Comedia dramática en 4 actos
Sinopsis
Kimberly, una simpática chica trans, es contratada para cuidar a Delia, una mujer con deterioro cognitivo progresivo. Al principio la relación es conflictiva, hasta que se perciben como iguales frente a la discriminación social, lo que les permite hacerse amigas y convivir juntas durante el inminente periodo de aislamiento obligatorio en medio de la pandemia mundial. ____________________________________________________________
____________________________________________________________
Personajes
• Delia: una mujer de clase media que empieza a manifestar sus primeros síntomas de Alzheimer. Cercana a cumplir 80 años. Vive sola, sus hijos están radicados en el exterior desde hace años.
Presenta un leve deterioro mental, confusión temporal (no sabe si es de día o de noche), incapacidad de concentrarse, incapacidad de hacer operaciones matemáticas sencillas, olvidos, irritabilidad, enfado, soledad. A veces acompañado de alucinaciones.
• Kimberly: es una joven mujer trans, con la capacidad de recuperarse de situaciones complicadas y seguir avanzando hacia el futuro. Es
agradable, positiva, tolerante y flexible. Ve los obstáculos como oportunidades.
Personajes secundarios
• Dr. Di Pietro: medico con una admiración excesiva hacia su persona. A pesar de esta característica es sumamente empático con sus pacientes. • Noelia (secretaria) es joven y hermosa, es la nueva esposa del Dr. Di Pietro, antes su secretaria, Se muestra todo el tiempo como una alumna obediente.
• Alicia: es la sobrina de Delia, una mujer de 70 años, es algo menor que Delia. Trabajó de portera en un Internado de menores. Es una mujer sencilla, servicial. Actualmente vive en Belén de Escobar, al nordeste de la provincia de Buenos Aires, en una de las zonas productoras de plantas y flores de Argentina.
• La Rogelio: un hombre de 60 años aproximadamente, buen amigo, lleva puesta una pulsera con los colores de la bandera LGBT y una remera femenina con brillos. Pronuncia la “s” como la “z”. Contrasta su sensibilidad con sus rasgos masculinos.
____________________________________________________________
____________________________________________________________
PRIMER ACTO: LA VISITA AL MÉDICO
[Está Delia sentada, con una sobrina que la acompaña, esperando que llegue el Doctor y comience a atender. Delia se muestra levemente cansada a pesar que es temprano, aproximadamente las seis de la mañana. Entre bostezos y quejas se siente que llega el Doctor con su familia.]
[Llega el Dr., sin guardapolvos, junto a su secretaria con un bebe de meses.]
Dr. Di Pietro: Buen día —la saluda con un beso— ¿Cómo le va Delia? Tanto tiempo. ¿Cuándo fue la última vez? ¿Cuatro meses?
Delia: Cinco, doctor. Todavía no había sido papá de nuevo usted, y ahora esta belleza está tomando la mamadera en el cochecito. ¡Mi vida, es un angelito!
Secretaria: Mire, Delia, cuando nació el papa dijo “acaba de nacer el doctor Máximo, que va a seguir con el legado familiar”.
Dr.: Así dije yo. Imagínese, mi abuelo médico, nada menos que decano de la facultad de Medicina, mi padre médico. mis tres hijos mayores médicos. Bueno, y la mamá se está por recibir de médica también así que no puede ser otra cosa que médico.
Secretaria: Pase Delia al consultorio. Con toda esta movida de viajar los sábados anoche atendimos en Colón, hoy en Junín hasta las cuatro de la tarde y después viajar nuevamente hasta Pilar.
Dr.: Me va a tener que tener un poco de paciencia Delia, conecto el equipo y me fijo si tengo por acá un guardapolvo de emergencias
Delia: Sí, sí, cómo no doctor. ¡Está más delgado usted! Le queda mejor.
Dr.: ¿Sabe que sí? Nueve kilos menos. Con todo esto de ser padre otra vez a los 52 años y tener una esposa de 25 años, imagínese. —dice con picardía—
Secretaria: el doctor esta más delgado, y yo después del embarazo no quedé con kilos de más. Lo que sí, usted no sabe cómo se me cayó el cabello.
Dr.: Me hiciste acordar, fíjate si quedaron peptonas de colágeno y las queratinas de minerales, —dice a la secretaria mientras le toca la cabeza a Delia— a simple vista acá hay algo de alopecia.
Secretaria: Mire Delia, le aseguro que son maravillosas. A mí se me caían los mechones con cada cepillado y ahora estoy fabulosa, tengo mejor que nunca el cabello. Acá tiene para varios meses. —le da un paquete —
Delia: Gracias.
Doctor, ¿No tiene algo para las piernas?
Sobrina: tengo la culpa yo doctor, resulta que cuando vine de Escobar me vine a pasar unos días con mi tía Delia y no se me ocurre mejor idea que traerle seis plantas de rosas…
Delia: ¡Unas rosas así de grandes! —hace ademanes indicando tamaño— esas de tallo largo, las que se usan para los ramos.
Sobrina: si, tía; pero que pasó: de tanto estar escarbando la tierra en el jardín le agarró problemas en el nervio ciático.
Delia: Usted no sabe doctor, tenía que dormir sentada. Así de hinchadas se me pusieron las piernas, y bueno, me tuvieron que dar diuréticos. Encima que no podía dormir porque hay una casa que están arreglando al lado y los albañiles tienen gallos de riña.
Sobrina: Toda la noche la despertaban y después no se podía dormir, si descansa un poco no siente tanto los dolores.
Dr.: Hay una medicación que es justo para las personas que duermen y se desvelan a la mitad de la noche. Se la puedo recetar.
Delia: ¿Y no me puede dar nada para caminar derecha?
Dr.: —Mira a Delia a los ojos— ¿Sabe qué pasa Delia? Usted lleva años de desinversión en su cuerpo. Tiene una displasia de caderas, y por lo tanto una pierna esta más larga que la otra, ¿Me entiende? La pierna derecha esta así — pone rígida la pierna, hacia adelante— y la otra tiende a agacharse, entonces
el cuerpo tiene que adoptar esta postura para poder mantener la cabeza erguida. ¿Me entiende? Por eso la cadera hace como un efecto de rotación para compensar —imitando la postura de Delia—.
Sobrina: También… solo a mí se me ocurre traerte un problema. A Delia le encantan las plantas, tiene el patio que es un paraíso.
Delia: Ay, si a mí me hubieran llevado de chica a un médico como usted… yo no estaría así. —llorisquea lábil—.
Dr.: Pero usted me contó que cuando era chica la trataban en el hospital de niños en Buenos Aires.
Delia: Bueno, yo tuve un problema: de un día para otro me dio un ataque de clancia1, así le decían en esa época. Tuve mucha fiebre y hasta perdí el conocimiento, tenía dos años y hasta me tuvieron que enseñar a hablar de nuevo.
Sobrina: Los padres la llevaban al hospital de niños, primero todos los días y se quedaba en mi casa, luego día por medio, después una vez por semana y así, hasta los 15 años.
Dr.: Y en el hospital la veían todo tipo de médicos especialistas…
Delia: El de piel, el cardiólogo, y así. Todos, todos, y a mí lo único que me recetaron fueron unas plantillas y una talonera.
Dr.: Y eso me imagino que cada tanto la deben renovar.
Delia: Sí, hace poco me hicieron unas nuevas de siliconas.
Dr.: ¿Ahora hace poco?
Delia: Sí, cuando nació mi nieto. Me acuerdo porque me las hice acá en Junín, me trajo mi marido en el auto… bueno, mi ex marido. Yo tengo auto, pero no manejo, siempre dependo de otros.
Dr.: Pero en su pueblo debe haber gente que haga plantillas, de última se va ahora mismo a la farmacia de acá en la esquina y las encarga.
Delia: gracias doctor, si no fuera por usted no sé cómo haría yo, vió… mis hijos están en el exterior. Hoy me trajo mi sobrina, pero ella vive en Escobar y cada tanto se da una vuelta.
Dr.: No se ponga así Delia. Mire, en este papelito me va a escribir su nombre completo. —Delia escribe—.
Dr.: Muy bien, y ahora escríbame su fecha de nacimiento.
Delia: Sí, doctor. El 22 de octubre de mil… —se confunde y se empieza a poner nerviosa— ay, espere. Tengo setenta, y… voy a cumplir 80. 22 de octubre de 1970… no, no puede ser….
Sobrina: No te hagas la viva, que sos más grande que yo.
Delia: Es que no me acuerdo… de mil novecientos… de 1491… no me sale.
Dr.: —hace un silencio, mirando a Delia y a la sobrina— es 1941, el 22 de octubre de 1941.
La otra vez me comentó que su hija estaba pasando problemas sentimentales con su marido. Es curioso, muy parecido a lo suyo. Le voy a dar una medicación para la angustia, porque está pasando por un proceso de miedo más incertidumbre. Usted, Delia, me contó que esta operada de los ovarios, ¿No?
Delia: Sí doctor, a mí me “vaciaron” y…
1 Por eclampsia: convulsiones generalizadas
Dr.: ¿Y no le dieron una terapia hormonal reparatoria?
Delia: No doctor, ¿Sabe qué pasa? Cuando yo iba al ginecólogo, mi marido… bueno, mi ex marido me acompañaba y se ponía a charlar con todos porque los conocía. Él es comerciante así que siempre andaba apurado, y bueno, yo para no demorarme no preguntaba.
Dr.: El médico debería haber recetado una medicación que se da en estos casos. Y dígame, ¿cuánto hace que no se hace un control ginecológico? ¿Se hace une revisación una vez por año?
Delia: La verdad que tendría que haber ido, hace dos años mi hija me iba a acompañar, pero como andaba con problemas con el marido, se fue dilatando y fue quedando.
Dr.: Usted va a tomar estas pastillas, que tienen un complejo vitamínico B; esta otra que es calmante; esta reemplaza al tramadol que es muy fuerte para usted, además es un opioide; este complejo de minerales y fósforo para los problemas de memoria, media a la mañana, media a la noche; esta es para la estabilidad psíquica; metimazol para ese hipertiroidismo que hace que no tenga fuerza en la voz y haga ese temblequeo, y vamos a ir pensando en algún tipo de acompañante que pueda asistirla.
Delia: Bueno Doctor, muchas gracias.
Dr.: Nos volvemos a ver en 15 días. Le voy a preparar las recetas, aguárdeme un momento.
[Sale el doctor del consultorio y quedan Delia y Alicia esperando a que regrese]
Delia: Qué se piensa este, que voy a venir cada dos semanas, todo porque no me salía la fecha de nacimiento. ¿Cómo era?
Sobrina: 22 de octubre de 1941.
Delia: Ahora lo voy a escribir muchas veces y le voy a mostrar que sí lo recuerdo.
Sobrina: Bueno tía… ¿y vos sabes qué día es hoy?
Delia: Hoy… no me acuerdo. Así no se puede, ¡así no se puede! —dice enojada—.
[SE APAGAN LAS LUCES]
SEGUNDO ACTO: EL VELORIO
[Aparece en escena una casa funeraria. En la sala de duelos hay un señor de unos 60 años esperando, mira la hora a cada rato y está algo impaciente. Llega Kimberly con un saco plateado y peluca también plateada, en el rostro tiene glitter, siendo su ropa de trabajo como camarera en un antro LGBT]
Kimberly: Ay, pero qué desgracia, me acabo de enterar.
La Rogelio: mi ciela, ¡cómo se te ocurre venir así! Si eso te pones para venir a un funeral ni quiero pensar cómo te vas a producir para el desfile del Orgullo.
Kimberly: y sí, estoy un poco llamativa…
La Rogelio: me imagino la cara del taxista cuando lo contrataste para venir a una casa velatoria.
Kimberly: Dijo “¿¡A dónde!?” cuando le dije que iba a un velorio, y se quedó con la boca abierta. —Kimberly imita el gesto del taxista—.
La Rogelio: Me imagino.
Kimberly: y bueno, qué querés, si me acabo de enterar. Estaba fajinando las copas en el boliche cuando me encuentro con la gorda Marilyn y me contó lo que había pasado. Imagínate el escándalo que hice, lloré y me agarró como un ataque de nervios. El pibe este, el de seguridad…
La Rogelio: el chongo, el que está divino —Interviene diciendo—.
Kimberly: sí, Alan. Bueno, me llamó un taxi, qué me iba a cambiar ¡No había tiempo! Imagínate, desde el boliche Amérika hasta Isidro Casanova y después desde ahí hasta Bernal; ni en pedo llego, encima me sale una fortuna ¡Me vine como estaba!
La Rogelio: estás divina… divina. Desubicada como aceituna en un pan dulce pero divina.
Kimberly: cállate, maldita —le pega jugando—. Esa lengüita venenosa… por algo te dicen Anabel: mitad anaconda, mitad cascabel.
La Rogelio: pero mirá que morirse así… Yo, en cambio, estuve todo el día en la feria. A la mañana hizo 6 grados, me cague de frío. Al mediodía pensé que iba a mejorar, hasta se asomó el sol, y cuando termine de sacar el ultimo churro bañado en chocolate, se largó a llover. Un viento tal que se me volaba el gazebo. Al final solo vendí un churro y un licuado en todo el día.
Me duele la panza de comer churros recalentados. Imagínate que no los voy a tirar. Churro a las doce, churro a la noche, la panza inflada como un globo. ¡Sueño que cago churros!
Kimberly: Yo no comí nada.
La Rogelio: servite, están tirantes, pero con un poco de café se dejan comer. —Le acerca un vasito descartable con café—.
Ah, y te cuento… el viernes nos rajan de la pensión. Ya vino el sobrino, que es ese gordo pelado que anda por ahí, y avisó que venden la casa.
Kimberly: ¡pero a quién le van a vender esa tapera! Si se llueve toda ¿viste como la arreglaron la última vez? ¡Con silo bolsa!
La Rogelio: pobre doña Ventura, ella la cuidaba, la pintaba para que no se note la humedad y los sobrinos se la rematan.
Kimberly: vos al menos te podés ir a vivir a la casa de tu hermano, al fin y al cabo es de los dos. Eso sí, no vas a poder llevar a tus amiguitos de visita.
La Rogelio: no importa, estoy saliendo con un señor jubilado que tiene un departamento en la avenida principal —se ríen—
Kimberly: en cambio yo no tengo a nadie… mi mamá se volvió al Chaco cuando yo nací. No quiso saber nada conmigo, me dejó en el hospital con mi papá. Había tenido muchos problemas en el embarazo, lo sé porque en mi documento había una estampita de San Ramón, el santo de las parturientas… Ramón Hilario Gómez me bautizó. Ramón por el santo, Hilario como mi viejo.
La Rogelio: ¿pero vos no te llamás Kimberly?
Kimberly: Sos bruta Rogelio, —se sonríe y le acaricia la barbilla— ese es el nombre que me puse cuando me hice el documento nuevo, como la chica de esa serie… ese programa… ¡Blanco y Negro!, Kimberly Gómez.
La Rogelio: ¿Y tu papá?
Kimberly: Mi viejo me crió con mi abuela, en Moreno. En la villa vivíamos. ¿sabés cómo le decían a mi barrio? Bolsillo de pibe, porque estaba lleno de bolitas; de bolivianos. Un día, cuando yo tenía 9 años, íbamos al acto del 25 de mayo con otros pibes del barrio, me acuerdo porque ese año se murió mi abuela. Bueno, ese día cuando volvimos con mi viejo, entramos a la casa y nos habían robado todo: la cama, la mesa, el ropero, hasta las lamparitas. Nos fuimos con mi viejo a la comisaria llorando y nos acompañaron los vecinos.
Cuando volvíamos, mi viejo me dice “decime, las zapatillas que tiene puestas el Lionel ¿no son las tuyas?” Y el padre del Lionel tenía puestas las alpargatas de mi papá
La Rogelio: habían sido ellos… ¿y ustedes que hicieron?
Kimberly: y, cuando le preguntamos nos dijeron que si … y nos amenazaron con que si no nos íbamos nos iban a prender fuego la casa con nosotros adentro.
La Rogelio: ¿y entonces?
Kimberly: y entonces nos fuimos a la casa de una media hermana de mi viejo. Al principio todo bien, nos preguntaba a cada rato si nos íbamos a ir a otro lado. Frente de esa casa se juntaban pibes más grandes que consumían paco y se juntaban en patotas.
La Rogelio: ¿Querés otro churro? —Interrumpe—.
Kimberly: no, mejor algo para limpiarme las manos.
La Rogelio: unas toallitas humedecidas tengo en el bolso
Kimberly: te sigo contando —continúa—. Bueno, una tarde los pibes esos nos re cagaron a palos a otros pibes y a mí, y nos dijeron que a la noche nos iban a pasar a buscar para ir a robar y que si no íbamos lo mataban a mi viejo.
La Rogelio: ¿Y fuiste a robar?
Kimberly: ¡Noooooo! les conté a mi viejo y a mi tía. Nos echó de la casa… dijo que desde que llegamos solo le traíamos problemas. Esa noche mi viejo se descompensó, y cuando llego a la guardia había muerto. ¡Nooo! Robar no. Mi papá me contaba que antes él trabajaba de operario en el ferrocarril, y cuando conoció a mi mamá tenían casa y trabajo. Pero en el ferrocarril se robaron todo y después los echaron a los empleados… nosotros vivimos en el asentamiento después que el tren cerró. Sólo pasaban los de corta distancia. Con los chicos jugábamos a ponernos entre las vías y un tren te pasaba por acá y otro por acá, o le tirábamos piedras, pero robar nunca.
La Rogelio: ¿y qué hiciste sin familia?
Kimberly: esa noche hacía calor. Caminé… caminé sin saber a dónde ir, hasta que me dormí en el banco de una parada de colectivo frente a la autopista.
Al principio pedía. Iba a alguna panadería y me daban los recortes. De noche dormía en un colectivo abandonado. Una vieja que era vagabunda me cuidaba, me decía “la calle no es lugar para vos, sos muy chico”, así que le contó mi historia a una asistente social y me llevaron a un hogar de menores.
Era lindo el hogar. Era mejor que vivir debajo de la autopista, eso sí; desde el 2 de enero al 30 de diciembre había fideos moñito, menos el 31, que hacían asado. Le tengo un asco a los fideos moñito.
Había una monja que había tenido poliomielitis y por eso era renga. Nosotros le decíamos “ahí viene hondo playito, hondo playito” —imitándola—
Al menos pude sobrevivir… si me hubiera quedado en la villa, no creo. La Brenda murió por violencia de género; la Gladys, que era la más buena, esa se murió de pulmonía porque andaba con unos zapatos con unos agujeros así en pleno invierno; y la Pocha, la más chiquita de mis amigas, en una tormenta murió electrocutada con un cable pelado.
La Rogelio: perdón que te corte, ¿habrá baño acá? es que por culpa de los churros tengo unos retorcijones…
Kimberly: seguro tiene que haber, debe ser esa puerta.
La Rogelio: dejá, dejá, ya se me pasó.
Kimberly: me haces acordar a mí cuando en el hogar iba a clases. Me aburría, no entendía nada y fingía dolor de panza para salir de la clase. Me acuerdo que frente al instituto había una librería que vendía libros y juguetes. Yo me pasaba las horas mirando la vidriera. Estaban Donald, Mickey y Pluto. La portera a veces me llevaba a su casa, me había preparado una habitación, y los fines de semana, que había retiro de monjas, me iba hasta Escobar con su familia.
El día de mi cumpleaños me hizo un regalo: un Mickey de goma, igual a los de la TV, pero yo no me puse contenta porque yo quería a Minnie, con sus vestiditos y sus moños.
Cuando cumplí 14 me consiguieron trabajo de cadete, en Tribunales. Trabajaba con los abogados, y ahí supe que existía una organización para personas como yo. Empecé a ir a las marchas y a las reuniones, me dejé el cabello largo y me empecé a arreglar. De día era un empleado de saco y corbata y de noche podía ser yo misma.
La Rogelio: yo siempre supe que era homosexual.
Kimberly: yo no soy homosexual, no me gustan las mujeres. Siempre sentí diferente, todos mis amigos jugaban a Bonanza y yo quería Jugar a Señorita maestra.
La Rogelio: si querés podes vivir en la casa de mi hermano conmigo en las habitaciones del fondo, al fin y al cabo, también es mía porque era la casa de mi mamá. Como dos hermanas.
Kimberly: te agradezco Rogelio… sin pensión y dicen que con esto del COVID van a cerrar todo: las ferias, los boliches, el bar… voy a considerar irme al interior. Hay una tía de la portera del hogar que necesita cuidadora domiciliaria. Imaginate que con mi situación no será fácil conseguir otro trabajo. Me voy a Junín, por ahí tengo suerte y consigo un viejo con 500 hectáreas de campo que no tenga ganas de complicarse la vida.
[SE APAGAN LAS LUCES]
TERCER ACTO: LA CONVIVENCIA
[Kimberly y Delia están conviviendo en la misma casa. Kimberly usa un vestuario más tranquilo, aunque vestida sencilla conserva su elegancia, usa una peluca bien peinada]
Kimberly: —sobre una silla con un plumero— Mire Delia, si usted quiere sacamos todas las copas y la vajilla de este mueble, porque tiene grasa y pelusa. Le ponemos papel de diario así le queda todo ordenado y limpio.
Delia: No me vayas a tocar una copita que es chiquita y es la que uso para hacer los alfajores de maicena, es la medida justa y además es el único recuerdo que tengo de mi madrina.
Kimberly: ¿Cuál? ¿Una chiquita a la que le falta el pie?
Delia: No me la vas a tirar porque te juro que no sé lo que te hago. Kimberly: La tiré —se ríe sabiendo que cometió un error al no preguntar—
Acá esta, acá esta. ¡No pasa nada!, la ponemos otra vez en su lugar. ¿Vió? Acá no ha pasado nada.
Delia: ¡Esta es MIII casa, YO mando en esta casa! ¡Y esas son mis cosas y no quiero que mientras yo viva ustedes toquen mis cosas! —dice muy molesta—
Kimberly: Bueno Delia… yo te vengo a cuidar. Mirá, te traje una macetita de regalo. Son pensamientos, están hermosos, es lo único que me traje de la pensión aparte de mi ropa. La voy a poner acá en la ventana para que nos tiren buena onda.
Ya vas a ver que nos vamos a hacer amigas ¿Querés tomar el té? ¿O te preparo una lechita? ¿Vas tomar la lechita? Mirá qué rico está el tecito con leche.
Delia: ¡Pero metételo en el culo al tecito! Yo no te quiero a vos. Me voy a ir de esta casa.
Kimberly: ¿A dónde te vas a ir? Mirá que yo en esta ciudad no conozco a nadie.
Delia: A cualquier parte, a otro país. Vas a ver cómo me van a extrañar cuando yo no esté.
Kimberly: Pero si estábamos lo más bien conversando ¿Por qué ahora estás enojada conmigo?
Delia: Estoy pensando que vos sos la que anda con mi marido. Vos te querés quedar con todo. Esta casa y todo lo que esta acá es mío, lo hice trabajando.
Kimberly: Ay Delia, —ríe— confunda, pero no ofenda. Esa mujer puede ser mi abuela. ¡Pero no Delia! ¿Sabe los chongos que me invitan a salir en el boliche? Todos musculosos, tatuados; y bueno, para qué le voy a contar, son jovencitos. Discúlpeme, pero su marido es un señor mayor.
Hace un tiempo que me estoy escribiendo con el hijo de un diputado, estudia arquitectura.
Delia: Y tu novio, o como se llame ¿Te acepta así?
Kimberly: ¿Así como?
Delia: Así, vamos. ¿Te pensás que no me doy cuenta? Estaré mal de la memoria, pero no me chupo el dedo ¡Así!
Kimberly: Ah, obvio. Élsabe que soy una chica trans. Hace años lo sabe, cuando me conoció en un boliche del ambiente, donde van las locas a bailar.
Delia: Eso tendría que haber sido yo: puta, ¡Re puta! La más puta de todas. Kimberly: ¡Ay Delia! Yo no soy eso.
Delia: Como la amante de mi marido… bueno, de mi ex marido. En cambio, yo lo único que hice fue cocinar, lavar, planchar…
Kimberly: Me hiciste acordar que dejé la ropa en el tender, la voy a entrar porque en cualquier momento se larga a llover.
—Sale a buscar la ropa, pero luego vuelve a entrar a los gritos—
Kimberly: ¡Ay, qué susto! Hay un gallo que está arriba del tapial y cuando voy a agarrar la ropa, se me viene y me quiere picotear. Menos mal que alcance a cerrar la puerta.
Delia: Ese gallo era de los inquilinos de la casa de al lado. Un día se fueron y se llevaron todo, menos el gallo. Hay veces que no me deja pegar un ojo en toda la noche.
Kimberly: Usted no sabe cómo me corrió, así —hace gestos con los brazos, como aleteando—
Delia: ¡Pero servime la leche, que me dejas acá esperando! ¿Qué hay para comer? Traé algo de pan o vainillas, ahí en el mueble de allá hay galletitas.
Kimberly: Ponete el repasador así ¿Ves? Así no te volcás el té encima. ¿Está rica?... ¿Está rica? —repregunta—.
[Delia la mira enojada y no contesta]
Kimberly: ¿Qué pasa Delia que no me contestás?
Delia: —Continúa en silencio y empieza a buscar algo en la mesa— Kimberly: ¿Qué buscás Delia?
Delia: Los dientes, perdí los dientes de abajo.
Kimberly: ¿Se te habrán caído? —Ojea el piso en busca de los dientes, al no ver nada se mete debajo de la mesa—
Kimberly: ¿Por dónde anduviste Delia? Hace un rato andabas revolviendo en la pieza.
Delia: Qué te importa, vos ocupate de lo que tenés que hacer y dejame a mí tranquila —se pone incordiosa—. ¡Quiero que entiendan, quiero que dejen tranquila!
Kimberly: Pero te vengo a cuidar Delia…
Delia: Voy a hablar con mi hijo para que te diga que no vengas más. Ese es otro… me cobran la jubilación y no me dan el dinero.
Kimberly: Sí lo dejó, acá tenés el dinero. Te mandó para pagar los bidones de agua y para el kinesiólogo que viene una vez por semana.
Delia: Decime ¿Cuándo nací yo? ¿En qué fecha?
Kimberly: Ay, no sé Delia, esperá que me fijo en el documento. Delia: Cuidadito con tocar mis cosas, sólo mis hijos.
Kimberly: Te voy a preparar la pastilla, acá tenés un vaso de agua. Delia: Agua, pastillas, tecito, remedios ¡podrida estoy!
Kimberly: Bueno Delia, qué querés, ¿Un whisky? —dice irónica—.
Delia: —reacciona de manera inesperada, aceptando la propuesta—. Mejor abrí el aparador, que hay una botella de licor de chocolate.
Kimberly: Dale, nos tomamos un chupito. Mirá, acá están los dientes Delia, y también el control remoto. Hace dos días que estoy mirando el canal de cocina, creo que me aprendí la receta del puré duquesa de memoria. Los habías dejado en el aparador.
Delia: —se sorprende— ¿¡Yo!? No, no sé quién habrá sido.
Kimberly: Lo importante es que apareció todo, así que vamos a brindar.
Delia: Dame al menos algo rico, algo que me haga sentir alegre… aunque sea por un ratito.
[Se toman varios tragos en vasos chiquitos]
Kimberly: Sabe que después del accidente; porque yo tuve un accidente muy grande, resulta que cuando dejé de trabajar en Tribunales me ofrecieron trabajar en un peladero. Y bueno, yo dije sí, y con la plata que me pagaban yo me hice el curso de peluquería. Una noche me fui a trabajar directamente del boliche, serían las 5 de la mañana. Había una neblina tal que me llevé puesto un camión con la moto.
Cuando me llevaron al hospital pensaron que estaba muerta, pero no. Lo que sí, el brazo ni lo siento, acá tengo discapacidad del noventa por ciento, y tampoco siento los sabores ni los olores.
Delia: Te tendrían que haber jubilado.
Kimberly: Me querían jubilar, pero yo dije no, “deasela” (por désela) a otra la jubilación, yo voy a trabajar igual.
Delia: Un brindis por las mujeres trabajadoras.
Kimberly: Brindemos Delia.
Delia: El licor me dio un poco de sueño.
Kimberly: Vamos Delia que te acuesto, vamos a dormir.
[SE APAGAN LAS LUCES]
CUARTO ACTO: SORORIDAD
[Se oye el canto del gallo varias veces. Kimberly enciende la luz y se levanta a buscar un vaso de agua, cuando se tropieza con Delia que está deambulando por la casa]
Kimberly: ¡Ayyy, Delia! Qué susto ¿Qué hacés levantada?
Delia: Es que… me… estoy toda… —rompe en llanto—.
Kimberly: Te hiciste pis… no pasa nada. Esperá, estás toda mojada. ¿Sabés qué pasa? Te metiste a dejar la ropa en el lavadero y se salió la manguera de desagote del lavarropas, está todo lleno de agua. Quedate quietita, no te vas a caer.
Delia: Me quiero morir, no quiero vivir más así ¿Por qué tengo que pasar por esto?
[Se escucha otra vez el gallo]
Kimberly: ¡Encima ese gallo de mierda que no para de romper las pelotas! Bueno Delia, vení que te cambio, vos quedate acá en la cama mientras yo seco todo esto.
Delia: Retame, retame. Hoy me porte muy mal —se golpea las manos—.
Kimberly: No, Delia, no hagas eso —le da un beso en la frente—. Te mandaste una de cowboys —se ríe—.
Delia: ¿Cómo hacés vos para estar de buen humor todo el día?
Kimberly: No sé, es un don. Cuando todo está mal, yo sueño: sueño que soy una artista, una actriz famosa, tapa de revistas, que la gente me para en la esquina para pedirme autógrafos, entonces yo firmo y después me voy en un auto con chofer, y me voy así, saludando como una diva.
Delia: En cambio yo, no puedo soñar, se murieron todos los sueños que yo tenía.
Kimberly: Entonces hay que buscar sueños nuevos. Venga, siéntese acá Delia, que le voy a traer una camiseta limpia.
Delia: Me gusta la bordada, la que me mando mi hija.
Kimberly: ¡Pero será posible! está sucia con… ¡Con caca! Es que el gallo se sube al tender arriba de la ropa, y nos caga la ropa recién lavada.
Delia: Me pasé la vida esperando, primero el matrimonio, la familia perfecta; había que aguantar, así nos habían enseñado. Luego vinieron los hijos, y postergué todo por ellos. Dejé de trabajar para ser una buena ama de casa, cuando se hicieron grandes se fueron del país… y me quedé viviendo con un extraño. Había guardado todos mis sueños para después, y el después fue demasiado tarde. Ahora estoy sola, vieja, perdiendo la memoria, cuidando mis cosas, todo lo mucho o lo poco que logré en la vida, mis recuerdos…
Esta casa la hicimos junto con mi marido, ahorrando con sacrificio. En vez de salir como todos los novios, juntábamos peso por peso para pagar la cuota del banco Hipotecario; siempre ahorrando, para que después venga una extraña y quiera quedarse con todo. ¿Te das cuenta? Pero parece que nadie lo entiende.
Mis hijos no vienen a visitarme, solo me llaman por teléfono y me dicen “¿cómo estás?” ¿Y cómo quieren que esté? Sola estoy, sola en esta casa que ahora es un desierto. A veces escucho la radio y parece que todos los recuerdos se esconden en las canciones… ya no está más la mesa grande. Ayer vino mi mamá a visitarme, se sentó en esa silla y me decía: “Delia, Delia, no trabajes tanto, pensá un poco en vos”. —empieza a delirar—
Kimberly: En algo nos parecemos Delia, estamos solas. Cuando tenemos un problema la gente común se ríe en vez de ayudarnos, opinan sobre nuestra vida sin saber siquiera nuestra historia.
De tanto en tanto, somos el hazmerreír de los demás, si solo supieran… si una hubiese podido elegir, le aseguro que hubiera elegido una vida común: casarme, siempre quise que me tiraran arroz —sueña despierta— al grito de “¡vivan los novios!”, como los demás. Debe ser lindo tener hijos y llevarlos a la plaza a jugar, en cambio; por donde voy se ríen por lo bajo, siempre nos atacan como gallos de riña, hasta que nos dejan, lastimadas.
Una vez, este chico con el que estoy empezando a salir me invitó a su cumpleaños, era en una quinta que tiene. El papá y la mamá me recibieron bien, pero se les notaba que estaban incomodos, los invitados me miraban de arriba abajo, como si vieran un extraterrestre. Ese día, sentí vergüenza de mí. Me fui al baño y lloré… gente superficial, solo quiero ser yo misma ¿Por qué les molesta tanto? Si no le hago mal a nadie…
Delia: Yo por eso hace tiempo que no salgo, mi miran y sin disimular comentan cuando paso: “pobre Delia, cómo está de achacada, con razón el marido la dejó por una más joven”. Esa gente, la que te da el tiro de gracia cuando te ve en el suelo, merece que le retuerzan el cogote.
Kimberly: Vamos a dormir Delia, que es tarde.
Delia: Antes quiero llamar a la peluquera para me dé un turno, a las cuatro de la tarde ya empieza a atender.
Kimberly:son las cuatro, pero de la mañana Delia. Además, no te va a atender, porque por el tema de COVID las peluquerías están cerradas.
[HAY UN APAGÓN DE LUCES, LUEGO SE ENCIENDEN NUEVAMENTE]
[KIMBERLY ESTÁ HACIENDO LAS TAREAS DE LA CASA Y ENTRA DELIA CON UN ANDADOR]
Kimberly: Al fin se despertó la dormilona
Delia: ¿Qué hacés con esa maceta llena de tierra?
Kimberly: El gallo… todos los pensamientos se comió.
Delia: ¿Qué hora es?
Kimberly: Cerca del mediodía.
Delia: Anoche dormí como hace ratos que no lo hacía, sin sobresaltos, hasta soñé cosas lindas.
Kimberly: ¡Qué lindo Delia! Bueno, siéntese a la mesa que le prepare una comidita casera.
Delia: ¿Qué hiciste de rico?
Kimberly: Arroz con pollo.
[MIRA CON SUSPICACIA AL PÚBLICO ROMPIENDO POR UN INSTANTE LA CUARTA PARED; Y LUEGO RÍEN CÓMPLICES DE SABER QUE EL GALLO QUE TANTO LAS MOLESTABA A LAS DOS ESTÁ EN LA OLLA]
Kimberly: —levantado la copa— Propongo un brindis.
Delia: ¡Por el amor!
Kimberly: ¡Por la amistad!
Delia: ¡Por nuevos y más lindos pensamientos!
Kimberly: Por la dignidad.
Delia Por la vida.
[BRINDAN MIENTRAS SE ESCUCHA LA MÚSICA, PERMANECEN UNOS MINUTOS QUIETOS COMO EN UNA FOTO Y SE PRODUCE EL APAGÓN]
Canciones sugeridas:
1. Resistiré – Estela Raval
2. Cómo han pasado los años (bolero en versión instrumental) [MUTIS POR EL FORO]
[REGRESAN LOS ACTORES UNO POR UNO PARA SALUDAR DESDE AMBOS LADOS DEL ESCENARIO HASTA TERMINAR TODOS DE PIE EN ESCENA]
FIN
EL AUTOR
Autor: Marcelo Raúl Maggiolo
Teléfono: 1168143260
Trabajo N°1 del Taller de Dramaturgia, coordinado por Alejandro Miguel Agradecimiento al Sr. Federico Martínez Martínez
Marcelo Raúl Maggiolo
- Nacido en la ciudad de Rojas el 13 de junio de 1969.
- Trabaja como agente en la Plataforma Comercial del Banco de la Nación Argentina.
- Delegado gremial de La Bancaria.
- Actor vocacional.
- Acompañante terapéutico.
- Cursó las materias pedagógicas de formación docente.
- Egresado de la carrera de gastronomía.
- Incursionó en otras disciplinas como la música y la escritura. - Actualmente es miembro del Taller de Teatro Creativo a cargo de Silvia Silveira.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario