Quemó las hojas después de leer esa carta
que estaba bien guardada en el fondo de aquel
Cajón, habia descubierto el secreto de su
vida donde declara haber cometido un asesinato y revelado dónde se encontraba
el cuerpo.
El día que la encontró en el último cajón
del mueble del lavadero, estaba tirando
cosas viejas que olían a humedad, la manija estaba rota, así que tuvo que hacer
fuerza para poder abrirlo y allí dentro de un libro viejo la encontró. Cuando
la leyó, se quedó paralizada, intacta casi momificada sin moverse ni hacer un solo
gesto con su cara; no reaccionaba. No lo podía creer y no entendía porque nunca
le había confesado aquel hecho y por qué habría esperado que ella se enterase
de
esa forma.
La carta que estaba escrita por él, le decía que se iba a llevar el secreto a su
tumba y así fue.
¿Sería realmente así? Ese cuerpo estaba
enterrado al lado de la planta de nueces en el
fondo del patio. Ella se preguntaba qué
hacer pero no se animaba a desenterrarlo tampoco . El solo hecho de pensar que
convivió gran parte de su vida con un cadáver en el patio de su casa
la aterrorizaba. Ahora resolvía las
preguntas que siempre se había hecho; el por qué su
marido nunca quería tener perros o decía
que no le gustaban porque hacían pozos y
desastres en las plantas. Tendría miedo que
lo encontraran.
Lo que ella no terminaba de entender es
como había convivido con ese secreto, tranquila sin decírselo a nadie. En realidad
seguramente en defensa propia pero nadie le iba a creer, no había testigos.
La carta decía que una noche de invierno él
se encontraba durmiendo solo en la casa y
escuchó un ruido en el techo. Enseguida
asustado se levantó, manoteó la carabina
que
tenía en el placard y salió a ver que
había. No vio nada al principio pero cuando se dio
vuelta para meterse nuevamente en su casa,
ya resignado y con la idea de que
podía haber sido un gato, alguien por
detrás lo sorprendió y le pegó en la cabeza. El atinó a
apretar el gatillo y le dio en la
mandíbula. El delincuente cayó desplomado como una bolsa
de papa al piso. Horrorizado, desesperado y
sin saber qué hacer optó por mirar para asegurarse que nadie estuviera pasando
por la calle o que ningún vecino estuviera espiando. Agarró el cuerpo y lo metió
enseguida dentro de su casa. Así fue que decidió enterrarlo en el fondo.
Cuando ella leía cada renglón de la carta
temblaba del frío, por un momento pensó que toda
su vida había convivido con un asesino y
por otro trató de pensar que él no lo había hecho
queriendo sino por accidente y en defensa
propia.
Por lo que decidió quemar la evidencia y
dejar el secreto como estaba, algún día alguien lo
iba a descubrir o no por lo pronto ella se
iba a mudar de esa casa, no solo por los recuerdos
de su marido ya muerto sino por el secreto que había en ella.
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