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viernes, 18 de noviembre de 2022

El astronauta y la luz. Capítulo 22. Encuentro con Dios

 Terminó de escribir eso y se puso a pensar en la curiosidad de que sus mejores recuerdos pertenecen al umbral de un año en particular, 1983, a la vera del segundo grado del colegio San Unión, y en el marco de algo bien delimitado, la existencia de su maestra de escuela María Lujan. Se puso a pensar cómo podía ser que el umbral estuviera tan marcado. Y después en la búsqueda eterna que hacía de asociaciones empezó a buscar umbrales marcados ¿No era acaso la asunción del gobierno de facto y la rebaja de todos los sueldos mínimos del país un umbral marcado para todos? A partir de ahí el poder adquisitivo del país siguió bajando durante 4o años. Más allá de lo político se puso a pensar entre los umbrales marcados y los umbrales no marcados, que es lo que hace que se caiga del otro lado de la alegría a la zona de la tragedia ¿Qué separa el umbral de otro? ¿Y cómo es que tenemos pensamiento de meseta, de pozo, de depresión, que no podemos volver atrás? Pero antes de seguir analizando eso se puso a pensar en la última vez que había sido feliz. Y tenía que ver con una canción que les había enseñado Lujan sobre precisamente la felicidad. Y si Lujan era Gabriel, entonces esa canción se revestía de una felicidad Mística. Y si Lujan había sido Gabriel, y ellos, ese curso sus afortunados conejitos de Indias, entonces podía haber muchas lujanes y muchos gabrieles en muchas escuelas ¿Es que eso era lo que se estaba viniendo? Escribió sobre eso

“Con lujan cantábamos una canción en el patio que no me olvide nunca más: La canción decía Yo tengo un gozo en el alma, grande, gozo en el alma grande, gozo en el alma y en su fe aleluya gloria a Dios. Es como un rio de agua viva, hondo, rio de agua viva, hondo. Rio de agua viva y en su fe aleluya gloria a Dios” Esa canción la hacíamos cientos de veces todos juntos en el patio, todos juntos en campamentos. Lujan, esa canción y la ultima hora de los martes a las 12 donde ella nos enseñaba catecismo, y la salida posterior, donde comía solo a la una con una polenta que me había preparado mi mama, que era con mucha polenta, mucha manteca, derretida que se veía como una especie de lago de manteca entre la polenta y queso de rayar. Eso, todo eso, fue lo más cerca que estuve de tener en toda mi vida un gozo en el alma grande. Y ahora lo sé porque, somos energía, sumamos energías, tenemos que saber sentirlas, detectarlas, Lujan era Gabriel, mi mama era Rafael, y yo era Uriel. Y la canción, la vibración, la canción entre nosotros, la misma canción era Dios. Esa fue la segunda vez que me encontré con Dios, vendrían muchas más

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