Funciones de terceros

lunes, 31 de julio de 2023

LA CASA DE ANA (de Florencia Monforte)

 

 Otra mañana en la que empiezo maldiciendo el día, mis pulmones están contraídos, no los siento. Mis pies, dormidos del frio que tenían, ya estaban acostumbrados.

Mamá ponía unos trapos viejos debajo de la puerta para que no entrara tanto viento, pobre.

Cartones en los vidrios pegados con cinta, estaban rotos casi en todos lados.

Hoy me fui a hacer la tarea en casa de Ana, ella si que tiene buena vida.

Pero le parece normal, es como si no supiera todo lo que tiene.

Tiene una familia unida y no pasa frio ni hambre.

Cuando voy a jugar con ella siento que me voy de vacaciones.

Primero tomamos la leche con chocolate y comemos galletitas y después hacemos la tarea, a ella le cuesta mucho más aprender.

A veces, yo era su maestra.

Yo cuando sea grande quiero ser maestra, igual no me imagino que me digan

Seño Olimpia, pero soñar no cuesta nada.

En su baño, una ducha gigante que parecía como una manguera de bomberos, azulejos alrededor y tenía un botoncito para tirar el agua del inodoro, también un espejo impecable, que lindo todo.

En mi casa, como mamá cobró un trabajo, pudo comprar otro calefón eléctrico, porque nos lo olvidábamos enchufado y se derritió.

Y hasta que podía comprarlo, usábamos el fuentón, calentando agua en la olla grande.

Su habitación, parecía una casa de princesas, me acuerdo que cuando ella me dijo de venir a mi casa, le tuve que decir en confianza de que no quería que ella viera donde vivo, por miedo de que piense que soy un fenómeno, simplemente no quería que me viera en esa situación de precariedad, incluso me preguntó una vez si tenía sala de juegos.

En su pieza tenía una cama con un colchón alto, todo rosa, odio el rosa.

La parte mas linda es cuando su mamá le va a dar un beso de buenas noches y le dice que la ama. No sabia que las mamas hacían eso.

Un día, me quede a cenar, ahora me doy cuenta que era porque yo era pobre.

 El menú era pescado con papas noiset, que rico que estuvo, me comí tres platos, que vergüenza.

Su heladera de 5 pisos estaba repleta de comida, como si vivieran osos ahí dentro.

Yo aprovechaba, en casa a duras penas alcanzaba para ponerle tuco a los fideos.

Cuando iba, no quería volver, teníamos una conexión increíble, nos queríamos mucho, éramos una para la otra.

Ella tenía 3 calefactores, dormíamos calentitas, con muchas frazadas también, sentía que era el paraíso, cuando era algo normal.

Pero un día hubo que volver.

Ahí la pasaba peor, volver al crudo frio, las goteras caían del techo de chapa agujereado. Que tortura, ni siquiera conocía a mi padre.

Por lo menos tendría a alguien que me diga buenas noches como a Ana al acostarse.

Mi madre no me quería, o por lo menos no lo demostraba.

Me daba una cachetada limpia cada vez que estaba nerviosa.

El desayuno era mate cocido con pan oreado.

Cuando iba a la escuela primara a 6º grado, estudiaba mucho y sacaba buenas notas, no faltaba nunca a clases, era mi motivación para salir de la vida que llevaba.

Un día se me ocurrió robarle un pucho a mi tío Enrique, para ver cómo era.

Y fume en el baño de la escuela, que quilombo se armó, mi mamá no me reto ni nada.

La familia de Ana, no la dejaron juntarse más conmigo porque decían que yo era mala junta.

Para los puchos mi mamá tenía plata, pero para comprar unas milanesas nunca, anhelaba poder comer, aunque sea un pedacito chiquito de milanesa de pollo.

Mi hermanito Simón, tomaba teta, y a veces no le ponían pañales, que feo que era cuando yo lo tenía que cuidar (casi siempre) y se me hacía caca encima.

Yo era su niñera, o su segunda mamá, porque su verdadera madre estaba “trabajando” o eso decía ella, pero no entiendo porque nunca tenia plata para comprar comida o los pañales de Simón.

 

Después de una semana nos volvimos a juntar, y pude elegir el menú.

Obviamente elegí milanesa de pollo, era en lo único que pensaba.

Ese día, escuche al papá de Ana hablar por teléfono medio bajito, como si tramara algo.

Decía de ir a un campo, donde tenían una casa aún más gigante que la suya.

Me invitaron y fuimos.

Era una casa con 30 habitaciones, o más.

Parecía una casa embrujada o de película, era hermosa, pero

cuando entramos, me dio miedo, era tétrica.

Una de las piezas, tenia una cama grande con acolchados a cuadrille, y muchas muñecas con cara de diabólicas sentaditas, parecían nenas de verdad.

Otra de tantas, una camita chica con muchos ositos ocupando todo el espacio y un ropero repleto de ropa infantil.

Me sonaba muy raro, daba escalofríos.

La casa estaba en medio de un campo muy pero muy lejano de la ciudad, tardamos mucho en llegar, en la camioneta todo terreno del papá de Ana.

Los baños eran mas grandes que toda mi casa, pero eran viejos, todos muy sucios y había olor a podrido.

En eso, escuchamos un llanto de una mujer.

Nos reímos porque pensamos que estábamos paranoicas de tanta mala impresión que nos dio entrar a esa casa, pero la segunda vez, yo lo escuche claro.

Segui el llanto, y provenía de abajo. ¿De abajo?

Yo, que pasaba miseria y tenia todos los trucos para poder solucionar cualquier inconveniente que pase en la casa fea, me las arregle para encontrar una puertita que estaba bien oculta abajo del piso.

La pude abrir de un mazazo.

Mientras Ana fue a sacarse una selfie al baño para hacerse la asthetic, pude ver a o lejos a una mujer, vestida de blanco.

Me decía que se llamaba Sofia y que busque ayuda y regresara con la policía, y que investigara la verdad.

Ella, tenía información que comprometía mucho al papa de su amiga.

Se me ocurrió darle al papá de Ana, unas gotas sedantes para animales que vi que había en la camioneta, ya que él era veterinario, en un vaso de agua para poner en marcha nuestro plan.

En cuanto se durmió, salimos en la camioneta en busca de ayuda.

Una vez, le había robado el auto al tío enrique a la hora de la siesta y aprendí a manejar.

Cuando llegamos a la comisaria no nos creían, pero después de tanta insistencia, me quedé anonadada cuando vi a la misma mujer en un cartel de desaparecidos que se notaba que se habían olvidado de sacar.

¡Es ella, es ella!

 

            Pensaron que estaba loca.

Sofia habría podido escapar de ese lugar, pero murió de un infarto en el hospital hace 13 años, solo su bebe logró sobrevivir y fue dada en adopción. Pero sin medir las consecuencias. Se la dieron a cualquiera, sin papeles, sin nada, menciona el policía confundido.

 

Cuando volvieron con la policía, abrieron el bunker y la mujer ya no estaba.

 

En ese lugar funcionaba una red de trata de adolescentes y niñas, todo gestionado por el papa de Ana. Pero cuando todo estaba por Salir a la luz, decidieron envenenar a todas las chicas para no dejar rastros.

El papa de Ana sintió cosas por Sofia, y le dijo que ese día no comiera la comida porque tenía veneno.

Este hecho, había sido un mensaje para que su alma descanse en paz y salga a la luz la verdad, también encontrar los cuerpos enterrados alrededor de la casa y saber lo que funcionaba allí.

Después de una breve investigación, se dieron cuenta de que ese bebe había sido Olimpia, y el papa de Ana pasó a ser su papá también.

 Él embarazó a Sofia y se obsesionó con ella, la secuestró y le daba de comer. Pero tenía que vivir ahí por miedo de que se fuera y nunca mas regresara, o contara toda la verdad.

Después de una seducción convenciéndolo que podía ser feliz con ella, huyo por el medio del campo y llego a un hospital cercano, pero al dar a luz y  morir en el instante, nadie supo nada.

-       Ana, somos hermanas, te diste cuenta??

-       Si, mi sueño se hizo realidad, ahora vamos a estar mas juntas que nunca, quiero que vengas a vivir con nosotras.

Olimpia no podía creer lo que estaba escuchando, su sueño también se hizo realidad.

Ahora comparten la habitación, sacaron un poco de rosa y ahora tiene quien le de un beso de buenas noches.

El papa de Ana, se tomó el frasco de sedantes porque no quería ir a la cárcel.

 

Olimpia está siendo feliz en la casa de su hermana y hará lo posible para sacar a su hermanito de esa situación.

 Le ayudaba con los quehaceres de la casa a la mamá de Ana, y Ana también aprendió a valorar hasta lo más simple de la vida y a esforzase por mejorar en a la escuela. A fin de cuentas, siempre serán mejores amigas.