Estudiaba Sociología en La
Plata, habíamos fundado una agrupación que se llama Utopía en Humanidades, aún está
en la universidad. La primera charla que organizamos fue con HEBE DE BONAFINI.
La gestión la hice yo, charlé con las madres, charlé con ella, y vino un martes
a las 20hs. La universidad por la figura opositora que estábamos llevando, como
siempre pasa en estos casos bloqueó el evento. Cuando HEBE LLEGÓ trataban de
quitarnos el hall donde iba a ser la charla, de lo que una años antes había sido
una prisión. El hall lo conseguimos después de muchos trámites de mis compañeros
de Utopia, que eran unos genios de la gestión, pero nos quitaron el audio, no
nos dieron el sonido prometido. La charla de Hebe iba a ser masiva en un hall
amplio y sin sonido. Yo era el encargado de esperarla y conducirla por las
escaleras arriba. La esperé en la puerta, vino sola, su vestido, su cartera y
su pañuelo. Le dije, Hebe no tenemos sonido. Ella en vez de enojarse me sonrió
y me dijo. No importa, la charla la hacemos igual. Hacelos bajar a todos que me
paro arriba de un auto y grito la charla desde ahí. Fue una muestra de lo que
era Hebe, decisión, generosidad y humildad. Quizás fue por eso que apareció el
sonido y pudimos hacer la charla en el hall. Con otros compañeros de gestión de
charlas de la agrupación la acompañamos a subir las escaleras a la mesa de
charla y ahí hizo otra cosa que me sorprendió, me agarro del brazo, codo
doblado, como una tía, una abuela, una madre, una pariente muy cercana, que eso
era Hebe y subió conmigo del brazo hasta la mesa de charla. La charla fue bellísima,
a hall lleno, pero la previa de la charla, los pequeños detalles, lo fueron aún
más. Que era donde habitaba Hebe, y donde habitan los grandes, en los pequeños
detalles. Ese día mientras acompañaba a Hebe arriba, junto con otros compañeros,
subiendo por la escalera al cielo, nos sentimos afortunados todos. Agradecimos
al enorme monumento que subió la escalera con nosotros, consciente e
indiferente del mármol de su leyenda que se agrandaba cada vez más a medida que
subía los peldaños de la escalera de trabajo por los derechos humanos, escalera
al cielo, donde acaba de llegar en ese momento.
Hasta siempre compañera Hebe,
el cielo es de los humildes por supuesto, entre otros seres. Defender la alegría
como una bandera. Madre de las madres de plaza de mayo, en el día de la soberanía,
la patria entera te saluda en tu ascenso escalera al cielo
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