Argentina acaba de ganarle a México
dos a cero, había canalizado un triunfo 2 a 1 pero el uno medio como que había querido
imponérselo yo a la selección, había canalizado también un gol fundamental de
Messi a los 20 minutos, lo había esperado a los 20 minutos del primer tiempo,
había sucedido a los 20 minutos del segundo tiempo. Yo no había podido ir a
verlo con mis amigos porque a esa hora la panza se había hinchado tanto que no
podía estar de pie. Para la altura de la noche la cosa no había hecho sino empeorar
mucho
Camino por la calle, Italia
hacia 25 de mayo, busco llegar a 25 de mayo y volver a mi casa por Sarmiento,
es madrugada, la panza está hinchada como la de un sapo por explotar, no puedo
caminar, me agacho en el piso un par de veces, en cuclillas como centroforbar
antiguo, no llego hasta 25 de mayo, no doblo por Sarmiento, el dolor vence mi
voluntad. La panza está hinchada y dura, y tengo una bola muy dura en el lado
derecho. Llego hasta la mitad de cuadra entre Irigoyen y Pellegrini, vuelvo.
Las dos maravillosas perras del barrio, amigas de mi perro Firulait, Olivia y La
negra, me acompañan. Olivia camina con una alegría improbable en ese momento,
desentona con mi dolor, pero respeto su alegría, hay una enseñanza ahí. La
negra es distinta, la negra es como un soldado, me acompaña al paso llevando el
exacto mismo paso que yo, me hace como de pareja de caminata del lado mío, a la
izquierda. A pesar de lo que se dice de mí en la ciudad, el problema no es ni
nunca fue mi voluntad, tengo una voluntad bestial, tanto como para haber
escrito este año solo el trabajo de varios escritores juntos, 7 o 8 me dicen la
canzalicion, o 10 o 20, pero el dolor vende mi voluntad. Voy cambiando las
metas en el camino, ahora la meta es llegar hasta la mitad de la vereda que
hago entre Irigoyen y Pellegrini. Algo me suelta un poco la panza, me alivio un
poco, levanto mis expectativas, llego a Pellegrini, doblo por ahí, tomo
sarmiento, vuelvo por Sarmiento, me vuelvo a parar antes de llegar de pasar el
cruce entre Sarmiento e Irigoyen, la panza esta dura como una roca y el dolor
del costado, con una hinchazón me hacen dudar de una apendicitis. Ya me lo había
dicho un amigo médico, soy de tener muy alto el umbral del dolor, esto es, soy
de aguantar sin intervenir esperando que se pasen los dolores más fuertes, pero
este me hace dudar. Dudo de una apendicitis, después de una peritonitis,
entonces aprovecho que canalizo y pregunto. Pregunto como una de las maneras que
tengo de preguntar, mirando luces. Los ojos me dicen que no tengo eso, me dicen
que es un ataque de colon irritable, de los más altos con una hinchazón casi increíble
de la panza. Conozco la enfermedad, cuando el colon irritable es muy fuerte,
que se hincha mucho el colon, se hincha el colon abajo del intestino delgado,
eso hace hinchar al intestino delgado, y desde ahí abajo corre el sistema de órganos
entrelazados, y eso hace que se corran los riñones por la hinchazón del sistema
de abajo que se hincha en cadena, por eso duele la panza baja, la media, la
alta y la espalda abajo. Conozco el dolor, somos viejos amigos. Amo ese dolor,
ese dolor de stress repetido en mi evitó que mi cuerpo tantas veces somatizara
el sistema de nervios descompuesto con algo más grave, pero es noche no estoy
contento con el dolor. Aunque ahora hay algo más claro, la canalización me dice
claro al oído: Confía, tenés una inflamación en la panza bestial y nada más.
Llego a casa, hay dos chicos charlando en la puerta de su casa casi en la
esquina, ver conocidos en el marco de padecimientos relaja. Son increíble los
mecanismos de la mente y el lenguaje de dolor y la soledad, hay que investigar más
eso. Me acuesto en la entrada de mi cada boca arriba, la cosa empieza apenas a
aflojar un poco pero sigue imposible. Antes había hecho un análisis, ya llegando
a mi casa, que feos son los dolores para los que padecen dolores, y que poco
podemos ponernos en su lugar y ayudarlos desde el entendimiento. Me acuesto
boca arriba y me quedo ahí un rato, esta cómodo, el dolor afloja un poco.
Finalmente pregunto claro y me responde claro, la voz que me habla en silencio
al oído esa noche es Jesús, a través del Arcángel Gabriel ¿Qué tengo pregunto?
Una hinchazón bestial de la panza ¿Cómo se me va esto? Acostate boca arriba en
la cama y quédate tranquilo, se y te va a ir yendo solo, mañana no lo tenés más.
Toda la noche me había estado sonando en la cabeza un tema musical sobre la tranquilidad.
Entiendo ahí, en medio de un dolor que no puedo controlar y que vence mi umbral
del dolor, que es un alto, y mi voluntad que es mucha cual es la enseñanza en
ese momento para mí. Entiendo en ese momento después de haber perdido con lo
mejor de mi ejercicito, mis bastiones más grandes, la resistencia el dolor, la
voluntad y la decisión de ir a todo o nada, vencidos mis tres barcos, caídas las
puertas de lo mejor de que dispongo, que me están enseñando algo. Así que
pregunto ¿Me están enseñando algo? Si me dicen. Si me pongo nervioso esto va a apretar
más y me va a reventar la panza, si me tranquilizo esto va a aflojar, pregunto.
Sí, me dicen. Me tengo que quedar tranquilo en el dolor y la incomodidad
pregunto. Sí, me dicen. Ahora había una enseñanza para mí, cuando las
enseñanzas son para mí no hay concesiones aprendo o aprendo y la escuela se
desarrolla en mi cuerpo. Me quedo tranquilo boca arriba como me dicen y el cede
por primera vez. En mi la fuerza de la tranquilidad es más grande que la fuerza
de la voluntad, de la resistencia y la decisión juntas. La voz que me habla es Jesús.
Cada uno de nosotros es, como dice el título de la última obra de teatro un amigo
dramaturgo: Marcelo Raúl Maggiolo, un bastión de cristal
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