vieja, perdiendo la memoria, cuidando mis  cosas, todo lo mucho o lo poco que logré en la vida, mis recuerdos… 

Esta casa la hicimos junto con mi marido, ahorrando con sacrificio. En vez de  salir como todos los novios, juntábamos peso por peso para pagar la cuota del  banco Hipotecario; siempre ahorrando, para que después venga una extraña  y quiera quedarse con todo. ¿Te das cuenta? Pero parece que nadie lo  entiende. 

Mis hijos no vienen a visitarme, solo me llaman por teléfono y me dicen  “¿cómo estás?” ¿Y cómo quieren que esté? Sola estoy, sola en esta casa que  ahora es un desierto. A veces escucho la radio y parece que todos los recuerdos  se esconden en las canciones… ya no está más la mesa grande. Ayer vino mi  mamá a visitarme, se sentó en esa silla y me decía: “Delia, Delia, no trabajes  tanto, pensá un poco en vos”. —empieza a delirar— 

Kimberly: En algo nos parecemos Delia, estamos solas. Cuando tenemos un  problema la gente común se ríe en vez de ayudarnos, opinan sobre nuestra  vida sin saber siquiera nuestra historia. 

De tanto en tanto, somos el hazmerreír de los demás, si solo supieran… si una  hubiese podido elegir, le aseguro que hubiera elegido una vida común:  casarme, siempre quise que me tiraran arroz —sueña despierta— al grito de  “¡vivan los novios!”, como los demás. Debe ser lindo tener hijos y llevarlos a la  plaza a jugar, en cambio; por donde voy se ríen por lo bajo, siempre nos atacan  como gallos de riña, hasta que nos dejan, lastimadas. 

Una vez, este chico con el que estoy empezando a salir me invitó a su  cumpleaños, era en una quinta que tiene. El papá y la mamá me recibieron  bien, pero se les notaba que estaban incomodos, los invitados me miraban de  arriba abajo, como si vieran un extraterrestre. Ese día, sentí vergüenza de mí.  Me fui al baño y lloré… gente superficial, solo quiero ser yo misma ¿Por qué les molesta tanto? Si no le hago mal a nadie… 

Delia: Yo por eso hace tiempo que no salgo, mi miran y sin disimular comentan  cuando paso: “pobre Delia, cómo está de achacada, con razón el marido la dejó por una más joven”. Esa gente, la que te da el tiro de gracia cuando te ve en el  suelo, merece que le retuerzan el cogote. 

Kimberly: Vamos a dormir Delia, que es tarde. 

Delia: Antes quiero llamar a la peluquera para me dé un turno, a las cuatro de  la tarde ya empieza a atender.

Kimberly:son las cuatro, pero de la mañana Delia. Además, no te va a atender, porque por el tema de COVID las peluquerías están cerradas. 

[HAY UN APAGÓN DE LUCES, LUEGO SE ENCIENDEN NUEVAMENTE] 

[KIMBERLY ESTÁ HACIENDO LAS TAREAS DE LA CASA Y ENTRA DELIA CON UN  ANDADOR] 

Kimberly: Al fin se despertó la dormilona  

Delia: ¿Qué hacés con esa maceta llena de tierra? 

Kimberly: El gallo… todos los pensamientos se comió. 

Delia: ¿Qué hora es? 

Kimberly: Cerca del mediodía. 

Delia: Anoche dormí como hace ratos que no lo hacía, sin sobresaltos, hasta soñé cosas lindas. 

Kimberly: ¡Qué lindo Delia! Bueno, siéntese a la mesa que le prepare una  comidita casera. 

Delia: ¿Qué hiciste de rico? 

Kimberly: Arroz con pollo.  

[MIRA CON SUSPICACIA AL PÚBLICO ROMPIENDO POR UN INSTANTE LA  CUARTA PARED; Y LUEGO RÍEN CÓMPLICES DE SABER QUE EL GALLO QUE  TANTO LAS MOLESTABA A LAS DOS ESTÁ EN LA OLLA] 

Kimberly: —levantado la copa— Propongo un brindis. 

Delia: ¡Por el amor! 

Kimberly: ¡Por la amistad! 

Delia: ¡Por nuevos y más lindos pensamientos! 

Kimberly: Por la dignidad. 

Delia Por la vida.  

[BRINDAN MIENTRAS SE ESCUCHA LA MÚSICA, PERMANECEN UNOS  MINUTOS QUIETOS COMO EN UNA FOTO Y SE PRODUCE EL APAGÓN] 

Canciones sugeridas:  

1. Resistiré – Estela Raval 

2. Cómo han pasado los años (bolero en versión instrumental) [MUTIS POR EL FORO] 

[REGRESAN LOS ACTORES UNO POR UNO PARA SALUDAR DESDE AMBOS  LADOS DEL ESCENARIO HASTA TERMINAR TODOS DE PIE EN ESCENA] 

FIN


EL AUTOR


Autor: Marcelo Raúl Maggiolo  

Teléfono: 1168143260 

Trabajo N°1 del Taller de Dramaturgia, coordinado por Alejandro Miguel Agradecimiento al Sr. Federico Martínez Martínez 

Marcelo Raúl Maggiolo  

- Nacido en la ciudad de Rojas el 13 de junio de 1969. 

- Trabaja como agente en la Plataforma Comercial del Banco de la  Nación Argentina.  

- Delegado gremial de La Bancaria. 

- Actor vocacional. 

- Acompañante terapéutico. 

- Cursó las materias pedagógicas de formación docente. 

- Egresado de la carrera de gastronomía. 

- Incursionó en otras disciplinas como la música y la escritura. - Actualmente es miembro del Taller de Teatro Creativo a cargo de Silvia  Silveira. 




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