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sábado, 24 de septiembre de 2022

80. Capítulo 10. Dragones

 

Corre el tercer mes de la pandemia, mediados de otoño, estoy en casa escribiendo, frente a mi patio interno, como siempre. Con el cielo limpio de frente, misma posición en la que hago reiki a distancia, mirando el mismo cielo, el mismo lugar en el cielo. El día anterior había puesto algo de las nubes y el cielo, y una buena amiga mía me puso una frase que me abrió una puerta. Arriba de las nubes  los dragones me puso. Le puse Me gusta. Y me acordé que ella me había dicho más de una  vez que creía realmente que había dragones vivos más allá de las nubes. Mientras escribo veo una nube en la forma perfecta de un dragón. Un dragón chino, de los largos, de los que parecen marinos también. La nube está frente a mí y no se mueve, se quiere mostrar y se muestra. De golpe veo en el medio de la nube, donde iría el pecho del dragón, que luz que venia de ahí. Como si su corazón estuviese iluminado. No es el sol, está atrás mío. No es la luna, está más arriba. Pienso que es un efecto lumínico, que esa forma luminosa en el pecho, como una luz propia, grande, en el exacto chackra cardiaco de la nube con forma de dragón. Pero esa luz se queda y se queda y se queda. Pasa como una hora, todo lo que le presto atención, y en esa tardecita, ese dragón en el cielo con el corazón echando luz desde el pecho sigue ahí. Lo veo un ratito más, le agradezco y sigo escribiendo. No tengo duda, es un dragón que se mostro y me permitió verlo. Mi amiga tiene razón, se creencia mi hizo creer, y mi creencia mi hizo ver. A veces no hay una fuerza más fuerte que una simple creencia. La energía más fuerte del universo.  

 


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