Me sigue un hornero. Yo salgo de mi casa y está esperando haciéndose el distraído arriba de un árbol. Me sigue un hornero, no tengo dudas, lo he hablado con más de un amigo. A mí no me distraen las constantes de la especie: Que todos los horneros son iguales y que pueda ser que veas distintos horneros y pienses que es el mismo, me dijo una vez mi amigo Roque. A lo que yo le respondí con la frase que repito siempre, como una letanía, pero ahora cada vez más: Me sigue un hornero. Y si fueran distintos horneros, le concluí, entonces me están siguiendo distintos horneros, se van turnando por postas. ¡Hay miles de horneros en la ciudad, no te están siguiendo! Me gritó Roque exasperado. Peor entonces, le dije, ya no me sigue un hornero, me sigue una especie. A lo que empecé con mi letanía, pero levemente modificada y más preocupante: Me sigue una especie. A lo que Roque ya a punto de echarme de la casa enfiló para la puerta. No te sigue una especie, yo también veo horneros todo el tiempo, trató de meter una última frase conciliador. Mucho peor, le rematé, no solo me siguen a mí los horneros, siguen a mis amigos ¿Qué está pasando? ¿Qué hemos hecho? Andate me dijo Roque. No puedo, le pedí yo, debe estar el hornero afuera. Bueno, sacalo a pasear un poco. Y me echó a la calle como si fuera un desaforado. Ese tipo de discusiones se repetían siempre
Antes de ir para el
trabajo la casa de Roque es posta seguro. Salgo de mi casa, hago tres cuadras y
cómo voy un poco temprano paso antes de tomar unos mates con Roque, que recién
se está levantando. Con Roque levantado le repito como una revelación: Me sigue
un hornero. Basta, me dice Roque. No no, le digo, ahora no tengo dudas de que
me sigue. Cuando yo lo miro levanta vuelo, cuando voy para adonde esta él, se
va. No, me dice Roque, ya al borde del exaspero, claro que se va, sos un
depredador para él, si se queda se piensa que lo vas a matar. No tiene lógica
eso, le digo yo, nunca me comí ningún hornero. No, pero la especie a la que
perteneces sí. Con lo que me exaspero: Así que yo tengo responsabilidad de
especie, yo tengo culpa de especiabilidad, digamos. Sí, me dice Roque, claro
que la tenés. Y ahí es donde se enrarecen más las conclusiones. Entonces no me
sigue a mí el hornero, lo sigo yo a él, le digo ¡No, nadie sigue a nadie! Me
grita. Y me acompaña a la puerta, adonde arranco para el trabajo. Antes me
freno y le digo mi letanía, pero levemente modificada: Sigo a un hornero.
Andate, me dice No puedo, le digo, tengo miedo de seguir al hornero. Seguilo,
me dice para conformarme. Si no te pierde volando, es porque quiere que lo
sigas. Con lo que mis deducciones se vuelven más complejas
Al otro día, salgo a la calle, me asomo, veo al hornero
parado en la mitad de la vereda, mirándome, me pongo a caminar hacia lo de
Roque, veo que viene caminando detrás mío con sus pasos cortitos, y que se
frena cuando freno y mira para una planta como buscando un bicho. Y le caigo a
Roque con la repetición constante de una forma de vida transformada en
preocupaciones: Quiere que lo siga un hornero, le digo. Roque me mira y no me
dice nada, me pasa un mate. Quiere que lo siga un hornero, le digo. No lo
sigas, trata de relajarme con la lógica de los que no están viviendo las
situaciones. Y me lanza para la calle. Yo asomo la cabeza mirando para todos
lados, y después salgo, no sin antes descubrir que el hornero que se esfuerza
en trabar algún tipo de relación conmigo, está parado en la calle una cuadra
atrás, como los perros callejeros que te siguen y echas, y te entablan una
negociación silenciosa, donde sin tu participación tratan de llegar a un
acuerdo. No te dejan de seguir, pero te siguen de más lejos, como si la
distancia de una o dos cuadras en una persecución anulara la persecución.
Yo vivo en la ciudad de Junín, en la esquina de Remedios
Escalada e Irigoyen, el hornero no sé donde pero debe vivir por ahí, no lo imagino viniendo a seguirme de barrios
más lejanos. No lo imagino viniendo de villa, por ejemplo Italia y Primera
Junta a seguirme. Eso me preocuparía mas, en cada interacción la existencia de
mayor intensidad empieza a volver todo para la zona de la preocupación. Tampoco
me lo imagino viviendo de la zona del colegio Padre Respuela. Cuitiño y Benito
de Miguel. No, es de este barrio. Salgo de mi casa temprano, camino por
Remedios Escala, hasta que se vuelve Malvinas, con el hornero siguiéndome, a
veces caminando, a veces volando, cuando me doy vuelta a mirarlo, retrasándose
un poco.
Me sigue un hornero,
no tiene explicación, y está bueno
No hay comentarios.:
Publicar un comentario