Chavela Ingals se ha
destacado por ser supersticiosa y el punto de exageración nunca está al alcance de la mano, no, es una
enferma creyendo en aparecidos, y ustedes saben como es esto, “hazte fama, échate a dormir”, cuando se habla de la
supersticiosa, el mundo sabe que la figura en cuestión es Chavela. “A palabras
necias, oídos sordos”, contesta rápidamente. Todo porque la Ingals a una amiga
que le anunció su boda le pidió por
favor que no sea un martes, “martes, no te cases ni te embarques” sabedora que
la pareja haría un crucero, y que tuviera mucho cuidado, que lo vigile al
futuro marido, ya que éste supo tener otra guarida y “dónde hubo fuego cenizas
quedan”, le agregó. –No seas así con el pobre Dardo, ése, es un tema superado,
no le diré una palabra- le ha contestado frenéticamente la prometida, pero
Chavela no sabe quedarse callada, a lo que agregó, “el que calla otorga”. Se
comentó que la historia que recordó Chavela sobre Dardo tiene mucho de verdad,
“pero del dicho al hecho hay mucho trecho. En rueda de de té, el té las amigas,
Chavela contó detalles de ésta conversación, e hizo mención sobre el consejo a
su amiga respecto a lo que ella llama andanzas del Dardo, antenti pebeta, que
“el ojo del amo engorda al ganado” la rueda de participantes movió la cabeza de
arriba hacia abaja varias veces, porque “a buen entendedor, pocas palabras”. La
conversación varió, pero Chavela y la que estaba a su lado siguieron chusmeando
al Dardo, que le vamos a hacer dijo esta última, pobre piba, menos mal que “no
hay mal que dure cien años”, “ni cuerpo que lo resista” sumó Chavela, la
supersticiosa. Es buen chico, dijo levantando la voz una sentada en la otra
punta, más o menos, la paró la de la izquierda, son todos iguales acá “el que
no corre, vuela”. No sé para qué sé casa, preguntó Chavela. Porque el Dardo
tiene una fortuna, fue el comentario de la mesa, ¡qué cosa che! No se dan
cuenta “que el que mucho abarca poco aprieta”. Y no saben ustedes, comentó
Chavela parándose, se me quejó por un regalo que hice para el casamiento, que
ya lo tiene, me refregó, hija de su madre, no sabe que “a caballo regalado no
se le miran los dientes. Igual que la madre, “de tal palo tal astilla·. No le
des más pelota, que no te busque nunca más, mejor que se haya enojado, “no hay
mal que por bien no venga”, le aconsejaron las residentes del té. Es que nací
para perdonar, o soy como mi papá, que es rencoroso, “en casa de herrero,
cuchillo de palo”, ¿y eso que tiene que ver?, fue la pregunta generalizada, no
sé, contestó Chavela, lo dijeron en la novela y me gustó. Estás como tu amiga
vociferó el coro, “dime con quién andas y te diré quién eres”. Denle nomás,
viejas chusmas, acuérdense, que “el que ríe último ríe mejor”. Chavela juntó las
tazas de té, ofreciéndoles alguna otra cosa, la de la otra punta le pidió un
café alegando que el té estaba frío y amargo, desagradecida, gritó Chavela, no,
si es de gusto, “cría cuervos y te sacarán los ojos”. ¿Qué decis?, saltó la de
la punta, ¿somos mejores amigas o no?, mamita siempre decía, cuando encontraba
a un desagradecido, “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. ¿Vieron
ustedes?, cree el ladrón que todos son de su condición”. ¿Y eso que tiene que
ver?, saltó el grupo. No sé, pero lo escuché en la novela, dijo Chavela
llevándose los pocillos.
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