Los paseos con Firualit empezaban con una extraña precisión
horaria. Hacíamos dos por día. Uno a la una de la tarde, otro a las cinco de la
tarde. Con él que pasaba algo extraño era con el paseo de las cinco de la
tarde. Sin saber yo jamás como conocía el horario cinco menos diez venía para
el comedor donde estaba yo trabajando para que le pusiera la correa. Todos los días,
sin faltar, cinco menos diez venia al comedor, se ponía al lado y se me sentaba
mirándome, como diciéndome “Bueno es hora que salgamos a pasear” Yo ahí le decía
la palabra mágica “Paseo” Y él empezaba a ladrar y apurarse. Le ponía la
correa, la llevaba el en la boca hasta abajo, y abajo la dejaba para que yo la
agarrara. Después salíamos a la calle y empezaba el paseo. En el paseo íbamos yendo
por el camino que el elegía, a veces yo
trataba de definir el camino pero me terminaba entregando a su hoja de ruta. La
otra cosa que tenía era que era terriblemente rutinario, si un día había
cruzado enfrente por la mitad de la calle, el resto de los días iba a cruzar
enfrente por la misma mitad de la calle. No iba a haber manera de disuadirlo de
hacerlo. En los paseos iba olfateando todo en el camino, y chupando. A veces se frenaba en árboles y se ponía
a olfatear, seguramente orina de otro perro, o una perra en celo, y después se ponía
a chuparlo. Sacarlo de ahí era un delito, no quería salir y hacia pequeño
gruñidos para que se lo dejara en el lugar. Como tenia forma de labrador pero
genes de border coli, cuando veía un perro que venía de lejos, se acostaba en
el piso mirándolo y esperándolo, como hacen los bordes colis. Con los perros
que nos cruzábamos en la calle la situación era difícil. Dos veces tratando de
jugar dos perros machos lo habían atacado y lo habían mordido, así que le había
quedado esa imagen, y le gruñía a todos los perros machos que se le acercaban.
Con las hembras era diferente, con ellas socializaba y tenía muchas amigas en
el barrio. Firulait tenía sentimientos profundos y puros, y los manifestaba en
el cuerpo. Uno de los machos que lo atacó lo estaba paseando yo. Era de noche, estábamos
en la plaza del club Junín, dos veces había venido a jugar y había jugado con él.
Pero la tercera lo agarró a Firulait distraído esperando que jugaran, y lo que
hizo fue atacarlo. Firulait intentó defenderse pero la sorpresa del ataque lo
sobrepasó, lo volteó, y lo empezó a morder en el piso. Yo le pegué una patada fuerte
al perro atacante y logré sacarlo de ahí y que se fuera. Cuando se levantó
Firulait temblaba de la bronca. Era un sentimiento genuino y puro, tenía tanta indignación,
se sentía tan ultrajado que no dejaba de temblar de la bronca. De a poco se fue
calmando y se le fue pasando
No siempre fueron paseos fáciles los que hacíamos con Firu,
sus primeras salidas quería andar suelto, pero no lo sabía hacer, cruzaba la
calle, yo no había sabido enseñarle a no hacerlo, aunque lo había intentado. Quizás
me había frenado justo cuando estaba por empezar a aprender. Cuando salía,
conmigo o con alguien más, tiraba de la correa, la quería arrancar de las manos
para pasear en libertad. Lo hizo eso por muchos meses, quizás por un año, hasta
que se a poco se acostumbró a la correa, pero de todos modos era el quien dirigía
el paseo y hacia donde se iba, tenía genes de borde coli, su padre era un
border coli. Cuando se cansaba del paseo o no quería ir hacia algún sitio, sencillamente
se sentaba en el piso y no se movía más. Él amaba sus paseos, esas dos salidas
por día, de un rato cada una, eran para el los mejores momentos del día. Sé que
debí darle mucho más que eso, pero es lo que le pude dar Después volvíamos y se
acostaba en la cama a descansar, con el deber cumplido. Los últimos paseos, en
verano, Firu falleció en verano, volvía e iba hacia la canilla que estaba en el
patio externo de mi casa, se ponía justo debajo de ella, pegaba el lomo a la
canilla, y esperaba que yo la abriera para mojarlo. Ahí yo lo mojaba todo, el
paseaba de lado a lado abajo del agua, y después subía a ponerse frente al
ventilador arriba de la cama
Una de las cosas que más le gustaban era pasear bajo la
lluvia, los días de lluvia salíamos los dos y se paseaba mojándose y pisando
los charcos y las alcantarillas inundadas, a veces se recostaba en la
alcantarilla completo
Otra cosa que le gustaba era pasar por la casa de artículos para
mascotas que estaba justo a la vuelta del paseo. Mediodía y media tarde cuando volvíamos,
no la dejaba pasar. Iba a la casa se metía y la recorría toda oliendo todos los
rincones, saludaba a sus dueñas. A veces recibía algún regalo. Después salía e íbamos
para casa
Firulait amaba los paseos, espero que este paseando donde
esta
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