Media luna, o una sonrisa, o
un símbolo, o medio circulo, o sea, una mitad a la espera de la otra
“Es el entretiempo de
Argentina Francia, o sea, no es el entretiempo, es el final del partito y el
breve descanso para empezar el alargue. Yo paseo a Firulait por la calle y
miro, y veo, desesperación, postales de la tristeza en todos lados. Yo hace más
de un mes que tengo el vaticinio, de los que nunca fallaron, el mundial lo gana
Argentina ¿Mi canalización? 4 a 3 en la final a Francia, lo sè hace mucho. Y esas
cosas que me dicen así cuando me meto en el tiempo y espacio a preguntar no
suelen fallar. Se lo digo a mi hermana y mi viejo un día que estamos yendo a un
supermercado, canalizo que Argentina gana la final a Francia 4 a 3. Erro por un
gol, gana 4 a 2 en penales. Empata 3 a 2 en el partido. Si gana Argentina, si
gana a Francia. Pero en ese momento Argentina no ganaba, más bien estaba
empezando a perder. Francia en una ráfaga hace dos goles, empata el partido dos
a dos, tiene de todo, y a esa altura a Argentina le falta de todo. Cerca estuvo
Francia de hacer el tercer gol y Argentina esta fundida, deprimida y acaba de
recibir un golpazo. Por diez minutos no salió campeón del mundo. Antes estaba
cerca de la gloria después de 36 años. Ahora está cerca del papelón, que le dan
vuelta un partido de mundial en dos minutos. La perspectiva para todos es que
en los 30 minutos de alargue que faltan Francia le va a hacer a Argentina dos o
tres goles. Yo viajo en el tiempo mientras camino, pregunto y me dice lo de
siempre, va a ganar Argentina. Simple, sin vueltas. Y lo que muestra la
realidad es que va a perder Argentina, simple, sin vueltas ¿Y yo creo en lo que
me dicen? Sí, pero no creo también. O sea, vamos a acomodarlo mejor, no creo,
pero creo, siempre creo de fondo. Veo a un señor que se derrumba sobre su
ventana, escucho un grito de la concha de su madre, veo un pibito que sale
desde una casa a la calle con la cara desencajada, pienso que ya perdió y le
pregunto ¿Cómo salió Argentina? Empató, me dice, fue al alargue. Me veo tentado
de decirle que no se preocupe, que va a ganar, pero no lo digo. Doy una vuelta
corta y vuelvo. Dejo al Firu, mi perro en el patio y pregunto ¿Hay una
enseñanza para mi acá? Si, dicen. Vuelvo a viajar en el tiempo y el espacio y
vuelvo a preguntar ¿Quieren que crea? Sí, me dicen. Vuelvo a preguntar ¿Quieren
que suelte, que acepte perder? Sí, me dicen. Y pregunto por tercera vez
¿Quieren que escuche el partido, que no me escape de las cosas difíciles? Sí,
me dicen. Pregunto de nuevo ¿Puedo mandar reiki? Sí, me dicen. Pongo la radio,
ataca Francia y cada ataque es medio gol, Argentina esta desinflada. Pregunto
¿Puedo mandar reiki? Sí, me dicen y me guían. Sacá el papel de la copa, hacele
reiki con las dos manos, después quémalo con el fuego de la hornalla, después ponelo
a agua abajo de la canilla, y después deja lo que sobra abajo de la mesada. Lo
hago, y lo que sobra es un medio circulo perfecto, o una sonrisa o un símbolo de
reiki. En ese momento Scaloni hace el cambio que le salvó la final, pone a
Paredes, que le ordena el medio y a Martínez, que le revitaliza la delantera
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