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sábado, 19 de agosto de 2023

LA CARTA REVELADORA (de Mariana Ormaechea)


Quemó las hojas después de leer esa carta que estaba bien guardada en el fondo de aquel

Cajón, habia descubierto el secreto de su vida donde declara haber cometido un asesinato y revelado dónde se encontraba el cuerpo.

El día que la encontró en el último cajón del mueble  del lavadero, estaba tirando cosas viejas que olían a humedad, la manija estaba rota, así que tuvo que hacer fuerza para poder abrirlo y allí dentro de un libro viejo la encontró. Cuando la leyó, se quedó paralizada, intacta casi momificada sin moverse ni hacer un solo gesto con su cara; no reaccionaba. No lo podía creer y no entendía porque nunca le había confesado aquel hecho y por qué habría esperado que ella se enterase de

esa forma.

La carta que estaba escrita por él,  le decía que se iba a llevar el secreto a su tumba y así fue.

¿Sería realmente así? Ese cuerpo estaba enterrado al lado de la planta de nueces en el

fondo del patio. Ella se preguntaba qué hacer pero no se animaba a desenterrarlo tampoco . El solo hecho de pensar que convivió gran parte de su vida con un cadáver en el patio de su casa

la aterrorizaba. Ahora resolvía las preguntas que siempre se había hecho; el por qué su

marido nunca quería tener perros o decía que no le gustaban porque hacían pozos y

desastres en las plantas. Tendría miedo que lo encontraran.

Lo que ella no terminaba de entender es como había convivido con ese secreto, tranquila sin decírselo a nadie. En realidad seguramente en defensa propia pero nadie le iba a creer, no había testigos.

La carta decía que una noche de invierno él se encontraba durmiendo solo en la casa y

escuchó un ruido en el techo. Enseguida asustado se levantó,  manoteó la carabina que

tenía en el placard y salió a ver que había. No vio nada al principio pero cuando se dio

vuelta para meterse nuevamente en su casa, ya resignado y con la idea de que

podía haber sido un gato, alguien por detrás lo sorprendió y le pegó en la cabeza. El atinó a

apretar el gatillo y le dio en la mandíbula. El delincuente cayó desplomado como una bolsa

de papa al piso. Horrorizado, desesperado y sin saber qué hacer optó por mirar para asegurarse que nadie estuviera pasando por la calle o que ningún vecino estuviera espiando. Agarró el cuerpo y lo metió enseguida dentro de su casa. Así fue que decidió enterrarlo en el fondo.

Cuando ella leía cada renglón de la carta temblaba del frío, por un momento pensó que toda

su vida había convivido con un asesino y por otro trató de pensar que él no lo había hecho

queriendo sino por accidente y en defensa propia.

Por lo que decidió quemar la evidencia y dejar el secreto como estaba, algún día alguien lo

iba a descubrir o no por lo pronto ella se iba a mudar de esa casa, no solo por los recuerdos

de su marido ya muerto sino por el secreto que había en ella. 

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