Jueves 2 de mayo
Escribo escuchando Sabina, el deseo va volviendo de a poco,
ahora el deseo de escuchar. Estuve un año entero sin deseo de escuchar música,
sin escuchar nada. Y el mismo año entero sin el deseo de escribir, no escribí
nada. Y el mismo año sin deseo de hacer ni mandar reiki. Ahora esos deseos
vuelven. Pero cuando no está el deseo,
es como un pozo seco, no tiene sentido ir a buscar agua, simplemente uno no
hace nada. Esta es una ciudad cruel, destroza al que se queda quieto y a su vez
inmoviliza. Pero los deseos obedecen a fuerzas internas y mecanismos
superiores. Escucho Sabina, recién pasó: Y nos dieron las diez. Ese tema lo
escuchaba mi madre, le encantaba, se había comprado el cd que tenía ese tema y
le encantaba escucharlo. Ella me enseñó a escuchar. Los padres cuando somos
chicos, adolescentes, hacen muchas cosas por nosotros que nosotros no vemos, no
entendemos apreciar, somos ignorantes en cómo tratarlos, como tratarnos
Mientras escribo de nuevo pequeñas lucecitas, como cabezas de
alfileres titilan en la computadora. También me pasa lo mismo a veces en los
libros. Recuerdo aun cuando vi aquella imagen. Estaba haciendo taichí en la
terraza de la otra casa, Firu estaba acostado cerca mío, disfrutando de un
hueso. Veo en el edifio que estaba a la izquierda, cerca del edificio que
estaba tres cuadras más allá, en la avenida San Martin, cerca de la avenida
Primera Junta, una especie de aeroplano que volaba en círculos, pasaba cerca
del edificio y daba una vuelta muy pequeña en círculo y pasaba de nuevo cerca
del edificio. Era imposible esa visión, un aeroplano blanco tan bajo y haciendo
una maniobra tan cerrada, no era posible. Cuando lo miro bien las alas del
aeroplano eran retractiles, se doblaban. Cuando lo miro mejo no era un
aeroplano, era otra cosa. Una voz me dijo en la cabeza que era un arcángel,
tiempo después la mismo voz me iba a decir que era el arcángel Gabriel. Seguí
haciendo taichí con la figura volando en círculos acompañándome. Después salude
y bajé. Con mi perro Firulait nos fuimos de la terraza ¿Qué vi? ¿Una construcción
de mi mente? ¿Vi algo real? Queda en los otros pensar que vi. Pero hoy me
acuerdo de esa imagen porque es el día en que decidí volver a subir a hacer taichí
a la terraza, otra terraza, otro barrio, otras calles. Ya sin mi perro Firulait.
No va a ser lo mismo
Ayer saqué la ropa seca de la soga y la puse en la cama, me
hizo acordar cuando Firulait estaba vivo y yo ponía ropa en la cama, él, que
siempre usaba la cama, no se subía. Respetaba la ropa, no se quería acostar
encima de ella, esperaba que yo la sacara. Firulait tenía un respeto sutil y
profundo hacia los demás y las cosas de los demás. Era como un soldado de lo
que se debía hacer, tenía una disciplina sorprendente. Una sola vez le enseñé
que no tenía que agarrar nada de lo que había en la mesa. Jamás en toda su vida,
a pesar de ser alto y llegar a la mesa con la cabeza, jamás toco la mesa, ni se
subió, ni agarró nada. Era un perro maravilloso.
Ayer volvía de la calle y como siempre me esperaba mi gata
Saphira, como siempre me maulló cuando iba subiendo la escalera. Es una especie
de pequeño milagro siempre encontrarla. Es una gata casi callejera que anda por
los techos y los patios de los vecinos todo el día completo. Se perdió cuatro
veces, las cuatro veces la pude encontrar. Quedó encerrada dos veces, las dos
veces la pude escuchar y sacar. Se cayó cinco veces. Sin contar la cantidad de
veces que se cayó en mí casa. La situación de mi gata exploradora y yo es de
fragilidad. Y este término, esta sensación, es la sensación que nos define este
año, con este gobierno, fragilidad
Hoy me enteré que en salta cerró un jardín de infantes bilingüe
castellano quechua, 150 niños iban al jardín. 150 niños se quedaron sin jardín
Yo creo que con estas políticas y este gobierno que está en
el país ahora la sensación que sienten las personas es de fragilidad. Se
sienten frágiles, se saben frágiles, nada es seguro, nada es estable. Se puede
perder el trabajo en cualquier momento, en cualquier momento se puede perder el
ingreso. En cualquier momento se puede perder la posibilidad de pagar lo que podía
pagar antes. La fragilidad nos atraviesa, es un frio que se nos mete en las
entrañas, es un frio que se nos mete por la espina dorsal, nos recorre la
espalda. La fragilidad nos define, la fragilidad nos domina. La fragilidad nos
determina, y a algunos los paraliza. Para los que creen que se va a salir de
este atolladero porque creen en este gobierno, la fragilidad tiene otro gusto,
otra forma y otro color. Tienen esperanza. Para los que sabemos que no se va a
salir de esta atolladero y que esto lleva a más impedimentos y más pobreza,
porque es para ahí donde va esta política económica. Porque ya se hizo esta política
económica otras veces en este país y fue para ese sitio, la fragilidad es más
profunda, nos determina definitivamente, porque es una fragilidad a futuro, de
un futuro incierto y oscuro. De todos modos, sea cual sea nuestra fragilidad,
la sensación que nos atraviesa el cuerpo en este momento es la de fragilidad. Y
no tiene sentido creerse más fuerte que los demás o que los demás se sientan más
fuerte que uno. Esto es estructural, no individual. De todos modos nada es para
siempre. Y las cosas toman los causes lógicos. Nada que no está bien termina
bien. Todo lo que está bien, desemboca bien
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