Todo había sido programado. Hasta el último detalle de esa única foto que quedaría estampada en una lámina sobre varias capas de cartón.
Funciones de terceros
sábado, 19 de agosto de 2023
El niño que no salió en la foto (de Cristina Cingolani)
LA CARTA REVELADORA (de Mariana Ormaechea)
Quemó las hojas después de leer esa carta
que estaba bien guardada en el fondo de aquel
Cajón, habia descubierto el secreto de su
vida donde declara haber cometido un asesinato y revelado dónde se encontraba
el cuerpo.
El día que la encontró en el último cajón
del mueble del lavadero, estaba tirando
cosas viejas que olían a humedad, la manija estaba rota, así que tuvo que hacer
fuerza para poder abrirlo y allí dentro de un libro viejo la encontró. Cuando
la leyó, se quedó paralizada, intacta casi momificada sin moverse ni hacer un solo
gesto con su cara; no reaccionaba. No lo podía creer y no entendía porque nunca
le había confesado aquel hecho y por qué habría esperado que ella se enterase
de
esa forma.
La carta que estaba escrita por él, le decía que se iba a llevar el secreto a su
tumba y así fue.
¿Sería realmente así? Ese cuerpo estaba
enterrado al lado de la planta de nueces en el
fondo del patio. Ella se preguntaba qué
hacer pero no se animaba a desenterrarlo tampoco . El solo hecho de pensar que
convivió gran parte de su vida con un cadáver en el patio de su casa
la aterrorizaba. Ahora resolvía las
preguntas que siempre se había hecho; el por qué su
marido nunca quería tener perros o decía
que no le gustaban porque hacían pozos y
desastres en las plantas. Tendría miedo que
lo encontraran.
Lo que ella no terminaba de entender es
como había convivido con ese secreto, tranquila sin decírselo a nadie. En realidad
seguramente en defensa propia pero nadie le iba a creer, no había testigos.
La carta decía que una noche de invierno él
se encontraba durmiendo solo en la casa y
escuchó un ruido en el techo. Enseguida
asustado se levantó, manoteó la carabina
que
tenía en el placard y salió a ver que
había. No vio nada al principio pero cuando se dio
vuelta para meterse nuevamente en su casa,
ya resignado y con la idea de que
podía haber sido un gato, alguien por
detrás lo sorprendió y le pegó en la cabeza. El atinó a
apretar el gatillo y le dio en la
mandíbula. El delincuente cayó desplomado como una bolsa
de papa al piso. Horrorizado, desesperado y
sin saber qué hacer optó por mirar para asegurarse que nadie estuviera pasando
por la calle o que ningún vecino estuviera espiando. Agarró el cuerpo y lo metió
enseguida dentro de su casa. Así fue que decidió enterrarlo en el fondo.
Cuando ella leía cada renglón de la carta
temblaba del frío, por un momento pensó que toda
su vida había convivido con un asesino y
por otro trató de pensar que él no lo había hecho
queriendo sino por accidente y en defensa
propia.
Por lo que decidió quemar la evidencia y
dejar el secreto como estaba, algún día alguien lo
iba a descubrir o no por lo pronto ella se
iba a mudar de esa casa, no solo por los recuerdos
de su marido ya muerto sino por el secreto que había en ella.
La Chavela, supersticiosa y refranera, y sus amigas (de cacha Arruiz)
Chavela Ingals se ha
destacado por ser supersticiosa y el punto de exageración nunca está al alcance de la mano, no, es una
enferma creyendo en aparecidos, y ustedes saben como es esto, “hazte fama, échate a dormir”, cuando se habla de la
supersticiosa, el mundo sabe que la figura en cuestión es Chavela. “A palabras
necias, oídos sordos”, contesta rápidamente. Todo porque la Ingals a una amiga
que le anunció su boda le pidió por
favor que no sea un martes, “martes, no te cases ni te embarques” sabedora que
la pareja haría un crucero, y que tuviera mucho cuidado, que lo vigile al
futuro marido, ya que éste supo tener otra guarida y “dónde hubo fuego cenizas
quedan”, le agregó. –No seas así con el pobre Dardo, ése, es un tema superado,
no le diré una palabra- le ha contestado frenéticamente la prometida, pero
Chavela no sabe quedarse callada, a lo que agregó, “el que calla otorga”. Se
comentó que la historia que recordó Chavela sobre Dardo tiene mucho de verdad,
“pero del dicho al hecho hay mucho trecho. En rueda de de té, el té las amigas,
Chavela contó detalles de ésta conversación, e hizo mención sobre el consejo a
su amiga respecto a lo que ella llama andanzas del Dardo, antenti pebeta, que
“el ojo del amo engorda al ganado” la rueda de participantes movió la cabeza de
arriba hacia abaja varias veces, porque “a buen entendedor, pocas palabras”. La
conversación varió, pero Chavela y la que estaba a su lado siguieron chusmeando
al Dardo, que le vamos a hacer dijo esta última, pobre piba, menos mal que “no
hay mal que dure cien años”, “ni cuerpo que lo resista” sumó Chavela, la
supersticiosa. Es buen chico, dijo levantando la voz una sentada en la otra
punta, más o menos, la paró la de la izquierda, son todos iguales acá “el que
no corre, vuela”. No sé para qué sé casa, preguntó Chavela. Porque el Dardo
tiene una fortuna, fue el comentario de la mesa, ¡qué cosa che! No se dan
cuenta “que el que mucho abarca poco aprieta”. Y no saben ustedes, comentó
Chavela parándose, se me quejó por un regalo que hice para el casamiento, que
ya lo tiene, me refregó, hija de su madre, no sabe que “a caballo regalado no
se le miran los dientes. Igual que la madre, “de tal palo tal astilla·. No le
des más pelota, que no te busque nunca más, mejor que se haya enojado, “no hay
mal que por bien no venga”, le aconsejaron las residentes del té. Es que nací
para perdonar, o soy como mi papá, que es rencoroso, “en casa de herrero,
cuchillo de palo”, ¿y eso que tiene que ver?, fue la pregunta generalizada, no
sé, contestó Chavela, lo dijeron en la novela y me gustó. Estás como tu amiga
vociferó el coro, “dime con quién andas y te diré quién eres”. Denle nomás,
viejas chusmas, acuérdense, que “el que ríe último ríe mejor”. Chavela juntó las
tazas de té, ofreciéndoles alguna otra cosa, la de la otra punta le pidió un
café alegando que el té estaba frío y amargo, desagradecida, gritó Chavela, no,
si es de gusto, “cría cuervos y te sacarán los ojos”. ¿Qué decis?, saltó la de
la punta, ¿somos mejores amigas o no?, mamita siempre decía, cuando encontraba
a un desagradecido, “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. ¿Vieron
ustedes?, cree el ladrón que todos son de su condición”. ¿Y eso que tiene que
ver?, saltó el grupo. No sé, pero lo escuché en la novela, dijo Chavela
llevándose los pocillos.
LA HISTORIA DE COJUDO MUERTO (de Marcelo Maggiolo)
— ¿Estamos de acuerdo todos? ¿Cada uno sabe lo que tiene que hacer? ¿La bolsa negra para el secuestro está preparada? — Los tres hombres y la mujer solo tenían que esperar la señal. El corte de luz accidental acontecido a las 3 y media de la mañana les daría el tiempo necesario para el secuestro, y así lo hicieron.
Encapuchados y vestidos de negro regresaron a la tapera donde prepararon toda
la logística de la operación. Aprovecharon a robar varios objetos de valor simbólico
y algunos libros. Festejaron en silencio el éxito del plan.
El cuerpo
fue colocado dentro de un caño de agua junto con las pertenencias robadas y
luego lo taparon con tierra para y contaron una cantidad de pasos desde la
tranquera. No dejaron señal alguna del lugar, ni una piedra, ni una referencia
posible y guardaron el secreto durante mucho tiempo.
Fueron
envejeciendo y nunca se habló del hecho cometido. Solo quedaba un registro: uno
de los implicados era el fotógrafo del pueblo, y por lo tanto el que estaba en
todos los eventos sociales. La familia celosamente cuidó que ni la lluvia, ni
el arado ni ninguna otra cosa pudiera descubrir el cuerpo de aquella importante
mujer yaciente bajo tierra.
El tiempo
pasó, y también pasaron las costumbres. Fueron 18 años de invierno, de encierro,
de vientos de odio y tormentas de plomo. Los autores del secuestro resistían
escondidos, invisibles. Eran 3 catangos[1]
incluyendo al susodicho fotógrafo, y una maestra.
Cada tanto
el odio volvía en su tormenta y regaba con sangre las calles. Los perseguidos
fueron militantes y sindicalistas, básicamente El ADN del peronismo: los
trabajadores.
Varios
inviernos habían pasado hasta la llegada de la primavera del 1983. El viento de
ese año soplaba con tal fuerza que el campo y la ciudad se llenaron de brotes y
flores, dejando atrás las lágrimas y el miedo.
Los autores
del hecho se sacaron una foto en la plaza, ritual que repetían todos los años.
El paso del tiempo había dejado sus huellas en cada uno: Raúl estaba gordo y
nadie hubiese creído que de joven pesaba 65 kilos. Orlando intentaba con la
barba ocultar la calvicie y para esos fines usaba una gorra todo el tiempo. A César
mantener el secreto de lo hecho le había pasado factura y lo tuvieron que
operar de quistes en las cuerdas vocales, estaba muy débil. En tanto Betina era
ahora una mujer adulta que se había hecho cargo de la granja.
Todos los
años en octubre se juntaban a comer un asado. Durante los 4 años siguientes
permanecieron muy unidos.
Y decidieron
revelar la historia sucedida. Convocaron a las autoridades del pueblo, a las
fuerzas vivas del Paraje de Martinez de Hoz (Conocido por los lugareños con el
apodo de Cojudo Muerto) y ante la presencia de un grupo de vecinos y militantes
políticos cavaron en la chacra de la familia.
El tiempo había
pasado, y reconocer el lugar del hecho los llenaba de incertidumbre y dudas. El
filo de la pala encontró el caño de agua con tapa enterrado, dentro del cual estaban
el medio cuerpo de Eva Perón, intacto, sin ningún rasguño en la piedra como también
intactos el resto de los símbolos y documentos guardados. Osvaldo retrató el
momento con la misma calidad, como lo había hecho en 1955 cuando junto a sus
compañeros de militancia le arrebataron a la Revolución Libertadora la estatua
frente a sus narices, evitando así que la pasearan atada a un vehículo para su
total destrucción, y protegiendo así las raíces de su historia.
Betina no pudo
contener las lágrimas, y entre abrazos los compañeros pusieron a la estatua en
su lugar. Años temiendo por su vida y la de sus amigos. Ya liberada, sintió que
atrás quedaría la división entre hermanos de un mismo pueblo. El mismo donde
termina el ramal del Ferrocarril Sarmiento. El mismo de la resistencia en
silencio. El mismo donde la estatua sigue aun hoy generando las mismas
controvertidas reacciones.
[1] insecto, tipo escarabajo, que hace
pequeños pozos revolviendo el suelo. De ahí se llamó "Catangos" a los
trabajadores ferroviarios, peones de vía, que trabajan en el mantenimiento de
los ramales.
martes, 15 de agosto de 2023
Claribel; la de los ojos chiquitos (de Cacha Arruiz)
Claribel, la que
se peinaba con dos colitas para ordenar sus bucles, la de los ojos chiquitos,
lucía, aún hoy las luce, unas pestañas largas y curvas que le adornan la cara,
y completa su belleza con una sonrisa que le marca un pocito en cada mejilla,
esa niña había comenzado a trabajar en la casa de López y López, -agreguemos
alegría a estas paredes sin niños-, se habían dicho los López, gustosos de que
Claribel le agregue frescura a esa casa. Algunas de las tareas domésticas,
parte de la limpieza, ayudar con la comida, los mandados diarios y cama adentro
formaban parte de la nueva vida de la jovencita, que comenzó a usar unos
brillantes aros, de oro, que la señora López le ofreció en carácter de préstamo
primero, y que con el tiempo pasaron a ser de su propiedad. Claribel es una
hermosa muchachita, distinguida por sus porfiados bucles de esa cabellera color
castaño claro, y que algunos rayos del sol, de testarudos nomás, a veces los
teñían como un trigal. En aquel tiempo tenía apenas trece años y en el
noviembre anterior había terminado la primaria. La señora y el señor López no
tienen hijos. Claribel con su sonrisa permanente y el brillo de sus ojitos, fue
ganando un lugar en un rinconcito del sillón que ocupa el matrimonio cuando
mira televisión después de cenar. Febrero avanzaba, una noche el señor López,
dijo: -debemos comprar lo que sea necesario para que comience primer año-. La
señora López hizo un movimiento afirmativo con la cabeza, sin sacarle la vista
al televisor, pero era evidente que no le prestaba atención a la serie que
estaban mirando, mientras se le cruzaba por la cabeza la idea de que no eran
ellos quienes debían ocuparse. Cuando la niña fue hasta la cocina en busca de
unos vasos y una botella con agua, el señor López había avisado que tenía sed,
la señora López, sin sacarle la vista a la tele le preguntó a su marido; - ¿no
te parece que de eso se tiene que ocupar la madre?, no hablemos del padre
porque ése nunca apareció, ¿vos tenés idea? -, siguió preguntando. -La madre es
una pobre mujer que también trabaja en casas de familias, en lo que pueda debo
ayudarla, para un mejor decir debemos ayudarla, Claribel tiene que ir a la escuela-.
La conversación giró cuando la niña anunció su cercanía con el campanilleo de
las copas y la botella con agua, sirvió, y repartiendo la mirada les agradeció
a los señores López por ese lugar en el sillón. El señor López se corrió hacia
su mujer dejándole un espacio a su derecha, pero la criada prefirió sentarse en
el medio de ambos, la señora López le acarició el pelo y el señor López se
aferró a su cuerpo con un abrazo estrujador. La serie de televisión había
pasado a un segundo plano, pero prometieron repasarla la noche siguiente,
después de la cena. -Ustedes la miran, mientras lavo los platos y los vasos,
después me la cuentan-, se adelantó Claribel, -dale-, respondió la señora
López, ¿por qué?, preguntó el señor López, -podemos lavar entre los tres,
guardamos, y nos sentamos a tomar el café mientras miramos la serie-. La señora
López miró a su marido y con el mismo gesto le preguntó para qué habían
contratado una criada. El señor López hacía como que quería retomar la serie,
Claribel entendió que los señores tenían opiniones diferentes, pero no logró
darse cuenta sobre qué estaba esa diferencia, en tanto se había recostado encima
de las faldas de sus patrones, sus piernas descansaban sobre la humanidad de la
señora y la cabeza hacía lo propio en el pecho del señor, los dueños de casa
más de una vez la habían invitado para que tome esa posición. La publicidad
avisó que el capítulo había terminado y los avances dejaban imaginar cómo
seguiría la historia. La señora López, mientras le acariciaba las rodillas,
observaba cómo Claribel le pasaba el dedo índice por la barbilla a su esposo, -una
demostración de falta de afecto demasiado clara, y dura-, pensó, mientras se le
cruzaron por la mente los intentos que ella hizo por tener un hijo y que el
destino o vaya a saber quién se lo ha negado, -mientras que Claribel se cría
sin saber nada del padre-, agregó a su pensamiento.
Los días y las
noches y las series se han repetido. La vida sigue en la casa de los López.
Claribel parece una más en esa familia, su madre viene a visitarla cuando los
López no están, y la niña ha encontrado en el señor López el resguardo paterno
que equilibra sus emociones.
Los días y las
noches se sucedieron, el invierno hacía gala de su maldad con los que extrañan
al verano, Claribel es una de esas, bufandas y camperones se superponían sobre
su cuerpo hasta restringirle le movilidad. La bicicleta que la trasladaba hasta
el colegio secundario le porfiaba al camino y la llevaba por dónde a la rueda
delantera se le ocurría, a la señora López le preocupaba, decía que era
peligroso, que podía caer y lastimarse, al señor López le resultaba gracioso,
la veía como a una hábil del volante.
Los días y las
noches y los años fueron devorándose entre sí. La criada, la niña, la ahora
señorita, era conocida como la niña López, todos sabían que no es ese su
apellido, pero todos desconocen quién es su padre y por ser la criada “de”, la
rebautizaron, “la niña López”, casi nadie en la calle cuando se refiere a ella
la llama Claribel, es una costumbre en el pueblo, y a Claribel no le molesta.
Una tarde, en la casa de los López, sólo se escuchaba el cantar de un canario,
el silbo y el silencio eran una misma cosa, hasta que el timbre irrumpió
repetidas veces. Claribel no estaba. Atendió el portero eléctrico la dueña de
la casa y una voz se presentó como; la policía, la señora López corrió hasta la
puerta y escuchó al uniformado, que quitándose la gorra le comunicó que el
señor López había tenido un accidente de automóvil y estaba internado en el
hospital, que por favor vaya urgente. Claribel, que llegaba en ese momento,
escuchó y ambas salieron rápidamente, casi sin hablar llegaron al nosocomio.
El médico que las
contuvo, dándoles la noticia, les dijo que el señor López, estaba bien, que
sólo debían esperar cuarenta y ocho horas, -es protocolar en estos casos-, les
aclaró, que lo más delicado fue que perdió por una de las heridas mucha sangre
y debían transfundirlo lo antes posible, que si alguien de la familia o algún
conocido compartía grupo sanguíneo la transfusión sería inmediata. El
laboratorio se encargó de comparar los valores y la sangre de Claribel viajó
por las venas de ella para instalarse en las de él, en las venas del señor
López. ¿Fue una devolución de atenciones?, quizás no, tal vez es la vida que se
encarga de reconstituir los lazos.
La señora López
nunca antes supo de la primera historia de Claribel. La madre de ésta guardó el
secreto. La señora López ahora entiende al señor López y su relación con la
niña, no la mira como la “del cuento de la criada”, porque ama Claribel, pero
se preguntó, ¿el pueblo sabía?, ¿por qué la llaman la niña López? Cuando el
señor López despertó de su sedación, se quedó perplejo mirándolas, y se animó a
creer un poco más en el destino. Mientras, la mamá de Claribel observaba la
situación desde la ventanita de vidrio redondo.
Esta historia de
amor fue contada, textual y en tercera persona por la señora López, en unas
hojas, que dejó sobre el sillón, escribió sobre esos días, meses, años, que
vivimos juntos. Cuando volvimos con el señor López del hospital la señora ya no
estaba, y faltaban algunas pertenencias suyas. El señor sintió su culpa y yo me
sentí la niña López, más tarde quemé las hojas, después de leerlas, ¿para qué
las querría?, pensé mientras tocaba mis aros. Ahora quien hace falta en la casa
para ser felices es la señora López. Nos miramos con él, ya no le digo señor
López.
Cacha—Julio /23.