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jueves, 15 de diciembre de 2022

Melina, la abeja exploradora. Capítulo 3. Los bailes de Von Firch

 Se pusieron a charlar las dos abejas zumbando frente a frente, paradas en el pasto. El zumbido del jefe explorador era un poco más profundo, como si estuviera embriagando de más. En cambio, Von Firch tenía un zumbido bien suave, como si los cambios le entraran con una caja de cambios automática

 

-Somos náufragos, estamos perdidos, von firch querido, yo estoy que zumbo,

y busco y no encuentro el rumbo

-Les voy a hacer un baile ahora que los vi,

 le voy a mostrar donde está una nueva fuente de comida que descubrí,

y ahí quizás también este Melina,

todo se encuentra si uno lo imagina

 Vamos a bailar

 y después de eso, vamos a salir a navegar,

a buscar la comida, a Melina y pasear-

Dijo el navegante Von Frichs, que se empezó a mover

como al son de una música,

se elevó frente al grupo de abejas

y les empezó a mostrar melodías viejas

haciendo unos giros y círculos,

como si tejiera una red invisible en el aire

le hablara de otros lugares, Roma, Zaire

 y con eso dibujara coordenadas,

muy bien preparadas

Estaba haciendo un mapa para sus imaginaciones

que se deducía de las canciones

y les comentaba de orientaciones

 

Las abejas se acercaron todas a mirarlo con atención interesante

 no entendían mucho ese nuevo baile que estaba haciendo el almirante.

-Un tema de Los del rio para decir la ubicación,

no tiene otra canción

-dijo la abeja exploradora-

Esa música no es muy tranquilizadora

esa isla debe estar lejísima,

los temas de Los del rio se tocan hasta altísimas horas.

Y en los bailes de las abejas,

a más giros, más lejos

más dolor de cabeza

más días de esperar

 y más que navegar

 

En ese momento todo el grupo de exploradores perdidos que estaba reunido se puso a bailar, y ya Von Frich pasó para viejos clásicos de 80. Subieron todos hasta la altura que estaba Von, que era a unos 20 centímetros del suelo, un poco por encima de los pastos. Y se pusieron a dar vueltas, y zumbar y cruzarse y bailar, como la corografía de alguna zamba o algún baile pop norteamericano, como tejedoras invisibles que tejían hilas en el aire con su baile. Y ahí fue donde llegó Mirador 

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