Funciones de terceros
jueves, 10 de agosto de 2023
El Silencio .Transito nominal y la batata (de Hugo Merlo)
lunes, 7 de agosto de 2023
LA CHICA DE LAOS (de Marcelo Maggiolo)
CUENTO PERTENECIENTE A LOS INVISIBLES
Y LA MUJER OMBLIGO
Cruzaron el rio Mekong y tuvieron la suerte
de poder hacerlo con vida. Aún les faltaba burlar a los soldados que buscaban a
los traidores: los proamericanos.
Maly todavía recuerda las explosiones de
las municiones mientras cargaba a su hija en brazos. Pasaron más de 50 años y todavía
retumban en su cabeza. Junto a su marido, Had, se refugiaron en una choza de
Camboya y estuvieron varias noches ocultos. La lluvia les dio una mano y esa
noche el patrullaje enemigo no fue tan feroz como en noches anteriores.
La bruma oscura del rio se adentraba a la
costa de Tailandia. El gobierno comunista había cerrado las fronteras y se
desató una cacería en contra de los colaboradores alistados al ejército
norteamericano. El actor menos pensado por nosotros los lectores (aunque al
final tenga cierta lógica) les permite escapar y establecerse en Misiones,
Argentina.
Pasado tres años, Maly y su hija se habían reencontrado
con su esposo y el resto de sus hermanos. Una mañana vieron que sus nombres
estaban dentro de un programa de repatriados a Argentina, bajo la autorización
de Jorge Rafael Videla. La condición para ello era que fuesen menores de 35
años, así rápidamente aprenderían el idioma en dos meses para integrarse a la
comunidad. Otros despatriados por el comunismo que llegaron a estas tierras
luego de exiliarse en Francia, trajeron oro y joyas desde Rusia, y compraron
estancias durante la época de Perón.
Vieron con agrado esta iniciativa del
dictador Videla y alojaron en sus estancias de la provincia de Buenos Aires a
los laosianos. Parte de leyenda y parte de verdad, se decía que los expulsaron
por diezmar la población de perros de las estancias y por comerse las flores de
los zapallos.
Lo cierto es que ya habían llenado sus
bolsillos aprovechando la circunstancia, junto a sus amigos en el poder: Had
trabajó como chofer, en Laos había sido aviador. En Argentina le ofrecieron
distintos trabajos, y el último era manejar el móvil “tleinta” en una
agencia que tenía solo tres autos de remises.
Maly en cambio nunca aprendió a hablar el
español. En su media lengua cuenta: “yo lavar ropa rio ir a otra costa miedo
soldado hija mía chica”. Hace caras y no se sabe si hace un esfuerzo para
recordar o más bien para olvidar. Sus hijos no quieren saber nada con regresar,
tal vez sí a pasear, pero crecieron en Argentina. Toman mate y escuchan a
Rodrigo Bueno.
Had hace unos años viajó a Misiones junto a
su esposa, ya que la iglesia budista inauguraba un templo y fue elegido monje. Pero
antes de emprender viaje pasó a saludarme junto a su hija. “Es la Power Ranger
amarilla” le dije a mi hijo menor, “¡Mirala bien!”.
Me dejó un japa mala de regalo, el
mismo que usaba el día que cruzó el Mekong para salvar a su familia, y que aún
conservo con sus cuentas de madera. En el momento en que me lo entregó, me dijo
que es como el rosario, pero budista, y sirve para recordar los mantras
sagrados.