Milei viene destratando a los argentinos hace muchos meses,
de muchas manares. Es como un mal sueño, es como si hubiesen elegido al peor
posible y lo hubiesen puesto ahí (contando que veníamos de uno terrible. Alguna
vez tenemos que preguntarnos como elegimos) Ee el dueño de la pelota que no
sabe compartir, el nene caprichoso y poderoso de barrio que crea un reino tiránico
a su alrededor y tiene a todos atados a su mala construcción simbólica ¿Por qué
no se enfrenta a los matones? Eso lo sabrán los psicólogos. Son muchas las
cualidades malas que tiene Milei como para que yo pierda tiempo nombrando
alguna. Pero pasó algo. Las sociedades y los tiempos cambian, no son iguales a
nada conocido porque el presente es algo nuevo, no se puede equiparar a algo
conocido. Nosotros esperábamos una reacción conocida, manifestaciones, calle,
vidrios rotos, represión, mucha más gente en la calle, lo que habíamos visto
tantas veces. Pero pasaron los meses y eso no llegó. Entonces esperábamos algo
que conocíamos también, la ausencia de reacción. Que este tipo no tuviera límites
en su daño y la gente no hiciera nada. Y sin embargo hace dos semanas empezó a
haber una reacción. Algo desconocido para nosotros. El silencio, la gente
calla, pero no solo calla, porque eso no sería una reacción. La gente lo
ignora. Ignora los gritos del nene chillón que dice acá estoy, los maltrato, ámenme,
seamos enfermos. La gente sanó de su relación con Milei, ya no le mira el
discurso. No mira sus cadenas nacionales, no lo lee. Y las encuestas se
volvieron normales, mucha imagen negativa y creciendo. No hay gente en la calle
manifestando, no, hay ausencia. La reacción es una reacción de ausencia, pero hay
algo más importante, porque faltan muchas cosas, sanidad mental. La gente ya no
sostiene lo que la daña, no participa, no mira, no escucha, da la espalda, y
cuando preguntan lo ve como negativo. Esto es algo nuevo, es la simple, lenta,
sana reacción silenciosa
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