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martes, 20 de diciembre de 2022

El astronauta y la luz. Capítulo 1 La virgen de Lujan en la cortada

 

 

Edita y corrige el libro 80, el primero de los libros de canalizaciones que hizo, hay una briza suave, de fondo suena “No me canso de aprender de ti” de Café Quijano, Lee y dice

“Me levanté, vi el talco tirado en el piso, en forma de eyaculación, el papel higiénico tirado en el piso, en forma de eyaculación”

Solo lee esos dos conceptos y se pone a pensar en la eyaculación, algo que alguna vez todos lo fuimos ¿Qué relación tienen la cultura con la eyaculación? ¿Por qué sabemos tan poco de eso? ¿Por qué se pensó tan poco? ¿Acaso no es una llave de un puente interdimencional que es el útero, o acaso no es una llave de ese puente ¿Por qué se sabe tan poco? ¿Y porque se trata de manera tan infantil? ¿Qué decía de la eyaculación Aristóteles? Se detiene un segundo, lo investiga. Y no encuentra nada, que casualidad piensa, una cultura que habla miles de palabras de todo, pero que no dice nada del semen, de la eyaculación. Bien sabe, se lo enseñaron en periodismo, radio tres, que no existen las casualidades para el periodismo. Sigue leyendo:

“Era de nuevo domingo a la mañana, era de nuevo raro, me sentí estafado, me enojé. Me cambié sin pasar por el baño y salí de la casa, mis dos animales me miraban asustados. Antes de eso agarré la campera y vi que ahí tenia plata que no sabía que tenía. Una cantidad de dinero que estaba formada por todos 8, 4, 1 y 0. Esos números iban a empezar a ser referentes en mi vida, iban a empezar a significar algo.  Caminé por la avenida San Martin…”

Vuelve a parar y a pensar ¿Qué tanto tenia de San Martín la avenida San Martin. Una avenida hermosa que atravesaba parte de la ciudad como una hendija de luz y plantas pero que no tenía una sola referencia a San Martín. Si, estatuas de otras cosas, pero nada de San Martíin ¿Eran las plantas de la avenida San Martin las plantas que gustaban a Dom José? ¿Tenia los colores que gustaban a Don José? ¿Sabiamos algo de Don José de San Martín? Siguió leyendo

“… Llegué hasta un teatro, me paré en la puerta y no supe porqué estaba ahí. Antes ese teatro había sido otro teatro. Y antes había sido una panadería, y cuando había sido una panadería, una persona que los panaderos habían alojado había asesinado a los 4 panaderos. Me puse a pensar si yo no estaba ahí porque era el alma del asesino reencarnado. Una voz que canalizaba y me hablaba me dijo que no. Me acorde de los miserables, el ladrón de los miserables que le había robado al sacerdote, y el sacerdote le había regalado los candelabros y le había dado una lección. Me pregunté: ¿Soy el sacerdote de los miserables entonces? Lo descarté también”
Obviamente no era el ladrón de Los miserables, tampoco el asesino de esos ancianos, ni ningún otro asesino, mucho menos los lumpenes asesino de a sangre Fría de Truman capote, ni los casuales asesinos de operación masacre que masacran mal y sin sentido, y se fueron creyendo haber matado mucho más de lo que habían matado. No eran tampoco los inefectivos asesinos de San Martín, de toda la vida, que habían intentado asesinarlo sin éxito tantas veces. Volvió a leer

“ Me fui de la puerta del teatro, llegando a la esquina tantee que tenía ese dinero, lo tiré por la ranura de las cartas y salir para el ferrocarril. La voz que me hablaba en el oído me dijo que tenía que volver por la vuelta contraria, lo hice. Vi un chico que miraba desde una terraza, como espiando, me di cuenta que me espiaban, o era lo que yo pensaba, lo miré con desgano, me miró con amargura. Esta muy enojado aun, me senté en un banco que estaba al costado del ferrocarril me puse a respirar profundo y modifiqué mí energía, logré tranquilizarme. Me paré, volví a salir caminando, la voz me dijo que pasara por un costado del ferrocarril, después que atravesara un pequeño puente. Casi todos los que andaban por ahí me miraban como controlando. Fuera de la voz, mi mente me decía que me espiaban.  Di la vuelta al ferrocarril, pasé las vías. Pensé en seguir derecho por Rivadavia, salir del ferrocarril, o meterme por las vías hacia la zona de los andenes, pero la voz me dijo que siguiera por el ferrocarril y diera toda la vuelta, le hice caso. Llegué hasta la plaza del ferrocarril donde me había criado de chico. Me senté en una escultura que había ahí, frente a una iglesia, que no era católica, me concentré, cerré los ojos, todo eso guiado por la voz que le hablaba. La voz que canalizaba, que era una voz concreta, clara, que hablaba con directivas claras y simples. Cerré los ojos, conecté con la iglesia, vi una luz, una puerta que se abrió, un cielo, entre. Abrí los ojos, me indicaron que siguiera caminando por la vera del ferrocarril. Llegué hasta una canchita que había ahí de futbol 5. Entre, un arco tenia red, el otro no. Había una pluma en el arco que tenía red. Agarré la pluma, la llevé por el medio de la cancha hasta el arco que no tenía red. Pasé la línea de gol y lo solté, las dos plumas volvieron hasta la mitad de la cancha. La voz me dijo que saliera, que siguiera por la vera del ferrocarril, lo hice. Dos cuadras más adelante llegué hasta una cortada que tenía una pequeña virgen, en la tierra, con un pequeño altar y un pequeño banco delante de ella. Me senté, cerré los ojos, y conecté con la virgen, apareció, me tomó de la mano, y de la mano con ella se abrieron todos los cielos. Y entré con ella, de su mano, a todos los cielos, era hermoso, puse un pie adentro, dos pies adentro y estuve adentro. Eran cielos a los que no quería entrar, eran dimensiones a las que no quería ir. No me cerraba todo ese debate de la 5 dimensión. Estando ahí le pregunté algo que se me había venido diciendo, mostrando, visualizaciones que se me bajaban: ¿Es cierto que tengo que tener un hijo? Si, me dijo. Y me nombro 4 mujeres, que yo conocía, que habían sido parte de mi vida. La primera era mi alma gemela, una mujer con la que me había encontrado hacia poco, y que todas las indicaciones, las directivas, las líneas de acción llevaban a que era mi alma gemela. La segunda una mujer de la que había estado enamorado muchas veces. La tercera, otra mujer conocida que ahora descartaba como posibilidad. La cuarta, una chica con la que había convivido. Le pregunté si había preferencia por alguna. Me dijo que podía ser cualquier de ellas, pero el hijo tenía que ser con alguna de ellas. Le agradecí, la saludé. Abrí los ojos, estaba en el pequeño banco en el ferrocarril frente a la virgen. Me levanté, me fui. Me fueron indicando el camino a seguir y llegue a mi casa. Adentro me esperaban mi perro y mi gata y el día por comenzar

 

 

 

Esa fue la vez que más me conecte con la virgen pero ya había tenido encuentros brillantes con ella”

Terminó de leer eso y cerró el libro

 

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